Capítulo 18: Tres nunca son multitud

688 52 35
                                    


Celeste

—Llevas varias semanas muy raro —me quejé. J me levantó abruptamente cuando se la estaba intentando chupar bajo la mesa de su escritorio. Me había deslizado de mi silla para hacer algo mucho más divertido que estudiar álgebra.

—Tenemos muchos exámenes, si llego a saber que quieres venir a casa para esto te hubiera dicho que te quedaras en la tuya —resoplé con fuerza. ¿Qué tío de dieciocho años renuncia a una mamada para seguir estudiando mates?

—No lo entiendo. ¿Quieres que cortemos? ¿Hay otra? ¡¿Qué narices te pasa porque no te entiendo?!

—¿Pero qué dices? —me replicó nervioso—. Solo es que no quiero repetir otro año y he decidido tomármelo en serio, de una vez.

—Ya... y cierta profesora de literatura no tiene nada que ver.

—No, no tiene nada que ver —replicó hosco.

—Pues no te creo. Hace dos semanas que no me tocas y te he visto mirarla cada vez que entra en clase.

—No voy a disculparme ante ti por cada vez que mire a una tía que esté buena, tú tienes ojos y también lo haces.

—Ya, pero yo tengo ganas de follarte y en cambio tú parece que tengas cien años, en lugar de dieciocho. Mis hormonas están en plena fiesta Holi, mientras las tuyas parecen muertas. —J dio golpecitos con su lápiz sobre la mesa nervioso.

—Celes, dame tiempo... Es una racha, ya pasará. —Tomó mi muñeca y se puso a acariciarla.

—¿Tiempo? O me das sexo o usaré el comodín de la llamada. —Su ceño se frunció.

—Haz lo que te dé la gana —respondió de mala gana—. ¿Te quedas a estudiar o te largas a casa?

Era finde, si estaba en casa de J era porque en la mía estaban mis padres y sus amiguísimos. No podía volver. Y no me apetecía salir de fiesta con Andy y Anabel, por eso había venido a casa de mi novio, para entretenerme, estudiar un poco y follar. Y él parecía tenerme alergia. Estaba hartándome de sus evasivas.

—¿Y si te digo que tengo coca rosa? —Alcé las cejas.

—¿Coca rosa? —Era la última tendencia, estaba muy de moda y era extremadamente cara.

—Si dejas que te la chupe, te doy una raya —. Esta conversación era de lo más inusual, yo suplicándole a mi novio por hacerle una mamada a cambio de droga. ¿Tan bajo había caído? Encima el muy capullo estaba dudando—. Vamos, J... —susurré masajeándole la entrepierna laxa. Que no la tuviera ni un poquito dura hacía saltar mi alarma, aquello ya era demasiado, le estaba suplicando.

—Lo siento. —Apartó mi mano.

No pensaba rebajarme tanto, si no quería estar conmigo podían darle por el culo.

—¡Pues tú te lo pierdes! —protesté indignada agarrando mis cosas.

—No te cabrees, vamos Celes, estudiemos, el lunes tenemos el examen y tú tampoco quieres otro año más de instituto.

—Me importa una mierda el puto examen y como sigas en este plan vas a terminar importándome una mierda tú.

—Estás pasándote. ¿Qué pasa que si no follamos en unas semanas, si no tenemos sexo no te sirvo? ¿Es eso? ¿Soy una polla para ti? —Solté mis libros con mala leche.

—Sabes que no es eso, estás haciéndome guerra psicológica y a mí no me la juegas. No me hagas pasar por tonta porque no lo soy, ya no me buscas cuando antes te bastaba que te soplara al oído para metérmela en cualquier parte y... —J dejó lo que estaba haciendo para ponerse en pie, agarrarme la cara y besarme con entusiasmo. Como es lógico respondí, y me complació que su entrepierna fuera despertando con lentitud.

La ProfesoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora