CHAPTER 16

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Solo quiero ser alguien más,

quiero dejar de sentir su piel quemar contra la mía,

su boca buscar algo que no le quiero dar,

sus manos dañar, y en mis noches no poder soñar.

Ya no quiero doler más.

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La imagen de él sobre mí. Los gemidos que salían de su boca. Mis quejidos. Los cabellos azulados de la chica junto a mí. Sus quejidos. Las voces de todos los demás, riendo, burlándose, gozando de nuestra humillación, de nuestro dolor.

Lo primero que hice al llegar a casa fue vomitar.

Devolví lo poco que había comido durante el día, un sándwich.

Hice un par de buches con agua dentro de mi boca y tratando de no caer al suelo por lo mareada que estaba, logré llegar a mi cuarto y recostarme en el suelo. No llegué a la cama por alguna extraña razón. Mis ojos pesaron y sin darme cuenta me sumí en un sueño extraño.

...

-Clem. ¿Clem estás bien?, despierta, Clem, vamos.

Era mi madre, oía el eco de su voz en el fondo de la habitación, pero la verdad no estaba segura, aún mis ojos no abrían.

-Clem, ven aquí.- mi madre me arrastró hasta la cama, me quitó los zapatos y me cubrió el cuerpo con una manta.

-Gracias...- murmuré.

Y la neblina volvió.

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-Sé que no estás comiendo bien, Clem.- Su voz, a diferencia de otras veces en las que me había exigido algo, sonó dulce, cautelosa.

-Lo siento, el nuevo colegio me consume las tardes, y olvido hacerlo.- mentí. Ya estaba mejor, mi boca había sido lavada adecuadamente y llevaba puesto un pijama y el cabello recogido en una coleta.

Estábamos cenando pollo con esa riquísima salsa blanca que mi madre me hacía muy de vez en cuando. Aún así no había tocado el plato.

-Clem, creo que es obvia mi preocupación.

-Mamá, yo te apoyé sin exigirte ninguna explicación cuando la muerte de papá te deprimió al punto de no poder levantarte de la cama.-Todo el cuerpo de mi madre se tensó, noté como sus gestos se entornaron enfadados por unos segundos. Desvié la mirada a mi vaso con agua. Aburrido.

-Acepto que estuve mal.- habló con un tono amargo, con el típico nudo en la garganta- La muerte de tu padre me tomó desprevenida. Y tú cuidaste de mi tan bien como pudiste. Lamento si yo no te cuidé como necesitabas.

-No quise decir eso.- Intenté explicarme, pero mis pensamientos se enredaban como cables en la parte trasera de una instalación de computadoras. Ya no sabía ni de dónde venían, qué parte recorrían y en dónde acababan. Solo sabía que habían muchos, y que tenían el potencial de ahocarme, apretarme, hasta matarme.

OSCURIDAD LUMÍNICADonde viven las historias. Descúbrelo ahora