14 de febrero

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Alba y Natalia se conocen un 14 de febrero en el patio del recreo.

💛


2008

Era catorce de febrero. Un día cualquiera en la clase de tercero de primaria de la señorita Amparo. «Hay un amigo en mí» empezó a sonar a través de los altavoces, señal de que era la hora del patio. Los niños salieron en avalancha del aula. Todos menos una.

A la pequeña Natalia le ponían nerviosa las muchedumbres. Prefería quedarse atrás y esperar a que el ambiente se relajara un poco. Recogió con tranquilidad y guardó sus cuadernos en la mochila. Por último, abrió el bolsillo pequeño para sacar el bocadillo que le había preparado su padre esa mañana.

Qué sorpresa se llevó al encontrarse un pequeño sobre rosa junto a su almuerzo.

En la clase solo quedaban ella y la maestra, que se dedicaba a revisar su agenda y recoger papeles. Lo hacía para darle tiempo a la niña a salir de allí con tranquilidad, sin la presión de alguien mirándola fijamente y metiéndole prisa. Eso Natalia no lo sabía, pero la hacía sentir cómoda, así que se atrevió a leer la carta sin tener que ir a ningún sitio a esconderse.

Suponía que sería de sus padres, que de vez en cuando le ponían notitas diciéndole lo mucho que la querían. Aún no sabía leer en su cabeza, así que fue susurrando cada sílaba.

Ola Natalia tengo galletas de corzaones porqe es sanvalentin qieres comerlas conmigo? Tespero enel banco dela fuente.

A la pequeña morena se le iluminaron los ojos. Era muy tímida y la única amiga que había hecho en el cole, se había mudado a otra ciudad en verano, así que le tocaba almorzar todos los días sola.

Cerró la mochila y fue corriendo al patio, donde vio a su compañera Belén sentada en el banco. La extrañó un poco verla a ella. Justamente Belén, era de las que alguna vez se habían reído de ella por ser muy alta, llevar el pelo corto «como un chico» o tener los dientes de delante demasiado separados.

Cualquier excusa les servía para hacerle burla cuando se aburrían.

Aun así, pensó que tal vez quería hacer las paces y se encaminó hacia ella con una sonrisa bien grande, pero no lo suficiente como para que se vieran sus dientes, no fuese a ser que al verlos, Belén cambiase de idea y se echara a reír.

—Hola —saludó con timidez y las mejillas algo rojas.

—Hola, Natalia, has tardado un montón. Siéntate venga.

La morena le hizo caso y esperó callada a que la otra dijese algo más.

—Toma, es para ti.

Belén le tendió una bolsita de tela y Natalia la abrió y metió la mano para coger una galleta.

Vaya sorpresa se llevó al tocar algo cilíndrico y ligeramente húmedo. Sacó la mano y se la encontró llena de gusanos. Dio un grito y empezó a mover su extremidad con agobio tratando de quitárselos.

Los amigos de Belén estaban escondidos en los toboganes y aparecieron delante de ella muertos de la risa.

Natalia solo era capaz de llorar y restregar su mano contra su pantalón para asegurarse de que no quedaba ningún bicho.

—¡Natilla es una llorica!

—¡Natilla come bichos!

Los niños gritaban a su alrededor formando un corro y la morena estaba muy asustada. No la dejaban salir, así que solo pudo sentarse en el suelo y hacerse una bolita.

Multiverso Albalia | One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora