Capítulo X: Bestia fantástica

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—Genial, lo que me faltaba —Bufó la caperucita por lo bajo.

A sus pies se encontraba un enorme charco fangoso, que alguna vez había sido una cubeta llena de agua cristalina, pero ahora, no era nada mas que un asqueroso conjunto de tierra, hiervas, agua y rocas. 

Todo gracias al tremendo susto que Arturo le había hecho pasar momentos atrás.

—Ahh... —suspiró resignada mientras tomaba la cubeta y se disponía a llenarla otra vez. 

Dio un par de pasos desganados en dirección al río, pero cuando estaba a punto de sumergir su brazos en el agua helada, un aroma extraño y particular inundó sus desarrolladas fosas nasales, impidiéndole continuar con dicha acción.

—Esa esencia... —aspiró con fuerza para evitar perder el olor— Escamas de —enmudeció al instante— Imposible... —murmuró incrédula.

Sin embargo, su momento de escepticismo había sido interrumpido por un fuerte estrépito que provenía de las afueras del hogar de los chicos, junto con un par de gritos emitidos por los mismos.  

Ruby dejó caer la cubeta al instante y sin pensarlo dos veces salió corriendo en dirección a la casa. 

La chica sufrió de un leve tropezón al inicio gracias a los nervios, pero luego tomó el ritmo y se desplazó tan rápido que pudo advertir como el aire impactaba con fiereza en cada una de las facciones de su cara. No obstante, después de unos segundos sintió como algo la jalaba del brazo y la obligaba a retroceder de manera súbita.  

—¡¿Que está haciendo?! —la interrogó Arturo preocupado.

Ruby había corrido tan de prisa que no se percató de que ahora se encontraba frente al granero nuevamente. Y aunque estaba pasmada, decidió ignorar su pregunta y mantenerse firme.

—¿Qué es lo que está pasando? 

—Creo que estamos bajo ataque —dijo el enano con severidad mientras ponía su espada en ristre— Quédese aquí, no se acerque, podría ser peligroso —le advirtió con esa voz heroica que comenzaba a cansarla.

La chica estuvo a punto de reprocharle, pero sus objeciones quedaron eclipsadas ante un imprevisto.

¡Bam!

Otro crujido, está vez más fuerte que el anterior.

Ambos se dieron la vuelta rápidamente apenas escuchar el escándalo y antes de que la caperucita se diera cuenta, Arturo salió corriendo, dejándola sola a propósito. Mas ella no reparó en ello y decidió seguirlo son titubear. 

Giraron por la derecha hasta dar con la parte posterior de la casa, en donde las sospechas de Ruby se hicieron realidad, o bueno... casi realidad. 

Caperucita roja y los seis enanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora