Xmas special : Follow the lights

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Perdón por el retraso pero he estado casi todas las navidades fuera... Pondré entre hoy y mañana los Xmas special y espero poder empezar con la historia muy pronto.
Gracias por leer!!! 😎😎



Amaba decorar su casa por Navidad. Había sido así desde siempre. En su casa de Barcelona era él el que sacaba las cosas y empezaba a desperdigar objetos por toda la casa. Su madre acababa loca porque luego era ella la que tenía que recoger todo si no querían que las decoraciones de Navidad se uniesen a las de Pascua. Pero ahora que vivía solo, él se tenía que encargar de todo y se había dado cuenta que no le importaba. Que seguía adorando decorar toda su casa y derrochando espíritu navideño por todas partes.


Este año se había encargado de decorar el edificio principal. En eso estaba cuando oyó una voz que detestaba y le ponía cachondo a partes proporcionales. Cuanto más lo enfadaba, más cachondo se ponía.


— Eres muy pequeñito para poner esas luces tan altas, Raoul.


— Por eso uso una escalera, Agoney. Soy consciente de cómo es mi cuerpo.


— Sí lo eres, sí.— murmuró el moreno.


— ¿Qué has dicho?


— Que si quieres que te ayude.


— No, gracias. No necesito al grinch dando vueltas alrededor y jodiendo mi espíritu navideño.


— Otras cosas te jodería...


— ¡Quieres dejar de hablar en susurros! No te oigo y me pones nervioso.


— Ah, ¿sí? ¿Te pongo?


El rubio bufó y siguió enganchando todas las luces en la repisa de la entrada del edificio.


»Venga, no seas así y déjame que te ayude.


Agoney se acercó a la escalera en la que estaba subido el rubio y acarició con lentitud el muslo del rubio.


— ¡Para quieto! ¡Para!


El susto unido a la sorpresa por la inesperada caricia hizo que Raoul se enredase entre las tiras de luces y sintiese como caía de la escalera. No le dió tiempo ni a gritar cuando cayó sobre algo blando y que olía bien. Pero que muy bien.


— Has caído literalmente en mis brazos, Raoul.


El rubio miró alrededor y vió que tenía razón. Habían caído los dos al suelo y todo su cuerpo estaba ahora mismo sobre el de Agoney, un cuerpo duro y blandito, que le calentaba de tantas y tantas maneras. Hizo amago de levantarse pero no pudo.


— ¿Qué haces? Suéltame.


— No te estoy agarrando, rubito.


—¿Qué? ¿Y por qué no me puedo moverme? No me esta haciendo gracia.


— Son tus luces, cariño. Que no quieren que nos separemos.


El moreno empezó a mover su cuerpo de manera rítmica bajo el cuerpo del rubio. Las luces se habían enredado entre sus piernas y, a no ser que trabajasen como un equipo, no iban a salir de ese lío. Su mano había quedado justo a la altura de la cintura del rubio, la metió debajo de la camiseta y acarició la piel suave y caliente del chico. Sintió su jadeo en el cuello y le excitó más de lo que ya estaba.


— Agoney... para. Estamos en medio de la entrada. Nos puede ver cualquiera.


— ¿Y eso no te pone? ¿Ni siquiera un poco?


La lengua de Agoney ahora había alcanzado el cuello del rubio y chupaba lentamente debajo de su oreja. Sabía que el cuello era el punto clave. Sabía que si conseguía que se relajase un poquito más lo tendría gimiendo bajo su cuerpo en unos cuantos minutos. Si conseguían desenredarse de esas luces, podría tener al rubio desnudo encima de su cama antes de que acabase la tarde.


Una mano de Raoul alcanzó el pelo de Agoney y tiró suavemente. Dios, como le ponía el maldito torpe de su vecino. Estaba seguro que atraía la mala suerte porque esto no era ni medio normal. Primero las puertas cerradas y ahora enredados entre miles de luces.


— Si te sigues rozando así, pollito, vamos a encender todas las luces del edificio.


El rubio no dijo nada, solo escondió su cara en el cuello del moreno que embestía suavemente contra su pelvis. Siguieron así lo que parecían horas. Nadie había entrado en el edificio. ¿En serio nadie pensaba pasar para ayudarlos? Agoney no se iba a quejar pero le apetecía bastante seguir con esto en otro sitio menos público.


— ¿Qué hacéis?


— ¡Álvaro! ¡Ayúdanos!


— ¿En serio necesitáis mi ayuda? Yo os veo bastante bien sin mi...


La risa de Agoney rebotó en el cuello del rubio que sintió sus mejillas sonrojarse violentamente.


— Yo no me quejo, la verdad.


— Álvaro, ayúdame. — El chico se acercó a la pareja y les ayudó a desenroscarse del lío de luces que tenían montado. — Gracias.


Se levantó y muy dignamente cogió la escalera y las luces y se metió en el cuarto de los trasteros.


— ¡Pero Raoul, no te enfades! ¡Tenemos algo pendiente aquí!


— Jajaja ya te digo yo que tienes algo aquí sin terminar.


— ¡No os soporto! ¡A ninguno de los dos! No pienso salir de aquí en todo el día así que ya os estáis yendo.


Agoney miró a Álvaro que se reía por lo bajito. Encogió sus hombros y se encaminó a las escaleras.


— ¿Una cerveza, Álvaro? Tenía otros planes pero siempre puedo dejarlos para más tarde. — Subió un poquito más la voz. — ¿No, Raoul? ¿Te pasas después de cenar?


— ¡Te odio, Agoney!


La risa de los dos chicos se perdió por el hueco de la escalera mientras un muy avergonzado Raoul recogía las luces y la escalera para otro momento. 

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