𝐅𝐒 || ❝El destino siempre será el encargado de volvernos a cruzar, 𝘩𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘰.❞
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Cuando las posibilidades cumplir tu sueño y convertirte en profesional dependen de una beca, aceptar es la opción correcta.
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Eso es lo que pensaba Sofía Moretti...
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— Gabo... — Su voz apenas se escuchó como un susurro, la Moretti se encontraba sorprendida al ver al castaño frente a ella.
El jugador de Álamo Seco miraba a la chica frente a él con sorpresa y rabia, mientras en su cabeza miles de pensamientos lo abrumaban:
¿Qué hacía ella aquí? ¿Por qué volver justo después de dos años? ¿Por qué quería abrazar a aquella castaña si ella lo había abandonado?
Los Moretti llevaban tanto tiempo sumidos en sus pensamientos que no habían notado al dúo de extranjeros hablándoles desde hace rato.
— Hermanito, Gabo, ¡Hey! — Ricky movía su mano frente a la cara del más bajo tratando de traerlo de vuelta a la tierra.
— ¿Ah? Ah, sí. ¿Qué pasa? — Dirigió su vista por un corto segundo hacía el mexicano para luego volver a dirigirla hacía la ojiazul.
— ¿Te sientes bien? ¿Te duele la pierna? — Fue en ese momento que la castaña notó que su hermano cargaba un par de muletas y una férula en su pierna derecha.
Dedé, quien había estado recogiendo los papeles que se le habían caído a la chica, se los entregó nuevamente a su dueña y le habló a su amigo. — Gabo, ¿Conocés a la chica?
La castaña interrumpió a su hermano antes de que este pudiera contestar. — Debemos hablar.
— ¿Por qué? — Gabo habló a la defensiva.
Sofía sabía que sería difícil que el número 10 hablara con ella, sobre todo si se encontraban enfrente de varias personas. Miró a su alrededor buscando un lugar menos aglomerado, luego de encontrarlo tomó al castaño con cuidado y lo arrastro hacía la sala de estudio, la cual Vitto le había enseñado anteriormente.
Vió como el par de chicos que acompañaban a su hermano volvían a la cafetería y se dió cuenta que la mayoría de personas ahí los miraban, por la chaqueta que tenía cada uno de ellos supuso que aquellas personas no eran nada menos que el equipo los Halcones Dorados.
No les tomó mucha importancia y trato de entablar una conversación tranquila con el chico que aún la veía con molestia.
— ¿Qué te sucedió en la pierna? — El jugador ignoró la pregunta y rodó los ojos. — Gabo, escúchame. Yo sé que estás molesto, pero...
— ¿Si estoy molesto? ¡Para nada Sofía! No es cómo si la persona en la que más confiaba me hubiese abandonado por más de dos años y sin decirme nada. ¿Por qué pensás que estoy molesto?
— Cálmate, y sabes que no fue así. Te lo dije, tal vez no en el momento adecuado y no de la mejor manera, pero te lo dije y se supone que tú debías estar feliz por mí.
— Te fuiste el día de su aniversario, Sofía. ¡¿Tenías que irte justo el día que mamá había muerto?!
— ¡Perdón por no poder hablar con los directivos de una jodida institución para decirles que cambiaran el viaje porque no podía tomar la beca ese día! ¡Habían pasado 6 años, Gabriel!
