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Mantenemos secretos en una mentira, y si ellos se enteran, irá todo mal.

Habían pasado dos meses desde aquel encuentro entre ambas pelinegras -bueno, Yeji ahora era una mezcla entre rubia y castaña-, y desde ese día ambas se habían vuelto muy cercanas. Yeji se preocupaba por Ryujin y le animaba a hacer cosas que ella no podría, mientras que la más pequeña le jugaba bromas y le advertía de las consecuencias si pensaba que algo podría salir mal, aun así, también cuidaba de su mayor.

Para fortuna de Yeji, Ryujin y Chaeryeong se llevaban muy bien, ambas a pesar de ser tímidas congéniaron en muchas cosas cuando se conocieron, la mayor pensaba que tal vez se debía a que tenían casi la misma edad y aún iban a la escuela de vez en cuando.

—¡Apúrate Ryujin!

Era fin de semana, Chaeryeong se despidió temprano ya que se quedaría con su familia durante sus días libres. Yeji y Ryujin se encontraban aburridas en la cafeteria de la empresa, cuando la mayor tuvo la idea de ir a un parque cercano y tener un picnic a la hora del almuerzo, no llevaban comida casera, pero con los sandwiches, galletas y juegos que había en la cafetería bastaba.

Ahora estaban en aquel parque, era temprano así que no había mucha gente, la idea de Ryujin era sentarse en el cesped que se encontraba al lado del camino, hasta que la castaña observó un lindo kiosko pequeño sobre un montículo no muy grande, según la mayor, las piernas de la pelinegra no opinaban lo mismo.

—¡Ya no puedo! —gritó la pequeña dejándose caer al cesped.

Escuchó la risa de Yeji algo lejos. Pasaron al rededor de tres minutos cuando sintió un peso sobre ella, abrió lentamente los ojos, acostumbrandose a la luz del sol que se colaba entre los arboles, para terminar viendo a su amiga sobre ella, sonriendo, se veía preciosa con el cabello desordenado y la luz cubriendo su rostro.

—Hola yeddeong. —murmuró Ryujin sonriendo.

—Hola. —correspondió encorvando su espalda para terminar dandole un beso en la mejilla. Sorprendiendo un poco a la contraria.

—¿Qué fue eso?

—No lo sé, quise hacerlo. —respondió como si se tratara de la cosa más simple bajando de su amiga y acostandose a su lado. Giró su rostro encontrandose con el de Ryujin.

—Hazlo más seguido.

—Bien —la mayor se levantó extendiendo su mano—. Vamos, tengo hambre.

Ambas llegarón al kisoko dónde había una mesa hecha de cemento en el centro, así como unas pequeñas bancas al rededor de este, desenvolvieron sus sandwiches y empezaron a comerlos, no había mucho ruido por lo que Yeji pidió a su amiga que pusiera música. Le gustaba la música de Ryujin.

—¿Iremos a ver a los patos? —preguntó de repente Ryujin con las mejillas llenas de comida.

—¿Quieres ver a los patos? —la pequeña asintió—. Iremos a ver a los patos.

Habían pasado dos horas desde el almuerzo, las dos chicas se encontraban sentadas frente al lago dónde se supone habría muchos patos, pero al parecer no estaban de humor, pues solo había agua, agua y más agua

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Habían pasado dos horas desde el almuerzo, las dos chicas se encontraban sentadas frente al lago dónde se supone habría muchos patos, pero al parecer no estaban de humor, pues solo había agua, agua y más agua.

—Tal vez siguen dormidos. —murmuró Yeji rodeando con un brazo a su amiga quien se encontraba con un puchero en los labios.

—Ya vamonos. —pidió la menor apoyando su barbilla en sus manos.

—Ryu...

—Vine a ver patos, y no hay ninguno.

—Ryujin...

—¡Incluso traje semillas!

—¡Ryujin! —la mayor tomo su rostro, abultando un poco sus mejillas al hacerlo, tomo su brabilla y giró su cabeza lentamente— ¡Pato! —gritó la mayor recibiendo instantaneamente un golpe en su frente—. ¡Ouch!

—Lo vas a asustar. —regañó mientras dejaba un puñado de semillas en el suelo, sonriendo al ver que el patito se acercaba a las semillas, picoteo un par de veces y empezó a comer. Ryujin era la más feliz en ese momento.

—¿Y ahora que? —susurró la mayor abrazando el estómago de la morena y apoyando la barbilla en su hombro.

—Lo vemos comer.

—¿Y ya? —su amiga asintió provocando de resoplara—. Bien, solo porque yo también estuve esperando a ese pato.

La menor sonrió, bajando la mirada por unos segundos, se aseguró que nadie estuviera cerca y se giró para dar un rapido beso en la mejilla de la castaña. Rió al ver su reacción, su boca abrieta casi sonriendo, sus cejas levantadas y sus ojos muy abiertos. Estaba sorprendida.

—Quise hacerlo. —respondió la pelinegra imitando a la mayor hace unos momentos.

—Touche. —murmuró para volver a ver al patito terminar sus semillas. No importa si tuviera que ver como un helado se derretía a detalle, si era con Ryujin se volvía lo mejor del mundo.

 No importa si tuviera que ver como un helado se derretía a detalle, si era con Ryujin se volvía lo mejor del mundo

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FRIENDS || RYEJIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora