Yoga en el insti

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A Natalia le juegan una mala pasada en el instituto haciendo públicos sus sentimientos hacia Alba y la cosa se pone incómoda entre ellas.

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Llevábamos un buen rato en la habitación. Yo estaba sentada en la cama fingiendo que miraba el móvil, pero atenta a cada uno de sus movimientos, y mientras, ella iba cambiando la música que sonaba en mi tocadiscos. Ojeaba todo lo que tenía en la estantería como si no lo hubiese visto nunca, como si fuese la primera vez que entraba aquí, pero la realidad era que esa rubia preciosa, que me volvía loca, era mi mejor amiga desde que empezamos el instituto. Había dormido en mi casa mil veces y mi dormitorio ya casi se podía considerar suyo, hasta en mi armario había un hueco para su ropa.

Lo normal entre nosotras era estar cómodas tanto hablando como en silencio, tanto interactuando como yendo cada una a la suya, pero hoy se palpaba la tensión en el ambiente.

Me la habían jugado. Una chavala había estado acercándose mucho a mí últimamente, era guapa y maja, así que le seguí el rollo. Un polvo no le viene mal a nadie, pensé. Pero fue un error. Una mañana decidimos saltarnos las clases y venir a mi casa. La dejé en mi habitación mientras iba a por unas cervezas, pero cuando volví me dijo que se tenía que ir. Ingenua de mí, creí que se había puesto nerviosa por lo que parecía que iba a pasar entre nosotras. Al día siguiente, me encontré los pasillos del instituto empapelados con las páginas de mi diario.

Me daba igual que se supiese que tenía un diario. No me parecía ninguna cursilada, poner por escrito las cosas que me preocupaban y que no podía sacarme de la cabeza siempre había sido una gran herramienta de gestión emocional, para mí. El problema era que justo por eso, en esas hojas estaban plasmadas todas las dudas y sentimientos que tenía hacia Alba.

Bianca, la ladrona, se había encargado, junto a sus amigas, de leer cada palabra y subrayar lo que les pareció más jugoso.

El día había sido una mierda para mí, obviamente. Mis amigos habían intentado coger todos los papeles para que nadie más los leyera, pero ya era demasiado tarde. La gente había hecho fotos y se las pasaban de unos a otros contando los chismorreos. 

Al salir al patio junto a Alba, todos se giraron hacia nosotras para corear un «Ohhhh» de burla. Ella había intentado hacer como si nada, pasar del tema y seguir tan tranquilamente con nuestra amistad, y eso era probablemente lo que más me había dolido del día de hoy. Era un rechazo silencioso que me hacía sentir terriblemente avergonzada porque sentía que cada vez que me miraba en su cabeza estaba pensando en lo ridícula que le parecía. Intentaba decirme a mí misma que Alba no era así, pero lo que realmente necesitaba para quitarme esos fantasmas de la cabeza era hablar con ella. El inconveniente de eso es que me tendría que tragar otra vez el rechazo, y dudaba que dos rompeduras de corazón en un mismo día fuesen bien para la salud. Además, le haría pasar un mal rato y después seguro que se quedaría un ambiente raro entre nosotras y no sabríamos cómo actuar.

Al acabar las clases, se había venido conmigo a casa porque era lo que siempre hacíamos los viernes. Mis padres trabajaban, así que la casa estaba vacía y a nosotras nos daba por ponernos en modo cocinitas, comer juntas y echar la tarde viendo una peli, escuchando música o saliendo a pasear. Supongo que cambiar de plan habría significado admitir que las cosas estaban ya raras entre nosotras, por eso ninguna de las dos trató de cancelarlo.

Habíamos comido incómodas, intentando hacernos reír la una a la otra como habríamos hecho cualquier otro viernes, con la diferencia de que hoy nuestras bromas no tenían gracia. Parecía que se nos hubiese estropeado el cerebro y no nos quedase ni una pizca de ingenio.

Multiverso Albalia | One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora