06

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Harry ya no odiaba la noche.

Durante mucho tiempo, las horas nocturnas habían sido una tortura para él. El silencio, la oscuridad y la sensación de estar solo en el mundo se le hacían insoportables. Tenía demasiado tiempo para pensar. Y, cuando por fin se dormía, llegaban las pesadillas que lo despertaban de golpe o, peor aún, los sueños que lo condenaban a un despertar más desolador, porque acababa de estar con su esposa y su hijo.

Pero ____ había cambiado eso.

De repente, la noche ya no era un espacio enemigo, sino algo que esperaba con ilusión. Estar con ella y oír su voz y su risa se había convertido en lo mejor de sus días. Disfrutaba con su inteligencia y su sentido del humor, aunque él fuera objeto habitual de sus sarcasmos. Le encantaba que le hablara de los vecinos de Franklin, aunque no conociera a ninguno. Hasta le gustaba verla con su hija, aunque le recordara al suyo y le hiciera daño.

Harry no esperaba sentirse así. Pero tampoco esperaba sentir nada especial cuando le estrechó la mano y, sin embargo, lo había sentido. La deseaba, y _____ lo deseaba a él. Lo había visto en sus ojos.

Lamentablemente, el deseo hizo que se sintiera culpable, como si estuviera traicionando a su difunta mujer y, por si eso fuera poco, también se sintió inseguro. No se podía arriesgar a encariñarse de ella y perderla después.

Por primera vez en mucho tiempo, clavó la vista en el fuego e hizo lo contrario de lo que siempre hacía. En lugar de enterrar sus recuerdos, los desenterró; o intentó desenterrarlos, porque parecían envueltos en una niebla que no le dejaba ver con claridad. No distinguía el tono exacto de los ojos marrones de su esposa. No estaba seguro de cómo sonreía cuando estaba contenta ni de cómo apretaba los dientes cuando se enfadaba.

Luego, a poco a poco, la brumosa cara de Dani se transformó en la cara de ____ y, con su cara, llegó el sonido de su risa y el aroma de su cuerpo. ¿Qué le estaba pasando? No quería esas sensaciones. No quería desearla.

Harry se dijo que lo mejor que podía hacer era levantarse y salir del salón antes de que llegara. Pero se quedó allí.

-He traído más pastas.

Al oír su voz, Harry sintió un calor intenso. Y supo que estaba perdido.

-¿Qué forma tienen? ¿También de Papá Noel?

Ella sonrió.

-No, estas tienen forma de muñecos de nieve y árboles de Navidad.

Harry sacudió la cabeza.

-No tienes remedio -dijo.

____ dejó la bandeja en la mesita y se sentó a su lado, en un sillón aparte.

Luego, se llevó una pasta a la boca y bebió un poco de vino.

-El vino no se lleva bien con las pastas -afirmó Harry.

-Al contrario. Por separado, están geniales; y juntos, son una maravilla.

Harry se rindió a la tentación y alcanzó uno de los muñecos de nieve, que probó.

-Está muy bueno.

-Gracias -dijo ella, recostándose-. No ha sido tan difícil, ¿verdad?

-¿A qué te refieres?

-A hablar conmigo -respondió mientras cruzaba las piernas-. Llevo cinco días viniendo a verte al salón, y esta es la primera vez que no hablo sola.

Harry frunció el ceño y echó un trago de su copa para no sentirse en la obligación de decir nada. Ella tenía razón, desde luego; pero él no le había pedido que lo visitara todas las noches y se pusiera a hablar.

Al cabo de unos segundos, se dio cuenta de que ____ lo estaba castigando con su silencio y, como no podía soportarlo, dijo:

-No parece que te importara mucho.

-Bueno, confieso que me gusta hablar sola.

-No me digas -se burló.

-Pero es más divertido cuando los demás hablan.

Harry intentó no prestar atención al brillo de su cabello y sus ojos, que reflejaban la luz de las llamas; intentó no mirar aquellos labios que siempre estaban al borde de una sonrisa; intentó no admirar la forma de sus senos, claramente visible bajo su camisa azul; intentó apartar la vista de sus largas piernas, embutidas en unos vaqueros y no deducir nada del rojo de las uñas de sus pies.

Y naturalmente, fracasó.

Ardía en deseos de levantarla del sillón, tomarla entre sus brazos y asaltar su boca. Era una necesidad apremiante, abrumadora. Pero volvió a tener la sensación de que estaba traicionando a Dani, y fue tan desagradable que la pastita que se estaba comiendo le supo a ceniza.

Asqueado, alcanzó su vino y bebió.

-No sé qué estás pensando, pero no parece nada bueno -dijo ella.

-Haz el favor de salir de mi cabeza -bramó él.

Harry bebió de nuevo, haciendo un esfuerzo por recordarse que desear a ____ no implicaba que tuviera que hacer algo al respecto. Era lo que era, un viudo, un hombre que había perdido a su hijo. Se había encerrado en sus recuerdos porque ya no quería saber nada del mundo, y estaba decidido a seguir así. Pero, ¿sería capaz? ¿Tendría la fuerza necesaria? ____ había empezado a destrozar su aislamiento con su presencia física y sus charlas nocturnas.

-Sí, reconozco que ya no me gusta hablar con la gente -declaró, retomando su conversación anterior.

-Eso es obvio.

-Kaye suele dejarme en paz cuando está en casa.

-Lógico, teniendo en cuenta que a ella tampoco le gusta hablar con la gente -dijo, sonriendo-. Sois tal para cual.

-¿Kaye y yo? Vaya, no se me habría ocurrido nunca.

____ soltó una carcajada, y él pensó que el sonido de su risa era una tortura y un bálsamo a la vez. ¿Cómo era posible que se hubiera ganado su afecto en tan poco tiempo? Había asaltado sus defensas de un modo tan sutil que casi no se había dado cuenta. Y lo había conseguido en menos de una semana. Hasta había logrado que compartiera mesa con ellas y se interesara en los interminables discursos de Holly.

Si seguía así, terminaría olvidando que Holly no era hija suya.

-¿Se te ocurre dónde puedo encontrar un cachorro?

-No -respondió él-. No conozco a nadie de por aquí.

-¿Lo ves? Deberías salir más a menudo. Llevas cinco años en esta casa y no has hecho ninguna amistad.

-No vine a hacer amigos, ____.

-Pero eso no significa que no los puedas hacer -replicó, girándose hacia el fuego-. Si tuvieras contactos, me podrías ayudar con el asunto del perro... No sé qué hacer, la verdad. Ya le he comprado casi todo lo que quería, pero lo del perro me preocupa.

Harry no quería pensar en los sueños lúdicos de la pequeña. Se parecían demasiado a los del hijo que había perdido, y le recordaban los esfuerzos de Dani y de él por hacerlo feliz.

-Bueno, puedes comprarle un perrito de peluche y dejarle una nota donde Papá Noel se comprometa a llevarle uno de verdad cuando encuentre uno.

____ ladeó la cabeza y lo miró con una sonrisa en los labios.

-¿Una nota de Papá Noel?

-Sí, eso he dicho.

-¡Qué gran idea! Holly se quedará encantada cuando lea que está dispuesto a volver para traerle el perrito -declaró, asintiendo-. Podría incluir alguna especie de certificado con la firma de Papá Noel, para darle más importancia. Y hasta podríamos enmarcarlo y colgarlo en su dormitorio. Quién sabe, puede que se acabe convirtiendo en una de esas cosas que pasan de generación en generación, y que ella misma se lo regale a sus hijos.

Él se encogió de hombros, como si la felicidad de Holly le importara poco. Pero le importaba, y se preguntó qué pasaría cuando ____ y ella volvieran a su casa y se quedara solo otra vez. De repente, le parecía una perspectiva inadmisible.

-¿Por qué frunces el ceño? No me digas que he conseguido irritarte -dijo ella, sin dejar de sonreír.

-¿Cómo?

-Nada, olvídalo. ¿Qué has estado haciendo hoy?

-¿Te interesa de verdad?

-Por supuesto. Es la primera vez que te dignas a hablar conmigo durante nuestras citas nocturnas, y no la quiero desaprovechar.

-He empezado un nuevo proyecto.

-¿Otra mesa?

-No.

-¿Eso es todo lo que vas a decir? No es mucho, la verdad.

-Los hombres no somos charlatanes.

-¿Ah, no? Pues yo conozco a algunos que son incapaces de estar callados -ironizó-. Venga, dime lo que estás haciendo.

-Todavía no lo sé.

Ella tomó otro sorbito de vino.

-Tu forma de trabajar suena muy bien, ¿sabes? Pero yo funciono mejor con horarios fijos. Me gusta saber que las actualizaciones de las páginas web que llevo tienen que estar el lunes, y que las listas de correo deben estar el martes.

-Pues a mí no me gustan los horarios fijos.

-Lo sé. Precisamente lo he dicho porque, si aún no has empezado con ese proyecto, me podrías ayudar con el certificado de Papá Noel.

-¿Qué pretendes que haga?

-Dibujar algo bonito en los bordes del papel -respondió-. Eras pintor, ¿no?

____ lo dijo en un tono de voz tan suave que casi se fundió con el crepitar del fuego. Pero Harry se quedó helado de todas formas.

-Lo era.

Ella asintió.

-He visto obras tuyas en la Red. Son preciosas.

Harry echó un trago largo, intentando deshacer el nudo que se le había hecho en la garganta. ____ había visto sus cuadros, y quizá había visto algo más. Por ejemplo, las notas de prensa sobre el accidente. Por ejemplo, los cadáveres de su esposa y de su hijo. Por ejemplo, las fotos del entierro, donde su dolor y su desesperación le habían llevado a pegar un puñetazo a un fotógrafo que no dejaba de incordiar.

-Ha pasado mucho tiempo desde entonces -alcanzó a decir.

-Casi seis años.

Él la miró con ira.

-Sí, soy consciente de ello. ¿A qué estás jugando, ____? ¿Quieres sacarme información? No puedo decir nada que no sea ya de dominio público.

-No pretendo sonsacarte -se defendió ____-. Solo estaba hablando contigo.

-Pues yo no tengo ganas de hablar.

-Qué sorpresa -dijo con sorna.

-¿Qué demonios quiere decir eso?

Harry la volvió a mirar a los ojos y, al ver su brillo de irritación, la maldijo para sus adentros. Desde su punto de vista, ____ no tenía derecho a enfadarse. No era él quien se estaba metiendo en la vida de ella, sino ella quien se estaba metiendo en la de él. Casi echó de menos a Kaye, quien nunca había tenido el mal gusto de interrogarlo al respecto.

-Que lo sabía. Sabía que no querrías hablar de lo que pasó.

-Pero has sacado el asunto de todas formas -dijo en tono acusatorio-. ¿Por qué, ____? ¿Te ha ofrecido dinero algún periodista? ¿Todavía no se han cansado de escribir artículos sobre mí? ¿O es que quieres escribir un libro con lo que me saques?

____ se puso furiosa.

-¿Cómo te atreves a decir eso? ¿Me crees capaz de hacerte algo así? Yo no traicionaría nunca a un amigo.

-Oh, vaya, ¿ahora somos amigos?

-Lo podríamos ser si no vieras enemigos por todas partes.

-¿Cuántas veces quieres que te diga? No vine aquí a hacer amistades - bramó, perdiendo la paciencia.

____ respiró hondo, intentando tranquilizarse.

-Descuida, lo has dejado bastante claro. Pero no busques problemas donde no los hay. He dicho eso porque sé lo que hacías, y es ridículo que finja lo contrario.

Él se llevó una mano al pecho.

-No tienes que fingir nada. Solo tienes que olvidar el asunto.

-¿Y de qué serviría eso? Lo siento, Harry, pero...

-No hay peros que valgan -la interrumpió-. Y, por Dios, no me digas que lo sientes. He recibido más condolencias de las que podía aguantar. Ahórrame las tuyas, por favor.

Harry se pasó una mano por el pelo, desesperado.

Estaba en la casa que, durante mucho tiempo, había sido su refugio. Se había marchado allí huyendo del acoso de la prensa y del bombardeo emocional que sufría por parte de su familia, cuya compasión le ahogaba. Se había ido a las montañas para dejar de ser el hombre que había sido, un hombre tan deseoso de crear belleza que no se acordó de la belleza de su propia vida hasta que se la arrebataron.

-Lo comprendo, Harry. Pero lo siento de todas formas -dijo ella.

____ le puso una mano en el brazo, y él sintió un calor tan erótico que lo apartó inmediatamente. Llevaba demasiados años sin sentir nada parecido.

-Pretendas lo que pretendas, deberías saber que no quiero más relaciones amorosas. No quiero más mujeres, no quiero más hijos, no quiero más pérdidas.

Ella lo miró con una mezcla de afecto e irritación.

-Todo el mundo pierde, Harry. Su casa, su empleo, sus seres queridos... Pero no te puedes aislar con la esperanza de dejar de sufrir, porque no funciona. Además, la forma de reaccionar a las pérdidas define el tipo de persona que eres.

Harry pensó que no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. No la podía tener, porque no había pasado por lo mismo.

-¿Y qué pasa? ¿Que no te gusta mi forma de reaccionar? ¿Es eso? Porque, si lo es, no eres la primera persona que lo dice.

-El dolor no va a desaparecer porque te escondas -insistió ella.

Harry respiró hondo. La oscuridad del exterior parecía estar más cerca que antes, como si se hubiera filtrado por alguna rendija y se estuviera cerrando sobre la luz del fuego, que daba la impresión de retroceder.

-No sabes lo que dices, ____.

Ella ladeó la cabeza, y unos mechones rubios le cayeron por la mejilla.

-¿Crees que eres el único que ha sufrido?

Harry sacudió la cabeza. No había insinuado tal cosa, pero su tragedia le dolía tanto que no le importaban las de los demás.

-Olvídalo ya. Estoy cansado.

-Oh, no, no te vas a escapar tan fácilmente. ¿Crees que no me puedo poner en tu lugar? -dijo, clavando en él sus ojos azules-. Mis padres murieron cuando yo tenía ocho años. Crecí en casas de acogida, porque nadie me quería adoptar. No eran tan linda como esperaban. O les parecía demasiado mayor.

-Maldita sea, ____...

Esta vez fue ella quien lo interrumpió.

-Nunca fui del todo real para ninguna de las familias que me permitían vivir en su casa. Siempre era la de fuera, la ajena, la que no encajaba. Y tampoco tenía amigos, así que hice un esfuerzo y salí a buscarlos.

-Me alegro por ti.

-No he terminado de hablar. Tuve que luchar por todo lo que tengo, por todo lo que soy. Quería formar parte de algo. Quería una familia, ¿sabes?

Harry abrió la boca, pero ella alzó una mano para que la dejara seguir. Y fue una suerte que él no se atreviera a desafiarla, porque se habría arrepentido.

-Conocí al padre de Holly cuando estaba diseñando su página web. Era un hombre maravilloso, y me quería mucho. Pensé que estaríamos juntos para siempre, pero nuestra relación se rompió cuando le dije que me había quedado embarazada.

-Eso no es ninguna tragedia, ____ -le recordó Harry-. Lo habría sido si él hubiera fallecido de repente o si te hubiera arrebatado a Holly y se la hubiera llevado para que no la volvieras a ver. No se parece nada a lo que me pasó.

-No, pero...

-No sabes de lo que hablas -insistió él, harto-. No lo puedes saber. Y no voy a permitir que me juzgues como si lo supieras y me obligues a dar explicaciones sobre mi propia vida.

-¿Y qué piensas hacer? ¿Seguir escondido hasta que te mueras?

Harry se enrabietó.

-¿Y a ti qué te importa lo que yo haga?

-Me importa mucho. Te he visto con Holly -dijo, inclinándose hacia él-. He visto tu dulzura, y el efecto que causa en ella. Mi hija necesita un hombre en su vida.

-Oh, basta ya. Yo no tengo madera de padre.

-¿Ah, no? Sabes que eso no es verdad. Pero, si prefieres seguir solo y fingir que vives en una isla desierta, adelante.

-Soy feliz así.

-Mentiroso.

-No me conoces, ____.

-Eso te gustaría creer. Eres más transparente de lo que piensas.

Él sacudió la cabeza.

-Estás aquí para cuidar de la casa, no para psicoanalizarme.

-Pero puedo hacer muchas cosas al mismo tiempo, ¿recuerdas? Soy multitarea -dijo con una sonrisa.

A Harry le molestó profundamente que sonriera, porque ese detalle le recordó el problema de fondo, el verdadero problema: que la deseaba. Incluso era posible que la deseara porque era capaz de sonreír hasta en mitad de una discusión. Y, para empeorar las cosas, ____ tenía parte de razón en lo que estaba diciendo. Se podía aislar, sí, pero sus secretos estaban al alcance de cualquier persona con una conexión a Internet.

-Esto no una sesión con el psicólogo -continuó ella, mirándolo con frialdad-. Solo es una conversación.

-Sobre mi vida -le recordó.

-Lo sé, y...

-No vuelvas a decir que lo sientes.

-¿Cómo no voy a decirlo, si lo siento de verdad?

-Maldita sea -dijo él, suspirando.

Harry deseó huir. De repente, tenía la sensación de que estaban demasiado cerca. Notaba el aroma de su champú y un olor a flores que no pudo identificar. ¿Jazmín, quizá? ¿Lilas? Fuera lo que fuera, la deseaba más que nunca.

-Sin embargo, eso no es lo único que siento -declaró ella-. También estoy enfadada.

-Y yo.

-Me alegro, porque el enfado es una emoción, lo cual demuestra que no has dejado de sentir -replicó, sorprendiéndolo por completo-. Y está bien que concentres tu amor en el trabajo con la madera, porque eres muy bueno.

Él asintió y lanzó una mirada a la puerta, que estaba abierta. Pero le pareció tan remota como las posibilidades que tenía de fugarse.

-Sin embargo, deberías volver a pintar -prosiguió _____-. Los mundos que creabas eran mágicos, sublimes.

Harry se dijo que su antigua magia había desaparecido, y que era mejor así. Sin embargo, tuvo que reconocer que nadie le había hablado nunca de esa manera, obligándolo a recordar, a afrontar sus fantasmas y a afrontarse a sí mismo. En parte, se había alejado de sus padres y su hermana porque eran excesivamente cuidadosos y hablaban como si estuvieran en una cuerda floja, siempre con miedo de decir o hacer algo inadecuado.

Por buenas que fueran sus intenciones, su actitud hacía que se sintiera culpable y, al final, decidió marcharse a un sitio donde pudiera estar tranquilo, sin tener que soportar la condescendencia y la compasión de los demás. ¿Quién iba a imaginar que se las vería con ____, un enemigo mucho más temible?

-¿Por qué dejaste la pintura? -siguió ella.

-No quiero hablar de ese asunto. Es demasiado personal.

Harry se levantó, se alejó de ____ y, acto seguido, volvió sobre sus pasos y le lanzó una mirada cargada de rabia que, por lo demás, no tuvo ningún efecto en ella. No era de las que se asustaban con facilidad. Creía en sí misma todo el tiempo, aunque no tuviera razón. Y Harry lo encontraba admirable.

-Ya te lo he dicho, pero te lo repetiré. No me das miedo, Harry -dijo, como leyéndole el pensamiento.

-Pues es una lástima -masculló.

Harry le volvió a dar la espalda, acordándose de que su madre le había advertido sobre los peligros de convertirse en un gruñón que mascullara constantemente. Pero ____ se incorporó y lo agarró del brazo.

-Basta. Habla conmigo -le instó.

Él miró su mano, intentando no sentir lo que sentía. Era como si todas las células de su cuerpo se hubieran despertado al mismo tiempo.

-¿Cómo quieres que te diga que no quiero hablar de eso?

-Pues no hables de eso. Quédate conmigo, háblame de cualquier otra cosa -dijo, respirando hondo-. A decir verdad, no tenía intención de sacar ese tema.

-Entonces, ¿por qué lo has hecho?

Ella apartó la mano, y él lo lamentó al instante.

-Porque no me gusta mentir.

-¿Mentir? -preguntó, frunciendo el ceño-. No te sigo.

____ cruzó los brazos por debajo de los senos y, al alzarlos inconscientemente, Harry no tuvo más remedio que admirar sus deliciosas curvas.

Desesperado, sacudió la cabeza e intentó concentrarse en lo que decía.

-Yo no sabía lo que te había pasado. Lo he descubierto hoy, y me ha parecido que no decir nada era equivalente a mentir.

Harry pensó que era un argumento bastante retorcido, aunque no exento de validez. A él también le disgustaban las mentiras, excepción hecha de las que decía a su madre para que no se preocupara demasiado. Sin embargo, habría preferido que ____ fingiera no haber descubierto nada y lo dejara en paz.

-Bueno, está bien. Ya has limpiado tu conciencia. Y ahora, ¿podemos pasar a otra cosa?

Harry intentó alejarse de nuevo, y ella lo agarró una vez más. Pero, en esta ocasión, él se giró y la tomó entre sus brazos, dejándola boquiabierta. La sensación de estar pegada a su cuerpo era abrumadoramente animal, pura, instintiva.

Un segundo después, él pasó los dedos por su rubio cabello, le inclinó la cabeza y la besó con toda la frustración, toda la rabia y todo el deseo que había acumulado.

La perplejidad de ____ dio paso a una necesidad tan intensa que llevó las manos a su cintura y lo apretó un poco más, lo cual avivó la pasión de Harry. Estaba fuera de sí. La besaba como si no nada fuera suficiente, como si su hambre exigiera más, mucho más. Había estado pensando en ella desde que llegó, esperando ese momento. Pero jamás habría imaginado que perdería hasta el sentido de la realidad.

Quería quitarle la ropa. Quería cerrar las manos sobre sus senos y succionarle los pezones mientras escuchaba sus gemidos de placer. Quería mirar sus azules ojos y verlos ardiendo de excitación. Quería sentir sus manos en la piel, aferrada a su cuerpo como si la vida le fuera en ello. Y se aferraba. Le hacía saber sin la menor sombra de duda que ella sentía lo mismo, que también estaba atrapada en sus propias necesidades y deseos.

Sin dejar de besarla, la llevó al sofá más cercano y se tumbó a su lado, con su corazón latiendo tan deprisa que tenía la sensación de que le iba a estallar. Ella se arqueó contra su cuerpo y retrocedió lo justo para permitir que la acariciara de arriba a abajo. Pero seguía sin ser suficiente. Harry necesitaba sentir su piel, su calor; así que le desabrochó los vaqueros, bajó la cremallera y le metió una mano.

Al sentirlo bajo sus braguitas, ella volvió a gemir. Y, cuando la acarició entre las piernas, se agarró a sus hombros con todas sus fuerzas.

A Harry le encantó el contacto de su sexo: suave, húmedo, caliente, una tentación que lo empujó a acariciarla una y otra vez, a introducir los dedos y volver a sacarlos, a frotarla, a tocarla apenas y a jugar con todos los matices de la intensidad hasta llevarla al borde de la locura.

-Oh, Harry... -dijo con voz ronca.

Harry se preguntó cuándo había empezado a ser tan importante para él, qué había pasado para que el deseo de tocarla se volviera apremiante. No encontró respuesta alguna, pero eso no impidió que asaltara de nuevo su boca mientras ella se retorcía contra sus dedos, urgiéndolo a acelerar el ritmo, ansiosa por llegar al orgasmo.

Cuando por fin llegó, Harry se sintió increíblemente satisfecho. Todo lo que ____ sentía se reflejaba en sus ojos, en sus rasgos, hasta en la textura de su piel. Fue tan sorprendente que no apartó la vista de ella. ____ Curran era una revelación, y lo era en tantos y tan distintos sentidos que tuvo la seguridad de que nunca podría conocerla por completo.

Pero no necesitaba conocerla por completo para saber lo que tenía que hacer entonces: abrazarla durante todo el camino, seguir pegado a ella mientras la ola del clímax ascendía y rompía finalmente en la playa.

____ se quedó sin aliento, y él, más excitado que antes.

Ardía en deseos de tomarla. Tenía que tomarla.

-Harry, necesito...

Harry supo exactamente lo que necesitaba, porque era lo mismo que necesitaba él.

Sin perder el tiempo, sacó la mano de sus pantalones con intención de desnudarla y quitarse la ropa. En ese instante, habría jurado que nunca había sentido nada parecido, nada tan arrebatador. Como si la necesidad de dar placer a una mujer y formar parte de ella fuera lo más importante del mundo.

Habría jurado que no se había sentido así ni con la propia Dani.

Desgraciadamente, el recuerdo de su difunta esposa tuvo el efecto de un jarro de agua fría. ¿Qué demonios estaba haciendo?

Harry se apartó de ella y la miró como si fuera un ciego que había recuperado la vista de repente. Intentó recuperar el equilibrio, pero no pudo. Su propia mente le estaba gritando que era un canalla por excitarse más con ____ que con Dani. Le estaba exigiendo que lo negara, aunque fuera mentira. Le estaba pidiendo que enterrara esas emociones y volviera a ser el hombre que no sentía nada. Era más seguro.

-No puedo -dijo, sacudiendo la cabeza-. No puedo.

Harry se levantó del sofá y se alejó unos pasos.

-Claro que puedes -replicó ella, algo confundida-. Lo estabas haciendo muy bien.

Él la miró. Se había tumbado bocabajo, con el pelo revuelto y los codos apoyados en los cojines. Era la viva imagen de la tentación.

-No, no es posible -insistió, entrecerrando los ojos-. No puedo pasar otra vez por eso.

-Será mejor que hablemos, Harry.

Él soltó una carcajada sin humor.

-Hablar no solucionaría nada -afirmó-. Me voy al taller.

Harry se dirigió a la salida, y ella lo miró con desconcierto. Aún sentía el eco de sus besos en los labios. Su corazón seguía desbocado. Y habría salido tras él si no hubiera tenido miedo de que sus temblorosas piernas la traicionaran.

¿Qué diablos acababa de pasar?

¿Y qué podía hacer para que pasara de nuevo?


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