Capítulo 16

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México soltó una carcajada al ver que aquella gentil señora abría su bolso para que la cabecita de Paco se asomara.

— ¡Ay, Doña Lupita! Usted siempre sorprendiéndome. — decía entre risas mientras extendía su mano hacia el perrito, quien lamía su mano y se restregaba contra la misma buscando más caricias.

— Tú fuiste el que me dio un susto, mijito.

— Lo sé, siento haberla asustado tanto. — dijo el tricolor, tomando al canino entre sus brazos para acariciarlo.

— No tengo como agradecerle, señora Lupe. — Dijo Azteca, sonriendo a la ancianita.

—Fue Paco quien encontró a México, señora. — respondió Doña Lupe.

— Así que tú eres mi héroe ¿eh? ¿Quién es mi héroe? ¿Quién es mi héroe? ¡Tú! — decía el mexicano mientras acariciaba al perrito, quien movía su colita alegremente ante tantas muestras de afecto por parte del tricolor.

Doña Lupe miró hacia Perú, quien veía enternecido la escena. Al parecer todos los adultos tenían esa habilidad para detectar cuando alguien estaba enamorado, Doña Lupita no era excepción.

—Pero Paco no fue el único héroe, mijito. Tú también fuiste el héroe de Perucito.

Perú y México de inmediato se pusieron rojos, mirándose el uno al otro por un breve instante para después mirar a la viejecita.

— ¿A qué se refiere, Doña? — Preguntó el mexicano.

—Antes de traerte, despertaste y me dijiste que no dejáramos solo a Perú. Creo que lo estabas salvando de algo. — decía la ancianita, mirando hacia el techo en un intento de poder recordar perfectamente la escena.

Perú miró a México, quien tragó saliva y se fijó más en el pequeño Paco para tratar de no mirar a Perú directamente.

— A-Ah sí, es que la delincuencia está grave estos días, la gente navajea a todos los que se le cruzan en el camino. — decía dándole caricias a las orejas del perrito tratando de liberarse del momento.

Azteca sonrío mirando la escena, Tahuantinsuyo tuvo que cubrirse la boca con su mano para no dejar ver qué se reía. Esos dos eran adorables intentando esconder algo que resultaba obvio para todos menos para ellos dos.

—Por cierto, Perú. Creo que deberías descansar, pasaste toda la noche cuidando de mi hijo. — dijo Azteca con una sonrisa hacia el peruano.

—Bueno... La verdad es que no fue agotador. —Respondió el peruano, alzando ligeramente sus hombros con una pequeña sonrisa en el rostro.

—Insisto, deberías descansar. Siempre esforzándote en todo, eres un niño muy especial. ¿Verdad que lo es, México?

El tricolor miró a su madre y luego a Perú, parecía que el trabajo de los adultos era solo hacerlos ponerse rojos. México asintió, ahora mirando hacia el bicolor.

—Lo es. Muy especial.

Perú sonrío al tricolor, enternecido por sus palabras. Se sostuvieron la mirada durante unos segundos hasta que la madre del peruano le indico que era hora de ir a casa. Se despidieron y así ambos salieron de la habitación.

—Es un buen niño. — susurró Doña Lupe con una sonrisa, mirando por dónde había salido la familia peruana.

México sonrío, mirando de nuevo al perrito mientras le daba una última caricia. Perú no era un buen niño, Perú era mucho más que eso. Para el mexicano, Perú significaba todo lo bueno que podía haber, no le importaría volver al hospital si de esa forma mantenía seguro al peruano.

No quiero ser tu amigo. [MexPer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora