DOS.

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Serkan:

El taxi desaparece de mi vista al doblar la curva que se encuentra antes de llegar a Art Life, dejándome solo frente a ese lugar que parece ser mío pero que no soy capaz de reconocer, al fin y al cabo, parece un edificio como tantos otros que he observado a lo largo de estos días.

Los nervios me consumen sin sentido alguno. Soy consciente de que todo puede cambiar en el preciso instante en el que atraviese esa puerta, y tengo miedo. Miedo de no recordar, de no reconocer a las personas, de ver la desilusión en sus ojos. Todos esperan que el hombre que entre por esa puerta sea el imponente Serkan Bolat del que tanto he leído a lo largo de estos dos meses, sin embargo, el hombre que soy ahora está muy lejos de parecerse al de aquellas revistas. Aunque tal vez de momento no esperen nada, tal vez solo crean que estoy muerto en el fondo de ese mar.

Dejo escapar un suspiro de mis labios y cierro los ojos con fuerza mientras tenso la mandíbula. El momento ha llegado y debo enfrentarlos, debo dejar el miedo a los recuerdos atrás, debo recordar quién soy.

Eda:

— Leyla, necesito los informes del proyecto con Emre bey. Mañana tenemos una reunión con él y quiero estar preparada.

Estos dos meses han sido demasiado duros en todos los sentidos. Ni siquiera soy capaz de entender como puedo estar aquí, atendiendo todos estos asuntos mientras mi mente sigue pensando en el hombre de ojos verdes que no sale de mi cabeza. Sí, definitivamente estoy aquí por él, para que cuando regrese se sienta orgulloso de mí, de cómo saqué toda la fuerza que tengo dentro para mantener su vida a flote.

Si algo tengo claro es que Serkan volverá, por mucho que la gente trate de convencerme de lo contrario, sé que no está muerto, lo puedo sentir en mi corazón. Una vez me dijo que entre nosotros existían unas esposas invisibles, y ahora realmente lo creo. El volverá a mí, lo había prometido, y Serkan siempre cumple sus promesas.

Una ráfaga de murmullos comienzan a sonar desde el exterior de la sala de juntas, y de golpe un pinchazo en el centro de mi pecho, seguido de otro, y de otro, y de otro. Mis ojos se enfocan en la foto que hay en la mesa, en ella aparecemos Serkan y yo sonriendo, abrazados, felices. De nuevo otro pinchazo que me hace llevarme la mano al corazón sin comprender que es lo que me está sucediendo.
Las voces cada vez suenan más fuertes, más llenas de júbilo, más felices. Y mis ojos se llenan de lágrimas sin explicación alguna, mis pulmones recogen todo el aire que han estado conteniendo durante tanto tiempo y mi cuerpo se calienta como si sintiese su presencia.

— Serkan... — un susurro escapa de mis labios mientras una lágrima rueda por mi mejilla.

Serkan:

Los brazos de un hombre se enredan a mi alrededor mientras el resto del mundo aplaude, grita, sonríe e incluso se emociona. No comprendo que es lo que ocurre, me siento incómodo, siento que nada está bien, que no conozco a ninguna de esas personas y mucho menos quiero que me toquen.

— ¡Estás vivo! No puedo creer que estés vivo... — la mano del hombre ahora sujeta mi cuello mientras me mira con ojos brillantes y una sonrisa inmensa — Nunca se equivocó. Eda siempre confió en que estabas vivo, que volverías.

Eda. El simple hecho de escuchar ese nombre me pone nervioso, hace que mi corazón se acelere, que mis manos suden... que sienta. Un nombre ha hecho que durante una breve milésima de segundo todo ese vacío desaparezca, que ya no me sienta incómodo al estar rodeado de desconocidos, que no me importe el tacto de otras personas sobre mí.

Enişte, Dada no se lo va a creer cuando te vea, va a estar tan feliz, la vas a hacer tan feliz... - una de las chicas habla, sonriéndome de una manera que me hace esbozar otra sonrisa de vuelta. Un momento, ¿ha dicho enişte?

De golpe todo el mundo se queda en silencio y aparta la mirada de mí, como si hubiese algo más importante a lo que mirar.
Sigo con los ojos el lugar que observan y lo que veo me deja sin aliento.

A pocos metros está ella... la chica de las flores, la mujer que se aparece en mis sueños y completa mis días. La única persona que mi cerebro se ha esforzado en recordar.
Es aún mas hermosa de lo que puedo imaginar, es alguien de quién no puedes apartar la mirada ni por un solo segundo. Pero no es como mi sueño, no, ella no sonríe, ni se balancea somnolienta a la vez que su risa llena el aire.
Simplemente avanza hacía mí con pasos cautelosos, con miedo a dar uno en falso y que todo se venga abajo. Se acerca a mí como si nadie más estuviese en la oficina, incluso yo mismo empiezo a creer que en este preciso momento solo existimos nosotros.

Mi corazón late con la urgencia de acercarme a ella, de saber como se ven sus ojos de cerca, de conocer el olor de su perfume, la suavidad de su pelo, la textura de su piel... el sabor de sus labios.

Sin ser consciente de ello también me encuentro avanzando en su dirección, con pasos cautelosos, con miedo a que cuando intente alcanzarla desaparezca entre mis manos como ha hecho hasta el momento. No sé quién es, no sé quién soy, pero sé que necesito tenerla cerca de mí cuánto antes.
Entonces ella alza su mano hacía mí como en el sueño, invitándome a aceptarla, a sentirme acompañado, a llenar mi vacío. Y dudo, dudo porque no quiero que se desvanezca, porque quiero seguir en ese sueño todo el tiempo posible, porque necesito que se quede para poder seguir respirando.

Pero entonces mis dedos rozan los suyos y mi cuerpo se estremece, mi piel reacciona enviando pequeños chispazos hasta mi pecho, mi cerebro comienza a aceptar que después de todo este tiempo por fin he tomado su mano, por fin estamos juntos.

— Volviste — un susurro. Un susurro es todo lo que hace falta para debilitar todas mis defensas.

Cuando planeo estrecharla entre mis brazos, cuando pretendo acercarla a mi cuerpo para que no exista la distancia entre nosotros, el mundo de Eda se vuelve confuso y todo se desvanece.

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