Capítulo 17

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La comida había transcurrido con normalidad. Los invitados estaban degustando el postre y todos habían halagado la excelente organización del evento. A la hora del brindis, el conde de Rothberg, agradeció la presencia de quienes los acompañaban y les deseo felicidad en una nueva etapa de su vida a Isabella y Barwick, quienes alzaron las copas con incomodidad.

Carrie Hamilton había estado pendiente de que los pequeños detalles estuvieran bien llevados. Realmente, estaba motivada a que sus padres no la riñeran por haber subido al carruaje con los recién casados horas antes. Hasta el momento le había funcionado, pero sabía que tarde o temprano, no se salvaría de un merecido sermón.

Aunque, si lo pensaba con detenimiento, ¿quién podría culparla? Su mejor amiga estaba nerviosa, por no decir aterrada. Carrie simplemente le echó una mano. Esperaba que su madre la comprendiera, no obstante, no podía contarle que Isabella no se llevaba bien con su ahora esposo, aún cuándo no lo reflejaran. También, agradecia que nadie hubiera iniciado rumores o la interrogaran sobre ello. Porque, a ciencia cierta, no sabría qué contestar.

Mientras caminaba hacía las cocinas para pedir que llenaran algunas copas con vino diluido, especialmente pedido para las damas más jóvenes de la fiesta, se chocó con un caballero al dar una vuelta en el final del pasillo. Cuándo levantó el rostro para disculparse se quedó de piedra al ver al mismísimo duque de Kent frente a ella.

El hombre del que había estado enamorada los últimos años. El caballero que nunca se presentaba en este tipo de festividades. Ella misma había hecho las invitaciones para cada persona que estaba en el salón de baile en ese preciso instante. En ningún momento, mientras enviaba los sobres, apareció el nombre del duque. Ella se habría fijado en eso. ¿Quién lo habría invitado, entonces?

—Disculpe milady, ¿se encuentra bien? —preguntó el noble.

Thomas Neville, sexto duque de Kent, generalmente no asistía a ese tipo de eventos. Detestaba relacionarse con los pares del reino. Desde que había vuelto del continente, estaba más irritado y poco dispuesto a personarse en lados con grandes cantidades de gente, como en White's. Y peor aún, si en estos clubes y reuniones no se hacía o hablaba de algo provechoso.

Al ver que la joven lo miraba detenidamente, se desesperó. Estaba apurado. Pero, no podía obviar las normas sociales y había sido su culpa chocar con ella. Tenía que cerciorarse que no le había hecho daño. Se le hacía conocida de algún sitio. Podría arriesgarse a decir que había danzado con ella en el pasado, sin embargo, no tenía tiempo y mucho menos ganas de entablar una conversación en la mitad del pasillo con una dama soltera, o eso asumia por los rasgos tan juveniles que tenía la mujer y el color de su vestido, característico de las señoritas que buscaban marido. Tenía cosas muy importantes que tratar en esa ridícula fiesta. Cuando la rubia asintió en respuesta a su pregunta, él hizo una ligera venia y se fue. No podía perder más minutos, la situación era crítica y su deber era solucionar dicho problema a como diera lugar.

¡Maldito fuera Barwick por ponerlo en aprietos!

Carrie salió de su ensimismamiento y siguió caminando hacia las cocinas con la mente en blanco. En el proceso, se iba insultando por no haber sido capaz de expresarse ante el duque. ¡Qué vergüenza! Había hecho el ridículo frente al amor de su vida. Gimió frustrada por los acontecimientos y se prometió a sí misma, que si tenía la oportunidad de verlo nuevamente, no se iba a intimidar.

Por otra parte, en la pista de baile, las parejas se lucían al son de una cuadrilla. Todos disfrutaban de la noche y el ambiente era ameno. Sin embargo, los protagonistas de la velada no se mostraban tan alegres como el resto de gente allí.

Huyendo de Barwick (COMPLETA) - Misterios de Londres IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora