14. El de la tentación

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Hoy, dedicatoria especial para @chicasison que está de cumple. Felicidades!!! (Drama free este capítulo que bastante hemos tenido ya...) 


– Pero tío, ¿esa mezcla está buena?

– ¿Piña y plátano? Los mejores helados del mundo, Alfredito. Los mejores sabores. Tienes que probar mi pizza y ya alucinas.

– ¡Qué asco! Eso sí que no te lo permito.

Las risas de los dos amigos salieron frescas y vibrantes en esa tarde de primavera que había dado una tregua a los últimos días de lluvia. Alfred y Agoney habían quedado para dar un paseo y comerse el primer helado de la temporada. Era un plan que repetían siempre, desde que se conocieron hace ya unos años.

»Y entonces, ¿qué?

– ¿Qué de qué? – Agoney le observó mientras recogía un poco de helado con la cucharita amarilla.

– Lo del libro, qué si ya has avanzado. ¿No tenías que entregar algo a la editorial al final de mes?

Agoney paró un momento, mirando con cara de susto a su amigo.

– ¡Me había olvidado! ¿Qué día es hoy? ¡Dios mío, Alfred..! ¿dónde tengo la cabeza?

– Creo que donde tienes ahora mismo la cabeza viene corriendo hacia aquí.

– ¿Qué?

Pero no le dio tiempo a decir ni una sola palabra. Por el rabillo del ojo localizó a un chico rubio que iba corriendo con unas mallas ajustadas y sus inseparables auriculares.

»Joder...

– Sí, sí, joder pero cuidado con la baba, qué se te cae con el helado.

– Es que Alfred... ¡Míralo!

– ¡Raoul! ¡Raoul!

El catalán se puso a dar saltitos llamando la atención del otro chico rubio que parecía no haberse dado cuenta de que ellos estaban por allí.

»Mira, ya viene. Compórtate, Agoney.

– Imbécil... – río su amigo observando cómo su vecino se acercaba a ellos con una sonrisa en la boca y todo el pelo despeinado.

– ¡Hola chicos! ¿Qué, de paseo?

– Pues sí, no todos somos tan activos como tú – contestó Alfred, dando un pequeño golpecito a su amigo para que dijese algo. – A este que le apetecía inaugurar la temporada de verano con el primer helado del año.

Raoul miró, ahora sí, a Agoney con esa mirada que tenía reservada solo para él. Una que escondía algo, algo que él no había podido descubrir todavía.

– Ummm helado. ¡Qué rico! – miró su cucurucho, que ya empezaba a derretirse por los lados, y se acercó un poco más. Sacó la lengua y chupó un trozo del helado del moreno que escurría entre sus dedos. – ¿Piña? – subió la mirada y la conectó con la de Agoney que tenía la boca abierta, observando lo que hacía el rubio, que volvió a chupar el helado, probando de la otra bola. – Y plátano. Predecible, Agoney, muy predecible. – Le miró mientras se relamía los labios dejándolos brillantes y apetecibles. – Bueno, chicos, voy a seguir un rato más. ¿Os apetece una cerveza luego? ¿En la terraza debajo de casa, sobre las ocho que terminaré de correr?

– Eh... vale, vale, Raoul. Creo que este... – Alfred volvió a darle un golpe a Agoney que se había quedado estático mirando a Raoul reirse un poco sonrojado – no tiene nada que hacer así que nos vemos luego. ¡Qué vaya bien la carrera!

NeighboursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora