Capítulo XVII: Tras la pista

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Ruby se desplomó.

Sintió como sus rodillas impactaron ferozmente contra el suelo al mismo tiempo que el resto de su cuerpo era vencido por la fuerza de gravedad.

—¡Ruby! —se escandalizó Arturo, el cual, se había lanzado en su dirección para evitar que la chica pudiera hacerse daño en la caída. La sostuvo firmemente por los hombros y la ayudó a incorporarse de nueva cuenta.

—Pero ¿Cómo? ¿Porqué? —comenzó a balbucear la caperucita— ¿Arturo? ¿Qué haces aquí?

—¿Se encuentra bien damisela? ¿Esos bastardos le hicieron daño? —ignoró sus cuestionamientos realizando un sinfín de preguntas nuevas— Juro que si esos sinvergüenzas le hicieron algo, los buscaré y acabaré con su...

—Estoy bien, estoy bien, tranquilo —lo interrumpió antes de empezara a maldecir a aquellos hombres.

Ruby estuvo a punto de volver a bombardear al príncipe con diferentes interrogantes acerca de su heroica aparición, pero tuvo que reservarse sus comentarios al ver como Arquímides se acercaba a ellos a toda velocidad. O al menos, a toda la velocidad que un bebe dragón herido podría dar.

—Estuviste brillante amigo —le agradeció la caperucita.

La criatura se aproximó a ella con mucho cuidado y posó su frente junto a la de ella, como un modo de expresarle su preocupación.

—No te apures bonito, todo esta bien —le murmuró la chica.

Sin embargo, ese bello y emocional momento fue roto gracias a que Arquímides se percató de la presencia del enano, e inmediatamente comenzó a gruñirle de forma amenazadora.

—Creo que todavía no le agrado —afirmó Arturo mientras retrocedía, aún con su espada en ristre.

—El arma, guarda tu arma —advirtió la chica.

Arturo asintió dudoso. Tragó saliva y colocó a excalibur en la funda especial que cargaba en la espalda.

Al instante, Arquímides se calmó y volvió a ponerse en una pose neutral.

—Lo olvidaba, tendré que tener cuidado contigo —murmuró el príncipe viendo de soslayo al dragón.

Y al instante sintió como la puntiaguda cola de Arquímides de rozaba los pies y lo dejaba tirado en el suelo.

—¡Arquímides! —lo regañó Ruby.

Pero el dragón solo se limitó a ensanchar su boca esbozando algo parecido a una sonrisa y luego se puso a dar divertidos saltos a modo de burla.

Caperucita roja y los seis enanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora