La residencia de la familia Stone estaba completamente en silencio. El conde de Rothberg había sufrido una recaída grave. El médico no se había separado del hombre desde la noche anterior, y al parecer, no tenía planes de hacerlo en un futuro.
A Isabella no le habían permitido entrar a la habitación de su padre desde hacía horas y eso la tenía inquieta. Le aterraba la idea de que si August moría, ella no sostuviera su mano, o peor aún, que no pudieran despedirse. Para su tranquilidad, los Hamilton habían llegado a la mansión hacía un rato y habían estado muy pendientes de ella y haciéndose cargo de toda la situación.
Carrie y su madre, Kate, estaban sentadas a su lado consolandola, mientras que lord Anthony Hamilton, conversaba con el doctor Prats en el piso de arriba. Isabella no se había sentido tan inútil en toda su vida. Quería ayudar a su padre como fuera, pero no se le ocurría nada. Tal vez, porque ya no había posibilidad alguna para que se recuperara. No pudo evitar que las lágrimas volvieran a brotar de sus ojos. Estaba devastada. Le gustaría saber qué haría su madre en su lugar.
—Tranquila, Bella. Estoy segura que August va a mejorar. Lo conozco desde hace años y no se atrevería a dejarte antes de tiempo. —dijo Kate acariciando su mano y tratando de calmarla con una sonrisa.
—Mi madre tiene razón. El conde va a estar en pie en menos de lo que pensamos. —secundo Carrie. No podía tener mejor compañía que ellas dos.
—¿Y si no es así? —preguntó entre hipidos y sollozos de miedo. No podía perder a su padre también. Se quedaría sola en el mundo. Si. Tenía a los Hamilton y en unos días se casaría, pero nadie podría reemplazar lo que significaba su padre para ella. Se quedaría huérfana.
—No pienses en eso, querida. Todo va a estar bien. —Kate la abrazó y permitió que la joven llorara en su regazo. Para Isabella, aquella mujer era como una segunda madre. La había apoyado y aconsejado en otros momentos y le daba paz tenerla allí, ese día precisamente.
Un rato después, el barón de Crowley, lord Hamilton, entró en silencio a la salita donde se encontraban las damas. Todas se levantaron alarmadas al ver la cara de Anthony. Estaba muy callado para su gusto. Con un gesto de la mano les indicó que se sentarán nuevamente. El médico familiar ingresó también en la estancia, pero iba acompañado del señor Barwick, quien hizo una ligera venia como saludo.
¿Qué hacía ese hombre en la casa? ¿Venía a hablar con August de cómo se saldaria la deuda que tenían pendiente?
—Isabella, tu padre ha despertado, se encuentra estable y quiere verte a ti. —dijo lord Hamilton.
—Voy enseguida. —prácticamente se dirigió corriendo hacia la habitación del conde. No miró a nadie en la salita, ni siquiera se molestó en preguntarle a Barwick que lo traía hasta allá. Él no valía la pena. Se detuvo frente a la puerta asustada. No sabía cómo estaría su padre, pero tenía miedo. ¿Y si se despedía definitivamente de ella? Sabía que debía dejarlo ir, se reencontraría con su madre. Estaría bien. Aunque a ella le doliera el corazón, lo dejaría ir tranquilo. Se negaba a hacer un escándalo. Con esa idea en mente, tomó una gran bocanada de aire y se adentro en los aposentos principales de la mansión.
El conde estaba sentado en la cama y su espalda recostada en una pila de cojines tras él. Miraba hacía la ventana con un semblante sereno. Corría una ligera corriente de aire agradable que parecía gustar al hombre. A Isabella le dio la impresión de que se veía cansado, pero mucho mejor que en otras ocasiones. Al cerrar la puerta, la madera hizo un poco de ruido, lo que captó la atención de August rápidamente y al verla le sonrió con cariño. La joven no perdió el tiempo y se tiró a los brazos de su padre, quien la rodeó con fuerza y la calmó. Isabella se obligó a no llorar más, no quería preocuparlo.
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Huyendo de Barwick (COMPLETA) - Misterios de Londres I
RomanceLa perfecta vida de lady Isabella Stone, hija del conde de Rothberg se pone de cabeza al contraer matrimonio con el insufrible, grosero y déspota señor Barwick, debido a la ruina económica de su familia. Su suerte no puede ser peor al ser la esposa...