Vago por los pasillos de la casa de Malibú, las preocupaciones sobre Peeta, la nostalgia por los niños y extrañando a Haddie, todo robándome el sueño. Este ha sido el período más largo de tiempo que he estado lejos de cualquiera de ellos y por mucho que amo a Peeta, necesitando esa conexión con mi vida.
Necesito su energía que siempre me levanta el alma y alimenta mi espíritu. Echo de menos la deposición de Zander, el primer jonrón de Ricky, Aiden siendo llamando a la oficina del director por detener una pelea en lugar de iniciar una... Me siento como una mala madre descuidando a sus hijos.
Al no encontrar consuelo, subo las escaleras por enésima vez para ver cómo está él. Para asegurarme de que todavía está noqueado por el cóctel de medicamentos que el Dr. Irons prescribió por teléfono antes, cuando el dolor de cabeza de Peeta no lo dejaba.
Todavía estoy preocupada. Creo que inconscientemente tengo miedo de dormirme porque puede ser que pierda algo que él necesite.
Entonces pienso sobre las revelaciones de Peeta antes de su dolor de cabeza y no puedo evitar la sonrisa que suaviza mi cara. El conocimiento de que él estaba tratando de alejarme para protegerme puede haber sido equivocado, pero es perfecto, no obstante.
Sin duda hay esperanza para nosotros todavía.
Camino hacia la cama, con Halestorm tocando suavemente en el estéreo y no puedo evitar jalar una respiración mientras me siento en la cama junto a él. Él está acostado boca abajo, con los brazos enterrados debajo de la almohada y su cara en ángulo hacia el lado de la cama frente a mí. Las sábanas de color azul claro cayeron debajo de su cintura y mis ojos trazan las líneas esculpidas de su espalda, mis dedos desean tocar la calidez de su piel. Mis ojos recorren la cicatriz en su cabeza y noto que en el parche en su cabello está empezándole a crecer un rastrojo. En muy poco tiempo nadie sabrá del trauma debajo de su cabello.
Pero yo lo sabré. Y lo recordaré. Y lo temeré.
Sacudo la cabeza y aprieto mis ojos, necesito obtener el control de mi estampida desenfrenada de emociones. Me doy cuenta de que su camisa está en la cama junto a él y no puedo evitar recogerla y enterrar mi nariz en ella, bebiéndome su olor, necesitando la conexión asignada en mi mente para disminuir la preocupación que ahora es una constante. No es suficiente, sin embargo, así que me meto en la cama junto a él. Me inclino hacia delante, cuidando de no molestarlo y presiono mis labios en el punto justo entre sus omóplatos.
Aspiro su olor, sintiendo el calor de su carne bajo mis labios y le doy gracias a Dios de tener este momento de nuevo con él. Una segunda oportunidad. Siento eso por un momento, en silencio diciendo gracias corriendo por mi mente cuando Peeta gime.
—Por favor, no —dice, el tono juvenil en el timbre masculino es perseguido, desconcertante, devastador.
—Por favor, mamá, seré bueno. Solo no dejes que me lastime.
Él revuelve la cabeza en señal de protesta, tensando el cuerpo, con sus brazos agitándose mientras los sonidos que está haciendo se vuelven más firmes, más molestos. Trato de despertarlo, tomando sus hombros y sacudiéndolo.
—Por favor, mami. Por favorrrrrrrr —lloriquea con voz suplicante vacilante por el terror. Mi corazón sube a mi garganta y las lágrimas brotan de mis ojos con esa combinación extraña de niño dentro del hombre adulto.
—¡Despierta, Peeta! —Muevo su hombro atrás y adelante de nuevo, mientras él se anima más, pero la fuerza de las medicinas que el Dr. Irons le dio son demasiado fuertes para sacarlo de su pesadilla—. Vamos, despierta —le digo otra vez mientras su cuerpo comienza a mecerse, el canto demasiado familiar cae de sus labios.

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Demonios
Teen FictionPeeta Mellark: atractivo, arrogante, casanova, boca-sucia. Si esa es la cara que muestra al mundo para ocultar los demonios que lo atormentan día a día. Katniss Everdeen: decidida, gentil, guapa. Otra cara, una máscara para ocultar sus demonios. Dos...