4

184 21 1
                                    

Capítulo 4

—Eso suena muy bien, Avery. Toda la documentación ha sido aprobada por HR, así que me encantaría darte la bienvenida al equipo. Nos vemos el próximo lunes. —Cuelgo el teléfono y agarro un lápiz, cruzando y sacando ese tema de mi lista.

Nueva chica contratada, comprobado. Ahora, si simplemente consiguiera completar el resto de mi lista.

Echo un vistazo al calendario en mi agenda, ignorando la fecha inevitable que se avecina mañana, y calculo que puedo impulsarme a través de mi "ajetreo" mientras no tenga más turnos en The House esta semana.

Eso es, si puedo motivarme.

No tengo a nadie para culpar de mi aletargado ritmo esta mañana, a excepción de a mí misma. Bueno y a Haddie debido a que me instigó con la cuarta, o quinta botella de vino. Por lo menos mi dolor de cabeza ha amainado un poco, así que puedo pensar sin la resaca golpeando en el fondo.

Tomo el montón que he estado evitando, la mierda presupuestaria que toma mucho tiempo y al final apenas consigue ser revocada por los jefes de arriba, pero tengo que revisarlo de todas formas. Suspiro con resignación cuando oigo un golpe en mi puerta. Juro que los siguientes momentos pasan en cámara lenta, pero sé que no lo hacen.

Cuando miro hacia arriba, chillo en voz alta y salto en shock cuando me encuentro con ojos que son un reflejo de los míos. Voy alrededor de mi escritorio y corro con toda fuerza a los brazos de mi hermano. Tanner los envuelve alrededor de mí, girándome en el aire y apretándome tan fuerte que no puedo respirar. Todo el temor por su seguridad, la angustia por no saber de él, y la soledad de no tenerlo cerca, desaparecen y se manifiestan en lágrimas que corren por mis mejillas con felicidad.

Él me pone de regreso en mis pies y suelta su control sobre mí, pero me aferro a él con fuerza y entierro mi cara en su pecho necesitando esa conexión con él. Cuando no puedo dejar de llorar, sólo me aferra y besa la parte superior de mi cabeza.

—Si hubiera sabido que tendría este tipo de bienvenida, habría vuelto a casa con más frecuencia —dice antes de agarrar mis hombros y tirar de mí hacia atrás, sus ojos buscan los míos—. ¿Cómo estás, Bubs?

Sonrío al escuchar el nombre con el que me ha llamado toda la vida. Creo que estoy en estado de shock.

—Déjame mirarte —digo, dando un paso hacia atrás y pasando mis manos sobre sus brazos.

Él se ve un poco mayor y muy cansado. Hay finas líneas en las esquinas de sus cansados ojos, y los pliegues de su boca se han profundizado algo en los seis meses que no lo he visto desde la última vez. Su cabello cobre está un poco más largo de lo habitual, acurrucándose en su cuello. Pero está vivo y entero, y delante de mí. Las arrugas le hacen más atractivo de alguna manera, añadiendo un poco de resistencia a sus dinámicas facciones.

—Veo que sigues igual de feo.

—Y tú estás más hermosa —recita, un intercambio que hemos dicho al menos un millar de veces a lo largo de los años. Él tiende los brazos hacia mí y sacude la cabeza como si no pudiera creer que esté de pie frente a él—. ¡Dios es bueno verte!

Lo agarro de nuevo y mi risa burbujea.

—¿Mamá y papá saben que estás en Estados Unidos? —Tiro de su mano, metiéndolo a mi oficina, no queriendo dejarlo ir por el momento.

—Volé a San Diego y me quedé con ellos anoche. Me voy a Afganistán esta tarde en una repentina asignación...

—¿Qué? —Acaba de regresar y ahora saldrá de nuevo—. ¿Qué quieres decir con que te vas otra vez?

DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora