~Noveno Encuentro~

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Byron era un excelente médico,  tenía siempre la medicina necesaria para todo tipo de problemas. Desde pociones para dolores y heridas físicas, hasta fuertes brazos para dar grandes y cariñosos abrazos para dolores emocionales. Así que era una gran sorpresa de verlo enfermo. Edgar estaba sorprendido de lo mal que se encontraba su pareja, ya que al ser mayor las enfermedades lo afectaban con muchas más fuerza. 

Byron era adicto al trabajo, eso era bien sabido, incluso su propia hija lo casi obligaba a comer a la fuerza o salir de su laboratorio. Nunca creía que se descuidaría tanto para estar allí, en cama, con una fuerte fiebre, tos y una gran dificultad para moverse.

-¿Necesitas que te alcance algo? - Edgar estaba completamente al pendiente del mayor. Hasta su bufanda acomodaba las almohadas para que sean extra-suaves para que se encuentre cómodo- ¿No tienes hambre? ¿Quieres algo de beber? ¿Te traigo otra manta?

-H-Hey... Tranquilo... Estaré bien... -Dijo con voz algo ronca- Podré estar tranquilo hasta que vuelvas... -Sonrió algo débil.

Odiaba la idea de dejarlo solo para poder ir a trabajar, ni él ni Colette tenían días libres para quedarse a cuidarlo. Al menos Barley y Piper habían acordado en pasar a verlo hasta que los chicos estén de regreso.

-Bien... Te llamaré en cuanto pueda... -Sonó algo triste besando su mejilla antes de caminar a la puerta- ¿Ah? -Se giró al sentir un tirón en su cuello. Al voltear se encontró con la bufanda aferrándose a parte de la cama de Byron- Je... Creo que puedes quedarte.... -Dejó a la bufanda moverse hasta rodear el cuello del otro.

-¿Qué haré con ustedes...? -El mayor le daba caricias a la bufanda mientras esta le abrazaba con cariño. Casi podía jurar que la bufanda le quería tanto como su dueño.

Edgar sonrió al verlos, sabía que Byron estaría en buenas manos, así que pudo irse tranquilo a trabajar en los eventos que se aproximaban.  Era extraño estar sin su bufanda, pero si era por proteger a su amado, le dejaría tenerla para siempre. Incluso Colette le hacía bromas al verlo sin ella.

-Hmmm... -La albina le miraba de cerca analizando.

-¿Q-qué haces? - Se sentía intimidado por la mirada de la chica, no sabía exactamente si estaban bien como amigo/padrastro/hijastra.

-Me sorprende que mi padre no te haya dejado marcas... Muerde muchos lápices cuando trabaja en sus proyectos.

-¿¡EH!? -El pelinegro casi da un salto por las palabras de la chica. 

-Debo admitirlo, haces un gran trabajo en mantenerlo en tus pantalones... -Dijo haciendo círculos señalando zonas bajas.

-¡¿Tengo que hablar de eso contigo?!

-Si quieres tenerlo "intacto", sí... Necesito saber que haces con MI padre...

No sabía exactamente si se trataba de porque era su hija, si era su amiga, o porque era una desquiciada por las parejas de los Brawlers. No sería la primera vez que hacía cosas raras, incluso convenció a la propia Bea para esconderse en un árbol casi todo un día para ver de cerca la cita entre el Sheriff Colt y el mismísimo Bull. 

El muchacho estaba mirando impacientemente el reloj dando golpecitos en el escritorio frente a él, le urgía la necesidad de llamar para saber como se encontraba su pareja, pero no podía hasta que sea la hora de descanso donde la circulación de "Jugadores" se cortaba momentáneamente para recuperar fuerzas para una segunda o quinta ronda.

-¿Porqué el tiempo pasa tan lento...? -Pensaba impacientándose. 

-¿Ocurre algo? -El arquero se acercó donde el menor mientras Colette aprovechaba para tomar fotografías y autógrafos de los más pequeños.

Odio Amarte TantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora