CHAPTER 17

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'¿Cómo haces para embotellar olas y barcos 

en una mísera y diminuta botella de vidrio

y nadar entre arenas movedizas 

como si fueras moíses abriendo mares de par en par

o Harry Styles caminando sobre la marea baja?

¿Cómo haces para que toda mi oscuridad no te espanté?'

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Dejando de lado las madrugadas en las que no podía dejar de pensar en esa noche, en mi cuerpo, y la degradación de mi estado mental por todo eso, llegaba un punto en el que todo se me hacía aburrido y tenía que pensar en cualquier otra cosa si no quería explotar como una manteca en un microondas. Y era especialista en olvidar que la manteca no debía de ponerse a derretir en el microondas.

La solución a eso solía ser pensar en la escuela, la tarea, Mar y Lev, y sí, pensar en Ander también. 

Pero fue en algún punto en que las estrellas del otro lado de la ventana formaron un triángulo perfecto, cuando se me ocurrió que una vela representaría mi vida a la perfección. Sí, extraño, lo sé. Pero esa vela era la que creía responsable de mantenerme viva, de darme las fuerzas para levantarme cada mañana y el poder de quemarlo todo si así lo quisiera.

Pero claro estaba que las velas eran tan delicadas como poderosas.

La primera tormenta que amenazó con apagarla recuerdo que fue mi primer amor fallido. Era una niña en ese entonces, y todo lo que me sucediera se sentiría el fin del mundo, pero luego los brazos de mis padres fueron suficientes para reconfortarme y evitar que la vela sufriera algún daño.

Mi padre en específico ponía sus manos alrededor de la vela cuando alguna tormenta amenazaba con acercarse demasiado. Siempre estaba ahí sin faltas, excusas prejuicios o penas.

Hasta que una tormenta se lo llevó a él, amenazando con llevarme a mí y a mi madre a la vez. No lo logró. Pero sentí como la vela aceleró su derretimiento. Sentía como el dolor me quitaba algo de vida cada segundo que pasaba.

Y esa noche... Esa noche fue como cambiar de planeta, viajar a la zona más oscura del océano, al centro de la tierra, donde el oxígeno es escaso y los sueños ya han perdido el sentido hace tiempo.

Esa noche cambié a un mundo en donde las tormentas son como las olas saladas que anticipan al tsunami. Vienen una tras otra, no llegas a recuperar el aire que ya te azota la siguiente. Y yo ni siquiera sabía nadar.

La vela ya iba por los tres cuartos. Y a este punto no me quedaba más que admitir que Ander me agradaba demasiado. Mi madre parecía sostener la vela, Mar y Lev, ayudar con sus manos a que los fuertes vientos no pusieran en estado crítico la débil llama.

Ander, en cambio, podía colocarla en una caja de cristal con tal solo acercarse un poco. Evitando que la más mínima brisa me acariciara.

-¿Me esperas aquí un rato? Ya vuelvo.- Ander entró a un consultorio que parecía ser de abogados.

Habíamos hablado tonterías luego de que aceptara caminar con él. Ese día Mar no había podido vernos en la pista de skate y Lev había aprovechado el tiempo para visitar a Jack. Lo había notado algo perturbado y supe el motivo cuando nos habló sobre la internación psiquiátrica en la que habían instalado al morocho. Tener bipolaridad no debe ser la cosa más sencilla del mundo, claramente. Pero notaba como se amaban, sabía que lo lograrían. Estaban hechos el uno para el otro.

OSCURIDAD LUMÍNICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora