Capítulo 1: Un nuevo encargo

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Desciendo de mi coche mientras continúo cantando en un murmullo la famosísima canción de Pharrell Williams sobre ser feliz, golpeteo suave y de forma rítmica el capó de mi adquisición más preciada, y por la cual moriría y mataría, mi precioso Alfa Romeo Giulietta del 56' color "verde lila" ―como diría mi tío Marco, quien es daltónico. Mientras emprendo mi corta caminata hacia el diner, muevo mis brazos y caderas como si estuviera en el videoclip, incluso le sonrío a la pareja que sale del local y me miran como si hubiera perdido la cabeza.

Qué más da, ¡porque yo soy feliz!

Sí, muchas cosas en la vida me hacen feliz, como el pastel de queso de mamá, mi amado auto, la música, la tecnología, las fiestas y la playa. También me hace feliz saber que hoy podría tener un nuevo trabajo. Oh sí.

Ya adentro del local, desplazo mi mirada por el espacio en busca del posible nuevo cliente, y doy rápido con él. Puedo reconocer sin problema a quién solicitó por internet de mis habilidades gracias a una pequeña búsqueda a través de sus redes sociales; solamente necesité cliquear encima del nombre de usuario para saber más información sobre él de la que probablemente le gustaría. Cómo me encanta cuán doble filo puede ser la tecnología, carajo.

―Gavin Woodley ―digo apenas llego a su lado. Él levanta su mirada, encontrándose con mi amplia sonrisa y permitiéndome ver el nerviosismo que lo embarga―. Diego Montoya a tu servido ―Le extiendo mi mano y la estrecha después de tarda unos pocos segundos en orientarse, apretando cordialmente mi mano pero sin llegar a emitir sonido aún, solo una diminuta y torcida mueca en su boca que supongo vendría a ser una especie de sonrisa tensa. La incomodidad se le ve a kilómetros.

No rompo el contacto visual mientras tomo asiento enfrente de él, observándolo removerse por mi escrutinio y sus nervios por la situación en general. No soy psicológico ni nada por el estilo, pero siempre se me ha dado de maravilla leer a las personas, por lo que puedo detectar en sus gestos inquietos y tensa postura corporal la vacilación, vergüenza, culpa y sí, incomodidad a mil.

Analizándolo solo por su exterior, luce cómo el típico doctor atractivo que trae loca a todas sus pacientes; en su caso, a las madres de sus pacientes, pues sé que es pediatra. Graduado en la universidad estatal, proveniente de una familia pequeña y de aparente estabilidad económica (si las fotos a diversos viajes familiares a lugares exóticos son un indicio), una considerable cantidad de amigos en facebook y comprometido con su novia desde la preparatoria según las fotos y comentarios de la pareja. Ah, también sé su fecha de nacimiento y por ende, su edad, así como otros pequeños detalles más.

Lo sé, es un tanto espeluznante cuánta información las personas entregan sin ser completamente conscientes de ello. Para su fortuna, no soy ningún psicópata ni nada, sólo me gusta investigar a mis posibles clientes.

Por otro lado, su extraño nerviosismo y paranoia por mirar hacia la entrada y los ventanales, como si no quisiera que nadie conocido lo viera, me adelantan que, sea lo que sea que me dirá, será sumamente interesante. ¿Qué podría pedirme un respetable pediatra con aparente vida feliz para lucir tan nervioso e inquieto?

Al Estilo De Los RompebodasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora