El conjunto de vivencias colorean tu corazón hasta alcanzar una gama determinada, el cual, definirá todos tus pensamientos, sentimientos y preferencias. Para poder comprender el color, debemos entender de dónde proviene.
¿Qué es lo que reside en el...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Al mirar por la ventana de su dormitorio se encontró con otro aburrido día del típico verano inglés. Los espesos nubarrones hacían que el día fuera más oscuro de lo que cabría esperar en pleno julio, pero no pensaba dejar que eso le molestara. Por la noche iba a ir a un concierto para celebrar el fin de curso y estaba decidida a pasárselo bien.
—¿A qué hora te vas? —preguntó Sanemi.
Entró en su habitación, como de costumbre, y se sentó a su lado en la cama. Llevaban juntos más de seis meses. Así que a esas alturas se sentían muy cómodos el uno con el otro. A veces Kanae, añoraba la época en que Sanemi no le decía que tenía que colgar porque se hacía pis, o cuando recogía sus calzoncillos antes de que ella llegara.
Su madre tenía razón: cuanto más tiempo pasas con un hombre, más ordinario se vuelve. De todos modos, no lo cambiaría por nada. Se supone que tienes que aceptar a quien quieres tal y como es, así que ella aceptaba su desorden.
Se encogió de hombros y se miró en el espejo. Su pelo era aburrido, lacio y soso. No conseguía darle un aspecto natural y con estilo. Por muy «sencillos» que parecieran en la revista los pasos para obtener el look «recién levantada», nunca conseguía que le quedara bien.
-Me marcho dentro de un minuto. ¿Qué tal estoy?
Al parecer, la seguridad en uno mismo es el rasgo más atractivo de una persona. Pero ¿y si no la tenías? No se finge sin más. Aunque era guapa como una modelo, sexy como una dominatriz, y desde luego le sobraba confianza. A parte de esto básicamente, estaba hecha un desastre, pero, al mismo tiempo, se sentía muy afortunada de tener un novio tan ciego a sus defectos como Sanemi.
Sonrió burlón y puso los ojos en blanco: era su cara de «ya está otra vez con lo mismo». Al principio le molestaba, pero ahora cree que su actitud le divertía.
-Sabes que te veo por el espejo, ¿no? -dijo, clavando la mirada en su reflejo.
-Estás preciosa. Como siempre -contestó-. ¿De verdad no quieres que te lleve esta noche?
Suspiró, el chico volvió a insistir. El local del concierto estaba a unos minutos de su casa a pie. Era un trayecto que Kanae podía hacer con los ojos cerrados.
-No, gracias. Iré caminando. Por cierto ¿A qué hora os marcháis?
Se encogió de hombros y apretó los labios. Le encantaba ese gesto suyo-. Cuando la vaga de tu hermana esté lista. Pero ¿estás segura? Podemos llevarte; nos va de paso.
-¡No hace falta! ¡En serio! Yo me voy ya, y si piensas esperar a que Shinobu esté lista, más vale que te armes de paciencia.
