Capítulo XII

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No reaccionaba, estaba paralizada, todo mi sacrificio había sido en vano, he sido descubierta y nada más y nada menos que por él, de todas los hombres de Grecia debía ser él.

Estaba molesto, no, eso es poco..enojado quedaría bien, estaba vistiendo un simple camisón blanco de seda transparente, podía ver todo desde aquí, giré mi rostro sonrojado por la verguenza, timidez y pena que me daba verlo de esa forma, al parecer iba o estaba durmiendo.

El sonido de sus pisadas me hizo girar de nuevo mi rostro asustado hacia su persona, sus puños apretados marcaban sus brazos venosos, en realidad estaba ejerciendo demasiada fuerza. Su rostro contraído, labios apretados, seño fruncido al punto de arrugar su bello rostro de Adonis y respiración ruidosa...lo he echado todo a perder.

Ahora sí estaba segura que iba a matarme o echarme a los leones del Coliseo, estaba perdida, no sabía que hacer. No podía escapar por el fuerte dolor en mi tobillo, traté de arrastrarme antes de que me alcanzara, raspando mis piernas en el proceso pero ya era demasiado tarde, cuando sentí mi cuerpo siendo alzado por los aires y siendo pegada a su duro pecho.

Por inercia me de sus hombros, arrugando su camisón en el proceso cuando mis manos tomaron un puñado de él.

Agaché la cabeza, no podía mirarlo, sin sentirme mal conmigo misma y no sé el porque.

- Que crees que estás haciendo?

Su potente voz caló mis huesos, comencé a temblar, tenía miedo y mucho.

Su pecho se elevó cuando tomó una exagerada inhalación, el ambiente estaba tenso, muy tenso, no tenía planeado que nada de esto sucediera, solo quería ver a mi pueblo.

- Es tarde - me miró pero le esquivé la mirada - hablaré contigo mañana...

......

El alba comenzaba a florecer, el Sol se abría paso entre las nubes, la fría noche se hacía cada vez más lejana, comienza un nuevo día.

Puse una manta sobre mi cuerpo,  aún quedaba el viento frío de la noche, tengo unas notorias bolsas debajo de mis ojos, no he podido dormir en toda la noche, desde que Alejandro me trajo y me dejó en esta habitación una vez más encerrada no he podido pegar ojo en toda la noche.

Me levanté del cómodo asiento de tela roja que se hallaba en el balcón para adentrarme a la cálida habitación.

Dejé caer la manta en el suelo lentamente mientras me iba despojando del chiton quedando completamente desnuda.

Caminé a paso lento hacia el espejo mientras contemplaba mi cuerpo.

No sé que es lo que le atrae de mi a él, no soy una mujer que conste de un buen físico, tengo pechos pequeños, soy delgada, de anchas caderas y unas nalgas promedio, no soy de ese tipo de mujeres que el está adaptado a ver o estar...no se porqué se empeña en tenerme encerrada aquí...como una prisionera.

Me adentre en la terna mientras que el agua cálida con olor a rosas cubría mi cuerpo, me sumergí para humedecer mi rostro y cabello, la sensación de estar sumergida era explendida, me transmitía paz, calma.

El rostro de mi hermana vino a mi mente, me pregunto cómo estará, que está comiendo, como la están tratando. Emergí de la cálida agua mientras recuperaba el aliento.

- Veo que los rumores eran ciertos

Me giré rápidamente asustada, quién era esta mujer que tenía ante mí, por inercia me sumergí más en las aguas dejando solo la mitad de mi cabeza afuera, pues dependía de mi naríz para respirar.

- Pero no eres la gran cosa...veo que sus gustos por mujeres ha empeorado...

Comenzó a caminar de un lado al otro, era una mujer hermosa, no lo voy a negar, vestía un precioso chiton con una cinta dorada amarrada en su cintura, anillos y collares de perlas y oro adornaban su cuerpo y sobre su cabeza una tira de oro igual.

Pero había algo en ella que me era familiar, no sé si era su cabello dorado que brillaba con la claridad del Sol o aquellos ojos azules...tan característicos en él.

- Ni siquiera sé que haces aquí - se detuvo delante de mí - no eres más que una bárbara..una salvaje que debe ser extinguida junto con su gente - escupió estás palabras con odio

No emití ninguna palabra, no sabía quién era y que había aquí, pero esas ofensas ya estaba adaptada.

- Pero te lo advierto - se agachó para ponerse a mi altura - aléjate de Alejandro...un hombre de su clase nunca te llegará a hacer caso

La miré seria, no me importaba lo que dijera, solo quería que se fuera de aquí y me dejara en paz.

Como si mis palabras fueran escuchadas, así mismo como entró abandonó la habitación, silenciosamente. Salí de la terna mientras envolvía la toalla en mi cuerpo, pero que había sido eso?

Quien era ella y porqué se parecía tanto a él?

Sentía mi cuerpo adolorido, el impacto de la caída contra el suelo, el dolor de mi tobillo y también aquel cruel soldado que me trajo a rastras, literal, hasta aquí acabaron conmigo, me siento débil, agotada.

La puerta siendo abierta me asustó una vez más, llevé mis manos al amarre que sostenía la toalla al darme cuenta que era él.

No podía descifrar en que era lo que estaba pensando y lo que sucedía por su mente, simplemente estaba allí parado, mirándome.

Pensé que iba a decir algo para romper el silencio que reinaba entre nosotros, pero al ver que no tenía intenciones de hacerlo lo hice yo.

- Se te ofrece algo? - susurré temerosa

Una vez más no dijo nada, pero esta vez se acercó a mí, por inercia mis manos apretaron más fuerte el agarre de la toalla con miedo que de sucediera algo imprevisto.

Tomó delicadamente mi mano para comenzar a caminar conmigo, guiándome hacia la cama. Mis sentidos y cuerpo se pusieron en alerta, comencé a asustarme...que pretende?

- Siéntate - ordenó

Su voz se escuchaba distante, seria, más seria de lo normal, para no hacer más incómodo esto me senté en el borde de la cama, acatando su orden.

Una vez estuve sentada se arrodilló ante mi tomando mi pierna izquierda mientras inspeccionaba mi tobillo.

- Alejandro - susurré....

Pero me ignoró olímpicamente.

No me había dado cuenta que en sus manos traía un frasco, lo miré atentamente a todos sus movimientos, abrió este dejando a la vista un contenido verdoso con olor a hierbas.

Se untó un poco en la palma de su mano derecha para después comenzar a dar leves caricias y masajes en mi tobillo. Al su mano hacer contacto con mi piel di un leve brinco, estaba fría.

- Esto es un remedio que ayudará a la sanación de tu tobillo y curará las heridas de tu cuerpo - dijo serio

- Gracias - susurré

Su mirada se alzó para cruzarse con la mía, su mirada que antes estaba enojada se fue suavizando poco a poco, dejando solo un rostro neutro.

- Mandaré unas esclavas para que te vistan y en treinta minutos vengo a por ti...

Se reincorporó a la ves que dejaba el frasco encima de la cama y avanzaba hacia la puerta, lo miré desconcertada...adónde iremos?, no ve que casi no puedo ni caminar.

- Adónde vamos?

Se giró clavándome su azulada mirada libre de molestía o inquietud, solo era... él.

- A ver a tu gente....





Hola he aquí otro capítulo
Le quiero dar las gracias a cierta personita que lee esta historia y comentó en los comentarios y me dió el ánimo de continuar escribiéndola..

Muchas gracias de verdad de todo corazón 🌹

Gracias por tu apoyo...

Me gustaría saber en los comentarios si les está gustando como se está desarrollando la historia...

Por favor eso me ayudaría mucho para la actualización del próximo capítulo.

"Nunca me Olvides"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora