25. El de Navidad

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Capítulo especial!!!
Si hacéis memoria, este fic surgió de un calendario de Adviento en 2019. Los conocimos en tres mini historias y, en este capítulo especial, lo vamos a unir con la trama actual.
Espero que os guste aunque sea un poquito!


💫🌟💫

—Huele muchísimo a canela.

—Es afrodisíaca. —Agoney miró a Raoul que tenía una mueca pícara cruzando su cara. —Lo leí en un artículo el otro día.

—Lees cosas muy raras tú. —Agoney vio como el chico rubio se levantaba de su cama y buscaba su ropa interior entre el lío que tenía montado en el suelo de su habitación.

—Era para un artículo de la revista. —Seguía tumbado y no le apetecía nada levantarse. —A veces odio mi trabajo, pero otras aprendo cosas muy interesantes.

Raoul desapareció tras su camiseta y se quedó enfrente suya con las manos en las caderas.

»¿Qué pasa?

—Nada. Que no puedo volver a mi casa porque alguien ha cerrado mi puerta con las llaves dentro y hasta que no venga Miriam no voy a poder entrar. Y no me apetece follar otra vez. Quiero galletas. —Salió de la habitación, tirándole un pantalón de chándal y una camiseta. Debía estar ya en la cocina cuando le gritó de nuevo. —¡Deberían quitarte el permiso para manejar un horno! ¡Menudo desastre!

Agoney se tuvo que reír porque esa frase la había oído muchas veces en su vida. Oyó como Raoul trasteaba por su cocina y decidió que era un buen momento para ducharse tranquilamente y recoger un poco el lío que tenía allí montado. Y él también quería galletas, así que mejor no dejarse caer por la cocina en un rato.

Cuando Raoul oyó el ruido de la ducha no se lo podía creer. Ahí estaba, con un delantal de Agoney, recuerdo de algún viaje a Barcelona, limpiando su cocina bajo la mirada vigilante de la perrita.

—No tengo intención de robarte nada, Bambi, así que no me mirés así. Se supone que ahora somos amigos, ¿no? —Tiró las galletas quemadas y limpió la bandeja con brío. —¿Sabes qué? Deberíamos unirnos contra tu dueño. Tú y yo contra Agoney. Como un súper equipo. Igual así dejaba de ser tan tonto y se da cuenta de lo que siente por mi.

La perrita lo seguía con la mirada y soltó un pequeño ladrido cuando vio a Raoul abrir varios armarios.

»Solo quiero más harina para moldear estas galletitas. ¿Tú comes estas cosas? No deberías, Bambi. El azúcar es malo para ti. Pero te puedo colar alguna si me ayudas. ¿Algún plan para que Agoney me quiera?

Bambi bajó de la silla donde estaba subida y pegó con su patita la puerta de la terraza. Raoul la dejó salir y se quedó solo preparando las galletas con la masa que había quedado del experimento del moreno. Estaban casi todas listas para entrar al horno cuando oyó el timbre de la casa.

—¡Voy yo!

Suspiró y se apoyó en la encimera con sus manos, agachando la cabeza. Se había asustado ante la sola idea de que alguien más les descubriese por su culpa. Metió las galletas en el horno y salió a la terraza donde Bambi tomaba un poco del frío sol de invierno.

En la puerta, Agoney abría la puerta a un alterado Alfred.

—¿Te pillo en mal momento? ¿Por qué huele a quemado? ¿Estas solo?

—Frena, frena. —Agoney puso sus manos en los hombros de Alfred y cerró la puerta dando una pequeña patadita. —Acabo de salir de la ducha. Se me han quemado unas galletas de navidad. Y no estoy solo.

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