Si te muestro lo que oculto bajo mi capa
¿Me querrás después de saber lo que soy?
Ruby se ha escondido durante toda su vida. Huye cuando se siente en peligro y aulla a la luna cuando nadie la ve.
Pero pronto ya no tendrá escapatoria. Pues ahora, e...
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¿Que rayos acababa de pasar?
¿En serio todo aquello acababa de ocurrir?
Todo transcurrió tan rápido, que parecía un sueño... no, una pesadilla.
Una extraña y confusa pesadilla.
Arturo volvió a apretar la capa de Ruby contra su pecho. Estaba helada. Y el se sentía desangelado. Como perdido.
Alzó sus brazos hasta la altura de la cabeza e inconscientemente miró sus manos, dándose cuenta de que había recuperado su aspecto humano.
Su mente tardó unos segundos en asimilarlo, pero no había mucho que procesar.
Los hechos estaban más que claros, Arturo estaba completamente solo, Ruby se había ido.
El enano quedó perplejo. Pero pronto, sus pies comenzaron a moverse involuntariamente en dirección a la casa, regresando por la misma vía en la que había llegado. Y cuanto más avanzaba, mas se percataba de lo complejo que era ese sendero. Estaba repleto de troncos, raíces y rocas.
¿Cómo era posible que la caperucita se hubiera desplazado a tan gran velocidad por ese camino?
Es más, si ella no se hubiera detenido para ayudar a Aquímides jamás habría logrado alcanzarla, se movía como una sombra. Y era tan enigmática como una.
Se desvaneció de la misma forma en que lo hace la oscuridad cuando se enciende la luz.
Después de un instante, Arturo logró salir del bosque y se encamino hasta la cima de la montaña, en donde escuchó a sus amigos llamarlo a lo lejos.
—¡Arturo! ¡Ruby! ¡¿En donde están?! —esa era la voz de Hans.
Al instante, vio como su compañero pelirrojo se acercaba rápidamente hacia él con una palpable preocupación.
—Arturo, ¿Qué ocurre? ¿Por qué huyeron así?
Pero el enano no respondió y solo se limitó a sujetar la capa con mas fuerza entre sus dedos. El pelirrojo se percato de ello y lo cuestionó.
—¿Que sucedió? —hizo una leve pausa— Arturo ¿En donde está Ruby?
—Escapó en el lomo del dragón —susurró de manera casi mecánica, aun sin creérselo.
—¿Quién escapó en el lomo de un dragón? —preguntó una voz que no reconoció en un principio, pero que luego, se le hizo asquerosamente familiar.
Arturo elevó la mirada y se encontró con con quien menos quería ver.
