Capítulo 13.

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[Mientras los demás estaban en clase, antes del receso.]

Era aún temprano y los ladridos de aquel fiel canino sonaban por la calle. Su dueña, Doña Lupita, iba caminando varios metros detrás de su mascota haciendo pequeños "shh" para intentar callarlo sin éxito alguno, solo le quedó sonreír, resignándose.

—Un día se quejarán los vecinos, ya verás. —Dijo ella con una risita.

La de mayor edad se aproximó a su local, sacando su llavero para abrir. El perro se quedó a su lado unos momentos hasta que un olor familiar le llegó, por lo que se puso en alerta y miró alrededor, el olor era intenso, provenía del callejón a dos locales del de su dueña.

—Ven, está algo frío. Te pondré tus trapos en tu camita. — Dijo Doña Lupita, abriendo el local para entrar. Pero la detuvo la actitud que de pronto había tomado su canino.

El perro comenzó a olfatear caminando hacia dicho callejón, la dueña lo observó con curiosidad.

—Paco, ¿a dónde vas?

El perrito siguió avanzando hasta que se paró frente al callejón, comenzó a ladrar desesperado cuando reconoció el aroma del joven al que tanto quería. Doña Lupita se aproximó rápidamente a dónde estaba el perro.

— ¿Qué pasa? ¿Porque ladras tan-...?

La señora se cubrió la boca, completamente asustada de lo que sus ojos veían. Había una mancha de sangre esparcida, el olor comenzaba a llenarle las fosas nasales y se sintió ligeramente mareada al reconocer el brazo que estaba extendido en el suelo, como si hubiera tratado de arrastrarse para salir de ahí.

Paco siguió ladrando del mismo modo, acercándose hasta el joven tricolor para lamer su rostro en busca de que se levantara. Doña Lupita de inmediato se acercó.

— ¡Mijito! Ay Dios mío, ¡mijito! —Desesperada, salió corriendo del callejón para elevar más la voz. — ¡Ayuda! ¡Por favor alguien llame a una ambulancia! ¡Ayuda!

Para ese momento ya comenzaba a despertar la gente, así que sus gritos además de los escandalosos ladridos del perro alertaron a unos pocos vecinos, que de inmediato salieron de sus casas para acudir al llamado. Doña Lupita entró de nuevo al callejón, arrodillándose frente al cuerpo del tricolor, al lado del fiel Paco que no le abandonaba.

—Ay mijito, ¿quién te hizo esto? —Dijo entre sollozos, ella sabía que México no era alguien que estuviera metido en asuntos turbios ni nada por el estilo. —¡Alguien llame a la señora Azteca!

Los pocos vecinos que estaban presentes comenzaron a movilizarse, haciendo lo que ella decía. Ella ágilmente colocó un trozo de tela en la hemorragia para intentar detenerla, pero probablemente ya habría perdido bastante sangre.

—Perú... —Susurró adolorido el mexicano.

Doña Lupita miró al tricolor, esperanzada de que siquiera aún hablaba. Apretó más la tela, tomando torpemente una de las manos del tricolor con la mano desocupada.

—N-No... Lo dejen... Solo...

El mexicano volvió a quedarse completamente quieto luego de eso, Doña Lupita tuvo un terrible mal presentimiento así que pidió de inmediato que también fuera llamada la madre del peruano.

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— ¡Ya me quiero ir a mi casa! —gritó el paraguayo mientras hundía su rostro entre sus manos, sentado en su butaca.

—Paciencia, paciencia. —Dijo Ecuador con una risita.

— ¿Todavía nada de México? —Preguntó Perú, acercándose a Argentina.

Argentina negó, mostrándole el chat que compartía con el mexicano, dónde indicaba que su última conexión había sido del día anterior.

—Csm, no me gusta nada... — dijo el peruano con total preocupación, suspirando y sentándose en su silla.

El profesor volvió a entrar al salón cuando el receso dio por terminado. Por más que el peruano intentara concentrarse no podía, realmente no podía. Casi de inmediato entró rápidamente Tahuantinsuyo, abriendo de un portazo la puerta antes de que fuera cerrada por el profesor.

—Por favor profesor, necesito llevarme a Perú justo ahora. —Pidió la alterada madre.

El profesor miró hacia el peruano, quien se había levantado sorprendido de su asiento. El mayor asintió, dirigiéndose a Perú.

—Está bien, puedes ir.

—Gracias. —De inmediato tomó sus pertenencias y las guardó, colgándose la mochila en el hombro y saliendo apurado detrás de su madre.

Los latinos se miraron unos a otros sin poder comprender que acababa de pasar, pero el profesor continúo con la clase.

— ¿Que chucha está pasando? ¿Porque estás tan asustada?

Tahuantinsuyo miró a su hijo de reojo, volviendo a caminar rápido hasta salir de la escuela y ambos poder entrar a su auto.

—México...

Perú se alteró un poco al escuchar el nombre de su amado tricolor ser mencionado con esa voz tan preocupada.

— ¿Qué pasa con él?

—Lo encontraron en un callejón, terriblemente lastimado. Está en urgencias. —Dijo su madre, mirando con una pizca de tristeza hacia el camino por el que iban.

Perú sintió que todo en él se paralizaba. No podía ser posible... ¿México? ¿Pero quién podría haber hecho algo así...?

Perú se quedó sin aliento al pensarlo, de inmediato una sola persona llegó a su mente al tratar de buscar responsables. Era obvio, se trataba de Rusia. Rusia había atacado a México... Por su culpa. Si México no lo hubiera defendido aquel día de la fiesta, Rusia jamás lo hubiera buscado para vengarse.

—Ya casi llegamos. —Anunció su madre.

Perú apenas podía mantenerse tranquilo, era su culpa. Esa palabra no dejaba de rondar por su cabeza mientras su madre se estacionaba. Bajó del auto, aturdido por sus pensamientos, y siguió a su madre hasta entrar al hospital. De inmediato fueron al área de urgencias, dónde algunos doctores les impidieron el paso.

—Venimos con la señora Azteca y su hijo, nos necesita. —Trató de hablar calmada Tahuantinsuyo.

—Le pedimos por favor que esperen aquí, estamos aún atendiendo.

De pronto las enfermeras comenzaron a gritar por ayuda del doctor.

—Necesitamos más sangre! ¡Se está desangrando! —Gritaba Azteca desesperada.

— ¡México! ¡Déjenme pasar! —Gritó el peruano e intentó abrirse camino, desesperado por llegar al lado del mexicano.

— ¡No puedes pasar! Por favor quédate aquí hasta que lo salvemos! —Repetía el doctor, mirando a la madre del peruano en busca de ayuda.

Cuando Tahuantinsuyo logró tomar a su hijo, los doctores y enfermeras volvieron con el mexicano, no fue nada fácil lo que tenían que hacer para poder salvarlo, estaba en un estado grave.

A Perú no le quedó más opción que sentarse en la sala de espera, tomándose el cabello entre sus manos mientras suspiraba. De pronto pensó en los demás latinos, así que sacó su celular para mensajear a Argentina, avisándole lo que había sucedido y pidiendo que diera aviso a los demás.

Decidió él mismo mandar mensaje también a Usa, sabía que él también debía estar pensando en el tricolor. Una vez que mandó los mensajes guardó de nuevo su celular, sin esperar a respuestas.

Todo era su culpa.

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||° Creo que en este capítulo no hay notitas o datos que pueda agregar jsjs solo decir que para Perú fue algo un poco obvio que fuera Rusia el responsable de lo que pasó con México ya que él sabe perfectamente lo agresivo y tóxico que el ruso puede ser, aunque creo que eso lo dije ya en otro capítulo xd 

¡Gracias por leer! Nos vemos uvu <3 

No quiero ser tu amigo. [MexPer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora