Entre 1764 y 1767, Gévaudan se convirtió en el escenario de una película de terror. Un animal desconocido comenzó a atacar salvajemente a los habitantes de esta región francesa hasta el punto de que el rey se vio obligado a enviar tropas. A día de hoy la ciencia aún no sabe qué clase de criatura hizo realidad, a lo grande, el mito del hombre lobo.
La llegada de la bestia
Todo comenzó el 30 de junio de 1764. Una joven de 14 años llamada Jeanne Boulet apareció muerta cerca de Hubacs, una pequeña aldea en la región histórica de Gévaudan (A medio camino entre las actuales Auvernia y Languedoc-Rosellón, al sudeste del país). Jeanne había sido degollada y su cuerpo parcialmente devorado por algún tipo de animal.
Los ataques de animales salvajes no eran completamente insólitos en la Francia rural del siglo XVIII. La región está formada por hermosas colinas y frondosos bosques en los que hace siglos vivían ocasionales manadas de lobos o perros salvajes. Por eso nadie se sorprendió mucho cuando el 8 de agosto apareció otra muchacha de 14 años muerta en la cercana aldea de Masmejean. Por desgracia las muertes no terminaron ahí. Luego llegó otra, y otra, y otra...
El goteo constante de víctimas alarmó al administrador de la Diócesis de Mende, Etienne Lafont, que pidió ayuda a las autoridades de la región. El conde de Montcan, gobernador de la provincia, convocó a cuatro compañías de dragones comandados por el capitán Jean-Baptiste Boulanger Duhamel. Los dragones eran soldados a caballo entrenados en el uso de mosquete y sable. Ayudados por los propios campesinos Duhamel y sus hombres comenzaron a batir los bosques de Gévaudan en busca del animal o animales que protagonizaban aquellos ataques.
Un reguero de sangre que llegó hasta París
Los seis meses siguientes fueron una auténtica pesadilla para los habitantes de la región. Los dragones de Duhamel no solo no lograban abatir a la bestia, sino que su estancia en la región comenzó a despertar quejas por supuestos abusos y saqueos de la soldadesca a sus habitantes. Se decía que las tropas estropeaban las cosechas con sus caballos y no pagaban alojamiento ni comida. Mientras tanto, los ataques de la bestia se hicieron cada vez más frecuentes y salvajes. El siete de septiembre destrozó a un niño en Apcher. La cabeza del pequeño apareció ocho días después. Ese mismo mes mató a otro vaquero de 15 años y estuvo a punto de abatir a otro que logró refugiarse entre sus vacas.
Su modus operandi siempre era el mismo. Tenía predilección por los niños y las mujeres jóvenes. No es un patrón muy raro si tenemos en cuenta que los menores solían ser precisamente los que cuidaban el ganado en las afueras de los pueblos. Lo raro era que ninguno de los aterrorizados supervivientes era capaz de identificar al animal.
Los campesinos de aquella época estaban perfectamente familiarizados con los lobos, pero todas las descripciones de los testigos presenciales apuntaban a una criatura diferente. Se decía que era mucho más grande que un lobo, que tenía el pelo rojizo, las orejas pequeñas y una cola muy larga, con una densa mata de pelo sobre la cabeza y el lomo. Los relatos de cazadores que habían avistado al animal también aseguraban que era excepcionalmente inteligente y taimado para ser un simple lobo, y que cazaba abalanzándose sobre sus presas y golpeándolas con las garras, algo que definitivamente no hacen los lobos. También cazaba a plena luz del día e incluso cerca de las granjas.
A medida que entraba el invierno, los ataques se hicieron cada vez más frecuentes y cruentos. Más víctimas aparecieron decapitadas, y la resistencia de la bestia a su captura no hizo más que incrementar su leyenda. Se decía que podía incorporarse sobre sus patas traseras y estar en varios lugares a la vez. Varios cazadores de buena reputación aseguraban haberla alcanzado con sus disparos con poco o ningún efecto. Solo en los últimos 15 días de diciembre, la bestia masacró a cinco personas en diferentes puntos de la región.
No tardó en cundir el pánico avivado por las numerosas leyendas locales de hombres lobo y brujas capaces de cambiar de forma para devorar carne humana. Los estados de Languedoc anunciaron una recompensa de 2.700 francos (livres tournois) a quien lograra abatir a la bestia. Mientras tanto, monseñor Gabriel-Florent de Choiseul-Beaupré, obispo de la diócesis de Mende emitió una orden a todas las parroquias llamando a la oración. En la misiva pedía rezar para liberar al pueblo "de la plaga enviada por Dios para castigar a los hombres por sus pecados". Como si hicieran falta más razones para que cundiera la histeria colectiva.
La mejor cazadora de lobos de Francia
Para entonces, las noticias de la masacre provocada por la bestia habían llegado hasta París, donde el consejero del Rey Luis XV encomendó la misión de acabar con ella a Martin Denneval, hasta entonces considerado el mejor cazador de lobos de Francia.
Denneval ordenó la retirada de Duhamel y sus dragones para cazar la bestia por su cuenta, pero no organizó la primera batida hasta abril. Mientras tanto, los ataques continuaban. Las aldeas habían comenzado a ordenar a los jóvenes que no salieran nunca solos a cuidar el ganado. Siete niños en la aldea de Villaret lograron sobrevivir a un encuentro con el animal azuzándolo con palos y piedras, aunque varios de ellos recibieron heridas serias. El caso más heroico de resistencia a la criatura que se recuerda es el de Marie-Jeanne Valet, una joven campesina que se defendió en solitario del ataque de la bestia con ayuda de una lanza. Los vecinos encontraron el arma ensangrentada, pero ni rastro del animal.
ustedes creen que haya sido un lobo muy grande o una criatura sobrenatural?
-pau