Capítulo XXI

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Las cuerdas lastimaban mis muñecas y cuello, no podía casi ni respirar y pocamente tragar, las sogas estaban fuertemente apretadas para impedir mi escape, aún así cuando le prometí que no escaparía... él solo me ignoró y continuó con su camino dándome la mirada más fría y gélida clavando esa estaca en mi corazón, lastimándolo una vez más, no sabe cuánto me duele que actúe de esa manera conmigo...pero todo fue mi culpa y merezco su trato.

Dos sogas largas salían del amarre de mi cuello donde dos soldados a caballo la sujetaban con extrema fuerza haciéndome daño, la otra soga en mis muñecas las sujetaba él, unos pasos más adelante de mí, montado en su corcel blanco.

Después de estar dentro de la cabaña, cuando yo continuaba con mi asombro, cinco guardias armados entraron avisándole que la aldea estaba vacía, que no había nadie solo yo, su rostro se contrajo, sabía que no estaba feliz por lo que había escuchado, había frustrado sus planes, lo bueno es que mi pueblo está a salvo...lejos de él.

Fue en ese entonces cuando me tomó como prisionera y me declaró enemiga de Grecia, tratándome como una esclava, si que había cambiado, cualquier rastro de bondad en él había desaparecido dando posó a un hombre despiadado sin corazón y en parte...yo tengo culpa de eso.

Mis piernas comenzaron a flaquear me sentía agotada, no había ingerido alimento ni nada de agua. Mis rodillas impactan contra la seca tierra raspando mis piernas, el caballo de Alejandro relinchó alterando a los demás caballos que detuvieron su andar debido al sobrepeso que hacían al tirar de mi cuerpo.

Mi rostro estaba lleno de barro al igual que mi vestido y cuerpo, unas fuertes pisadas se acercaban hacia mi pero la tierra en mi rostro me dificultaba la visión.

Las cuerdas de mis muñecas y cuello fueron soltadas de un tirón pudiendo recuperar aire y respirar mejor, una enorme mano se posó sobre mi rostro retirando toscamente la tierra de mi rostro. Por reflejó cerré mis ojos dejando que hiciera conmigo lo que quisiera.

Entreabrí mis labios para respirar mejor, por alguna estraña razón me sentía sofocada, agitada, mi pecho subía y bajaba. Cuando pude abrir bien mis ojos enfoqué a la persona que tenía enfrente, ese rostro serio que lo caracterizaba, su azulada e intensa mirada penetrante taladrando lo más profundo de mi alma, así era él... Alejandro...

- Sube al caballo.

Mis ojos permanecía clavados en la humedad tierra, más bien en sus sandalias que eran levemente cubiertas por su himation, fui alzando de a poco la mirada, subiendo por su dorado himation hasta detenerme en sus ojos. La seriedad adornaban estos, pero ya no había esa mirada de asco y odio hacia mí esta vez lo único que había era desepción.

Cómo pude me levanté manteniendo el equilibrio para evitar caer, las miradas de todos los soldados estaban puestas en mí, todos en pose de combate listos para atacar si algo le sucediera a su rey, ni que fuera tan ilusa de atacarlo...nunca lo haría primero muerta.

Sacudí la tierra de mi vestido, no pude quitar mucha pero por lo menos ya no estaba tan sucia, me quedé de pie frente a él con la mirada gacha no me atrevía a mirarlo una vez más, sabía que si lo miraba de nuevo no había vuelta a atrás.

Sus pisadas y a continuación un tirón de la soga que sostenía mis muñecas me obligó a seguirlo hacia el blanco y elegante caballo. Su cuerpo se detuvo bruscamente haciendo que yo frenara de igual manera para evitar chocar con él, pasó por mi lado sin tan siquiera darme una mirada mientras desenfundaba su espada, solo bastó con dos tajos de su afilada espada para cortar las sogas que me tenían sujeta del cuello.

Un gran alivio sintió mi garganta al poder respirar con normalidad y poder tragar, su esbelta figura se posó enfrente de mí, ahogué un grito cuando sus manos se posaron en mi cintura, elevando mi cuerpo por los aires como si de una pluma se tratase para situarme sobre el caballo.

A continuación subió él quedando detrás de mí, sujetó las riendas del caballo haciendo que esté relinchara sacándome un tremendo susto. El aire golpeó mi rostro cuando la marcha fue a galope, al frente su rey y detrás de él todo su ejército, así llegaremos más rápido a Grecia sinó es que ya estuviéramos cerca.

De vez en cuando miraba su perfil sobre mi hombro. No había cambiando nada, seguía siendo ese apuesto y salvaje guerrero que lucha por su nación, su dorada cabellera se ondulaba con le cuento haciéndolo lucir más hermoso, es como un dios en la Tierra, sino fuera por sus ojos, si los mirabas detenidamente podías ver qué si había cambiado, ya no tenía esa mirada viva que lo caracterizaba ahora parecía un muerto vagando por la Tierra en busca de almas perdidas.

.......

No sabía cuánto tiempo había transcurrido, solo se que el alba estaba sucediendo y era un proceso hermoso, al parecer me había quedado dormida sobre el pecho de Alejandro, me incorporé rápidamente apenada, no me había dado cuenta que estaba prácticamente sobre él.

Una sombra se sirñó sobre nosotros, miré sobre mi cabeza y una enorme muralla nos cubría, mis nervios comenzaron a despertar, habíamos llegado a mi pesadilla.

Todo ocurría como el primer día que puse un pie en este lugar, las personas celebrando la llegada de su rey y sus soldados, pétalos de flores volaban por doquier, Alejandro los saludaba a todos con su diestra mientras la sacudía levemente a modo de saludo sin embargo yo estaba que me moría...que sucederá ahora conmigo?

La gran plaza, recuerdos nada lindos tengo de este lugar, los sucesos de la muerte de mi hermana, más bien el asesinato de mi hermana...y yo fui la culpable.

Un hermoso y brillante trono dorado colocado sobre una tarima bien elaborada resplandecía todo el lugar, griegos bailaban y danzaban al compás de una melodía que nunca había escuchado.

Cada vez que nos acercábamos podía observar lo que había sobre dicha tarima, no era un trono más bien eran dos y, sentado en un el más pequeño de ellos estaba una hermosa y elegante mujer, no cualquier mujer...la hermana de Alejandro.

Cuando su mirada conectó con la mía su semblante cambio a uno enojado y serio. El caballo se detuvo frente a una roja alfombra escalonada donde un soldado ayudó a bajar a Alejandro a la vez que él me ayudaba a mi, su mano quería alejarse de la mía pero no sé lo permití intensificando más el agarre.

Al no ver qué lo soltaba su azulada mirada penetró la mía enviando una corriente a mi médula espinal, le suplicaba con la mirada, quería gritar, expresarle lo que siento y sentí al volverlo a ver...

- Alejandro!!

El grito femenino interrumpió nuestra conexión de miradas despegando él la suya hacia la de dicha elegante mujer que, con el seño fruncido se acercaba hacia nosotros.

Mis dedos sé desenlazaron de los suyos cuando los labios de su hermana impactaron en los suyos, dejando un casto beso. Una desepción me abrazó, que esperaba, que viviera solo esperando por mi regreso...que ingenua soy.

Sus labios se separaron dejando solo un centímetro de distancia entre ellos, baje la mirada dolida, mi corazón quemaba mi interior, me sentía una idiota al creer tal cosa.

- Llévenla a la mazmorra y no dejen que salga - miró al soldado - una comida por día y nada de agua.

- Si su majestad.

Mis brazos fueron tirados con fuerza por el soldado, mi mirada de desconcierto nunca se despegó de la suya, su rostro sería me analizaba sin una pizca de simpatía mientras que una sonrisa de victoria y arrogancia adornaba el rostro de su hermana.

- Alejandro.... - susurré a la lejanía que cada vez era notoria entre nosotros - por favor....






Continuará.....

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⏰ Última actualización: Feb 10, 2022 ⏰

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