Capítulo 30

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Isabella dejó de mirar a Barwick cuando vio a Jhon pasar por la mitad de la sala y ocupar su campo de visión, necesitaba hablar urgentemente con él. Amber llevaba en brazos a Arthur, y Jhon a Marc. El señor y la señora Belmond se entretuvieron con Darien y ella aprovechó para escabullirse e ir detrás de Jhon.

Cuando Belmond salió en dirección al pasillo, Isabella no tuvo más opción que seguirlo. Estaba dispuesta a plantarle cara a ese hombre, pero no quería una discusión, debía esperar a que durmiera a sus hijos y regresara al salón.

Nada de enfrentamientos. Solo iban a charlar. Ella lo consideraba su amigo, y él no había hecho algo reprochable, hasta se había portado mejor que su esposo si analizaba su comportamiento. Mucho más amable y solícito.

Los vio dirigirse a los pisos superiores. Suponía que se alojaban en el hotel de forma permanente, ya que dudaba que Jhon tuviera una casa propia. Si no hubiera sido tan tonto para entregarle el lugar a Barwick a un precio tan barato, él sería el dueño de aquel imponente sitio.

Decidió esperarlo en el pasillo, para su suerte no había gente transitando por allí. Caminó un poco para quitarse los nervios y planear bien cada palabra que le diría. Pasó frente a otro saloncito no muy lejos del principal y se detuvo al escuchar unas voces, la puerta estaba a medio cerrar y no notaban su presencia.

—Me arrepiento de haber venido. Estos burgueses son despreciables. Ni con todo el dinero del mundo, pueden mejorar. Dan bastante pena, tratando de parecerse a nosotros —dijo un hombre mientras bebía de la copa que estaba en su mano. Era un marqués. Isabella lo había visto en varias ocasiones, pero no sabía su nombre. Estaba en compañía de otros caballeros y algunas damas.

—Totalmente de acuerdo, esas mujeres no sabrían que es el estilo aunque las golpeara en la cara —comentó una señora bastante mayor con malicia.

—¿Alguien vio a la esposa del señor Belmond? La pobre parece más una criada que otra cosa. Eso habla muy mal de él.

—Ni lo menciones, querida. Sus hijos lucen como malandros. Son tan escandalosos. Casi me da un infarto al verlos entrar al salón. Si yo fuera su madre, ya tendrían las nalgas marcadas y un buen castigo adicional.

—Es gracioso cómo Barwick intenta hacernos creer que esta velada es una demostración de su poder y aparente clase. No sé si burlarme o lamentarme por sus pobres ideas. —dijo el desconocido marqués.

—¿Entonces no vas a cerrar el negocio con él? —preguntó otro hombre.

—Lo haré. El maldito tiene mucho dinero y me conviene más que a nadie. Sin embargo, eso no cambia mi opinión respecto a él y toda su prole. —dijo con burla.

Isabella estaba totalmente indignada con aquellos comentarios. ¿Cómo se atrevían a insultarlos de esa manera? Estaba muy ofendida. Si bien no habían dicho nada directamente sobre ella, no iba a permitir que hablaran así de su esposo y las personas que eran importantes para él.

Estaba a punto de abrir la puerta y enfrentarlos cuando una mano la tomó del brazo y se lo impidió.

—Detente. —Darien estaba a su lado. Era obvio que había escuchado lo mismo que ella. No obstante, él se veía bastante tranquilo, como si no le afectara que sus socios hablaran mal de él a su espalda y en su propiedad.

—¿Qué dices? No puedes permitirles que hagan eso. Sácalos de aquí, antes que lo haga yo, Barwick. —Isabella estaba empeñada en hacerles tragar sus palabras. Estaba tan ofuscada que no podía evitar temblar de rabia.

Darien la agarró con más fuerza y la llevó a otro saloncito, justo en las dependencias de los empleados del hotel. El lugar era como una pequeña recámara donde preparaban los platillos y los organizaban los camareros. Para su suerte, no había nadie allí.

Huyendo de Barwick (COMPLETA) - Misterios de Londres IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora