El conjunto de vivencias colorean tu corazón hasta alcanzar una gama determinada, el cual, definirá todos tus pensamientos, sentimientos y preferencias. Para poder comprender el color, debemos entender de dónde proviene.
¿Qué es lo que reside en el...
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La oscuridad estaba a su máximo punto, el olor a incienso estaba presente en el aire de la habitación, sus rostros se encontraban muy juntos como para no perder ningún detalle. Estaba apoyada en sus piernas, lo rodeaba con los brazos delgados y descansaba la cabeza sobre su hombro. Él acariciaba el cabello de la chica disfrutando su textura sedosa. Ahora lo llevaba largo, le llegaba hasta su cintura, hacía ya dos años que no se lo cortaba. Sanemi inhaló su perfume atrayente y fresco, digno de una feminidad exquisita, mientras pensaba en las ganas que tenía de desnudarla y seguir ese aroma con la intención de explorar cada curva y recoveco de su cuerpo. Sus extremidades se estremecieron recordando que acababa de tener sexo con ella. Sin embargo, su deseo era constante. Ahora se había acostumbrado a ese deseo obsesivo hacia Kanae, cosa que antes solía molestarle. Parecía estar calmada, incluso contenta, y eso le gustaba. Le gustaba sentir cómo se acurrucaba consigo, cariñosa y confiada. Ella sabía cómo es su verdadera naturaleza y aun así se sentía segura. Al cabo de unos minutos la chica se movió entre sus brazos y levantó la cabeza para mirarle.
—¿De verdad me amas?
—Siempre —escuchó el tono esperanzador de su voz y asintió sonriente.
