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De noche, la enorme casa era un mar de silencio. Pero no daba miedo, contrariamente a lo que había pensado ____.

Al verla, había supuesto que un lugar con tantas ventanas a la oscuridad sería como el decorado de una película de terror. Casi imaginaba la secuencia donde la protagonista camina por unos pasillos tenebrosos cuando, de repente, se le apaga la linterna. Y se había equivocado por completo.

En lugar de resultar amenazadora, tenía algo de refugio. Quizá, por la calidez de sus paredes de troncos. o quizá por otra cosa. Pero, fuera cual fuera la razón, estaba encantada con ella; y lo habría estado más si Harry no hubiera tenido la costumbre de fruncir el ceño constantemente, aunque su actitud cambiaba cuando estaba con Holly. La trataba muy bien. Era paciente y cariñoso.

No lo había vuelto a ver desde que lo dejó trabajando. Había cenado solo y se  había encerrado en el salón, sin que ____ se interpusiera en ningún momento en su camino. No le quería molestar, así que acostó a su hija y encendió el televisor para matar el tiempo; pero su mente volvía una y otra vez a Harry, empeñada en conocer sus secretos y el sabor de sus labios.

Al final, se levantó y se puso a caminar en busca de un libro, pensando que la lectura le vendría bien. Y, al pasar por delante de la escalera, se rindió a la tentación de mirar hacia arriba, es decir, hacía el lugar donde estaban las habitaciones de Harry.

____ subía por las mañanas a limpiar, aunque todo estaba tan limpio que casi no hacía falta. Sin embargo, la excusa de quitar el polvo y pasar la aspiradora le había dado la ocasión de ver dónde dormía y cómo vivía. Su dormitorio era gigantesco; su cama, tan grande que habrían cabido cuatro personas; y el cuarto de baño, tan bonito que le arrancaba un suspiro cada vez que entraba.

Evidentemente, a Harry le gustaban los lujos. Paredes de pálido mármol verde, una ducha monumental y un jacuzzi pegado a un ventanal gigantesco, para poder disfrutar de las vistas. Vivía muy bien. Nadie lo habría podido negar. Pero también estaba muy solo, como demostraba el hecho de que no hubiera nada personal en sus habitaciones. Ni cuadros en las paredes ni objetos decorativos ni fotografías de ninguna clase.

Por supuesto, eso aumentó su curiosidad. Estaba con un hombre increíblemente sexy que había optado por alejarse del mundo y, para empeorar las cosas, le gustaba. ¿Se estaría dejando engañar por sus propias circunstancias? Era posible, teniendo en cuenta que había pasado mucho tiempo desde la última vez que la habían besado, tocado, amado.

____ sacudió la cabeza y siguió adelante sin darse cuenta de que sus pasos la llevaban al salón, donde se detuvo en seco. Harry estaba en uno de los sillones de cuero, justo enfrente de la chimenea de piedra. Había apagado la luz, y el destello de las llamas coqueteaba con las superficies y proyectaba sombras por todas partes.

–¿Necesitas algo? –preguntó él.

–Sí, un libro –acertó a responder.

____ entró y echó un vistazo a su alrededor. El salón era imponente de día, pero no tanto como de noche.

–Te lo devolveré cuando lo termine –continuó, nerviosa con la mirada hipnótica de sus ojos marrones–. Es que la televisión me aburre.

–Llévate lo que quieras.

–Gracias.

____ pasó cerca de Harry, y lo miró con más detenimiento. Tenía las piernas estiradas, con los pies apoyados en el borde de la chimenea. Y miraba el fuego con intensidad, como si estuviera buscando algo en él.

–¿Te encuentras bien?

–Sí –contestó sin mirarla.

____ se detuvo delante de una de las estanterías. Había de todo, con gran profusión de novelas de ciencia ficción y serie negra, que casualmente eran sus favoritas.

Magicas NochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora