✨𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖉𝖎𝖊𝖈𝖎𝖔𝖈𝖍𝖔:✨

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— Bueno, y ahora tú a descansar– dijo Rubén mientras terminaba de ponerse la chaqueta y yo cerraba la puerta de la cafetería.

— ¿Pero no habíamos quedado con Irina?

— Estás enferma. ¿O te has olvidado?– ladeó la cabeza.

— ¿Y qué más da si estoy enferma? Estoy más fresca que una le...– una tos cargada me interrumpió, y escuché que Rubén reía a carcajadas–, lechuga.

— Uy sí, fresquísima. No seas tan cabezota y vete a dormir.

— Pero...

— ¡Ni pero ni nada!– esta vez me interrumpió él–. A mimir.

— ¿E Irina qué? ¿La dejamos plantada?

— No, quedaremos ella y yo.

— ¡Pero eso no vale! Yo también quiero verla– hice un puchero.

— Impaciente, cabezona, borde, enferma, pesada...– contó con los dedos y me miró con una sonrisa provocativa–. Lo tienes todo, chica.

Me quedé mirándole con los ojos entrecerrados mientras daba pequeños golpes con el pie en el suelo, muy molesta.

— ¿Pesada? ¿Yo soy la pesada?– arqueé una ceja y el asintió.

— Sí, tú.

— Perdona, ¿pero quién ha sido el que me ha estado siguiendo por literalmente toda la cafetería para que le contara una cosa insignificante? Eras como un puto moscardón.

— ¡Me estabas mintiendo! A un mejor amigo no se le miente, eso está mal, _______– alzó la cabeza con algo de orgullo y yo resoplé.

— Como sea– me eché a andar hasta la Universidad, pero Rubén me paró y me abrazó con muchísima fuerza.

— Lo siento, pero otra vez será– intenté separarme, pero me sujetaba muy fuerte, haciendo que me molestara todavía más.

— Que sí, suéltame, me estás ahogando– me soltó y le di la espalda, para después volver a echarme a andar.

— ¡Te quiero!– me gritó cuando ya estaba algo lejos, y yo moví una mano al aire restándole importancia. Escuché que soltaba una carcajada y giré una esquina, perdiéndole totalmente de vista y del alcance de mi oído.

Llegué a la habitación más cansada de lo que esperaba. Los pies se arrastraban solos sobre el suelo, la cabeza me pesaba, los pañuelos cada vez eran más... 

No había nadie, y supuse que Alex se había ido a comer por allí con sus amigos como siempre.

Me dejé caer de cara sobre la cama, y fue el mayor error que pude hacer en toda mi vida, pues empecé a tener náuseas y noté como el café y las tostadas que me había tomado cuando la clientela se había calmado, me estaban subiendo por el esófago.

Me levanté a toda prisa y fui corriendo al baño, donde lo vomité. Fueron más arcadas que otra cosa...

— Jo-der– susurré. Tiré de la cadena y dejé caer mi cabeza sobre el retrete. Notaba como mi piel estaba pálida, tenía la piel de gallina y sentía como mis labios estaban secos.

Realmente estaba muy enferma.

Me levanté como pude y salí del cuarto de baño, mis piernas temblaban y seguía arrastrando los pies cuando me dirigí a mi teléfono, que estaba dentro de mi mochila junto al uniforme del trabajo. Tenía un mensaje de Alex de hacía unas dos horas.

"Cómo te has levantado?" sentí un escalofrío recorrer mi espalda al leerlo.

"Como el culo" le respondí. Me senté en la cama con mucho cuidado, esperando su respuesta. La recibí después de varios minutos.

"Tú también? He ido a buscar una sopa de pollo a la cafetería, quieres que te traiga una a ti también y nos hacemos los moribundos juntos?" solté una pequeña carcajada.

"Me parece bien" esta vez sentía como mis mejillas ardían, y supuse que la palidez se había ido por completo.

"Dale! En diez minutos estoy allí"

"Hasta ahora"

Dejé mi teléfono sobre la mesita de noche y me tumbé, despacio, y con algo de miedo de volver a marearme.

Llegó justo después del tiempo que me había dicho, con dos recipientes en cada mano. Esta vez no tuve que abrirle yo la puerta, se las apañó él solito para abrirla con lo que pude ver que era el codo. Pero eso sí, me levanté para ayudarle.

— Gracias– dijo mientras cerraba otra vez la puerta.

Me senté en la silla de mi escritorio y olí la sopa, cerrando los ojos. 

— ¿Tú cómo te has despertado?– le pregunté mientras me daba una cuchara de metal. Al cogerla, nuestras manos se rozaron, haciendo que él apartase la mano rápidamente y yo sintiera una punzada en el estómago, y obviamente, no eran náuseas.

— P-Pues... Muy cargado también, súper resfriado y con mareos, siento que la cabeza se me va a caer al suelo de lo mucho que me pesa– dijo mientras se sentaba en su cama y empezaba a comer.

— Me pasa lo mismo. Antes de que vinieras he vomitado el café que me he tomado esta mañana en el trabajo– señalé la puerta del baño con la cuchara, y su expresión se cambió a una de preocupación de una manera muy rápida.

— ¿Enserio? ¿Pero estás bien?– le sonreí mientras seguía comiendo. La sopa estaba riquísima, era lo que necesitaba después de estar en la cafetería durante toda la mañana y no tener nada que tomarme para el dolor de cabeza, ni aunque al menos fuera una taza de caldo.

— Sí, no te preocupes, ha sido que me han entrado náuseas por tirarme sobre la cama.

— Ah... Suele pasar– ambos soltamos una pequeña carcajada.

(***)

Me ofrecí a ir a dejar los recipientes vacíos cuando terminamos de comer, y Alex lo aceptó a regañadientes. Le vi preocupado por mi resfriado, me pareció un gesto tierno, pero no quería sentirme una niña pequeña otra vez, tan solo era un simple resfriado.

Cuando entré en la cafetería, sentí como una mirada se clavaba en mi nuca, haciéndome sentir todavía más incómoda de lo que ya estaba.

— ¡______!– escuché la voz de Carlos a mis espaldas y me giré hacia él. No sabía como sentirme cuando le tenía cerca, si con miedo de lo que había pasado en la fiesta, o simplemente indiferente por sus disculpas.

— Hola– le mostré una sonrisa algo forzada, la cual él notó al instante y frunció el ceño.

— ¿Estás bien?

— Sí, solo... Estoy un poco enferma.

— Oh... ¿Enserio? No es muy habitual que te enfermes cuando no es invierno todavía.

— Lo sé– me encogí de hombros–. Cosas que pasan, supongo.

— Bueno, si eso recupérate.

— ¿Gracias?– respondí con algo de duda. 

Ya sabía que Carlos se arrepentía de todo lo que hizo, de como se portó y como reaccionó, pero se me hacía raro volver a verle de esta manera y hablar así con él a pesar de vernos cada día en clase.

— ¿De nada?– respondió con mi mismo tono. La situación se volvió súper violenta de golpe–. Pues... Ya nos vemos en clase, supongo.

— Sí, supongo– mostré otra sonrisa forzada que esta vez se tragó, y salió de la cafetería, dejándome sola con unas jóvenes que miraban su teléfono en la otra punta del lugar.

Volví a la habitación, y me pareció alucinante lo rápido que se había dormido Alex. Soltaba pequeños ronquidos muy tiernos, haciendo que tuviera que llevarme una mano a la boca para no soltar una carcajada.

Me tumbé en mi cama con cuidado y cerré los ojos. Al parecer los dos estábamos igual de cansados, ya que también me dormí al instante.

Te odio... - Alexby y tú © [𝚃𝙴𝚁𝙼𝙸𝙽𝙰𝙳𝙰]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora