Payasa

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Natalia es payasa de profesión y Alba la tía del niño de la comunión. 

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No había nada peor que una comunión.

De normal se contrataban payasos solo en cumpleaños de niños de entre 5 y 7 años, aún eran muy inocentes y se sorprendían con los trucos más tontos o simplemente con que les regalases un globo en forma de perrito, pero las comuniones eran otra cosa. Los niños ahí ya tenían nueve o diez años y el payaso no iba a contarles historias y hacerles reír, sino a dejarse golpear y humillar por pequeños monstruos que se creían muy mayores y disfrutaban riéndose de cualquiera que les pareciese diferente, débil o ridículo.

Aun así, los padres seguían teniendo la maravillosa idea de contratar payasos en todas y cada una de las fiestas de después de la comunión. No lo admitirían jamás, pero era su forma de pasarle el marrón de cuidar de sus hijos a otra persona. Como una niñera para tanto niño saldría muy cara, me contrataban a mí, la payasa Tomasa. ¿Que por qué un nombre tan extremadamente vergonzoso? Pues porque ante la desesperación de necesitar un trabajo urgente, firmé el contrato sin leerlo y dos días después me encontré con la sorpresa de que el nombre tenía que decidirlo antes de firmar o me lo impondrían ellos.

Ahora llevando ya cuatro meses en este trabajo ideal, me gustaría poder decir que me he acostumbrado, pero sería mentira. A falta de diez minutos para llegar al chalet en el que se celebraba la fiesta hoy, yo estaba rezando a todos los dioses en los que no creo para que por una vez los niños fuesen benévolos y simplemente pasasen de mí. Con tener a dos bebés de tres o cuatro añitos riéndome las gracias yo estaría ya feliz.

Aparqué el coche en la zona que indicaban los carteles que era el párquing para invitados y me paré un segundo frente a la puerta para respirar. Venía ya vestida con la ropa de colores llamativos, la peluca roja y rizada y la cara pintada. Al fin me atreví a tocar el timbre y ni cinco segundos pasaron cuando una mujer joven y rubia abrió la puerta. Los ojos se le abrieron muchísimo al verme, pero al instante fue consciente de lo que pasaba e intentó disimular. Yo sabía perfectamente que mis pintas sorprendían e incluso asustaban un poco así de primeras, así que simplemente sonreí un poco para parecerme menos a un payaso psicópata.

—Hola, soy la Payasa Tomasa. —Tener que presentarme así delante de una chica guapa y de mi edad era de las cosas que más vergüenza me daban de mi trabajo, pero la empresa me obligaba a hacerlo.

Ella quiso que no se notara, pero fue muy obvia la carcajada contenida que le salió al oír mi nombre artístico.

—Vaya, hola, encantada. No sabía que mi hermana había contratado una... payasa. Adelante, pasa.

Me dejó entrar y me guio hasta el jardín trasero sin pasar por el comedor para que los niños no me viesen.

—Los niños están comiendo, el plan es que les hagas tu espectáculo cuando acaben para que estén un ratito sentados mientras hacen la digestión, no vayan a querer tirarse a la piscina o jugar a las carreras y acaben con más comida fuera que dentro.

—Pensaba que tu hermana no te había dicho que venía —hablé con tono suspicaz al ver que la rubia estaba al tanto de todo, al contrario de lo que ella misma me había dicho.

—Bueno se supone que eres una sorpresa para los pequeños y mi hermana se empeñó en que con mi 1,60 yo entraba en esa categoría también. —La risa se me escapó sin control y ella me miró con falsa indignación—. Oye, menos risas, payasa, que yo pensaba que contrataría a una princesa o una persona de estas que preparan mil juegos para los niños, vaya decepción me he llevado.

Multiverso Albalia | One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora