Flores

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—Pero Viktor, por favor.
—No, ya hablamos de esto H.
—Pero si ya estoy bien
—¿Y si se queda dormido en el auto y tiene un accidente?
—Viví una buena vida, contratan a gigolós para mi funeral, gracias.
—Horacio... -murmuró Viktor cruzándose de brazos y con su ceño fruncido-
—¡Era broma, súper verga ardiente! Digo, superintendente.

El rostro de Volkov era una poesía total, estaba totalmente sonrojado y al ser de tez blanca se notaba mucho más. El ruso carraspeo para colocarse de pie.

—Es un no, por supuesto, aún se debe cuidar la herida del hombro.
—¡Pero si tú dijiste que estaba bien!,
—Le mentí, ahora se queda aquí.
—Serás guarro, Viktor Volkov.

El de cresta se cruzó de brazos bastante molestó, un pequeño puchero apareció en sus labios, el ruso rió bajito.

—Pero promete que hará trabajo de oficina y que si patrullará lo hará con alguien de confianza ¿Bien?
—Trato hecho.
—No se infiltrará el día de hoy
—Haré lo posible, es que igual me aburro pero quizá salga como FBI. Con alguien más.
—Bueno, acepto, vamos.

Horacio sonrió para levantarse de su asiento e ir a colocarse su chaqueta de FBI que descansaba en el perchero de Volkov. Los dos caminaron en silencio hasta el ascensor para poder llegar al estacionamiento y luego llegar al auto del superintendente, Horacio no podía manejar hasta una semana más por culpa de su psiquiatra y por culpa de las putas pastillas de mierda que se debía tomar en la noche para dormir y los antidepresivos que se debía tomar en las mañanas.
Se suponía que tampoco iba a ir a trabajar por el balazo que tenía que le había llegado hace dos días atrás, pero ya no sentía dolor alguno y según Volkov la herida iba curando variante bien.
Una sonrisa se formó en sus labios al recordar cómo Viktor aquella mañana lo había tocado tan cariñosamente para realizarle la curación, aún podía sentir las yemas de los dedos de Viktor quemar su piel.

Suspiró mirando por la ventana.

—¿Todo bien?
—Sí, solo que hoy día se supone que Evans dirá si me baja o me quedo.
—Horacio, pase lo que pase quiero decir que estoy orgulloso de usted ¿Bien? Por el gran trabajo que se ha hecho.
—¿Quién me dijo eso? -Preguntó Horacio- ¿El superintendente o Viktor Volkov?
—Viktor Volkov y luego el superintendente.

El de cresta sonrió para volver a dirigir su mirada a la ventana del coche, sentía las mariposas revolotear por su estómago. Al llegar a las oficinas del FBI, Horacio iba a bajar del coche más el ruso lo tomó de la muñeca.

—Horacio, hágame caso y no haga nada indebido el día de hoy, quédese lo que más pueda en las oficinas.
—Tranquilo, lo prometo, que le vaya bien súper bombón, cualquier cosa me llamas
—10-4, que tenga un buen servicio, Director.

El de cresta sonrió para colocarse su máscara y bajarse del auto cerrando la puerta tras de él, caminó hacía la entrada mientras escuchaba el sonido del motor alejándose. Comenzó a silbar mientras entraba al edificio, saludó a la secretaría del lugar.

—Director, hoy vino la señorita Evans con otros señores, están esperándolo en su oficina.
—Gracias, cualquier cosa me avisa.

Suspiró cansado mientras caminaba hacia los ascensores para subir a su oficina, o a la que pronto sería su ex oficina.

Las puertas se abrieron por lo que salió para caminar hasta el fondo y meterse a la izquierda donde al caminar un trecho corto de pasillo estaba su oficina. Tragó saliva y contó hasta tres para abrir la puerta.

Conway se encontraba sentando en la silla que ocupaba mirando al horizonte perdido en sus pensamientos, Horacio se sintió pequeño, como si nuevamente fuese alumno.

Volkacio ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora