Capítulo 23

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—¿Y si te propongo una idea para mantenernos ocupados esta noche? —sonrió con picardía, y luego soltó una pequeña risa al ver la expresión perpleja de su rostro.

Como paralizados en el tiempo, ambos se miraron en la distancia de un relámpago.

—Dudo mucho que sea el mejor momento para corretear como dos pollos sin cabeza por la Torre ni jugar a las cocinitas ya que quizás tengamos las horas contadas. Además, tienes la pierna en reposo, ¿te acuerdas?

—Quiero algo dulce —protestó.

—Y yo quince millones de dólares, ¿y a que no los tengo?

—Dios, eres desesperante a veces, ¿lo sabías? —resopló tras una pausa—. Y un muermo. ¿Acaso te acuerdas cuál fue la última vez que hiciste algo por primera vez?

—Claro —le dio un sorbo a su café inmerso en su libro.

—¿Ah, si? ¿Cuándo? —se había cruzado de brazos y levantado con ligereza la barbilla para mirarle. Llevaba pitillos rasgados y una camiseta negra que se le pegaba al cuerpo debajo de la bata.

Era una de las noches que pasaron juntos en la enfermería sin que ella cayese agotada por los fármacos y el dolor de la pierna. Él se había quedado con un libro y un café humeante sentado detrás del escritorio repleto de papeles y bolígrafos desperdigados. Tenía metida la nariz en el libro y se había puesto unas gafas muy graciosas que resaltaban su rostro delgado.

—Cuando tumbé una vez al bufón de Jonatan —se rio—. Un recuerdo que atesoraré para siempre.

—¿Y otra cosa que no incluya violencia?

—Pides mucho —nada más mirar el rostro exasperado de Olaia, una sonrisa burlona se asomó a sus labios—. Además, ¿por qué no puedo traerlo yo?

—Necesito estirar esta pierna o me volveré loca, y acabaré por morder tu yugular y dejar que un chorro de sangre salpique todas las paredes de esta habitación.

—Y luego yo soy violento...

—No me tientes —amenazó.

—Tú ganas, pero —se rascó la nariz y se alejó del libro hasta levantarlo sobre su cabeza— me llevo esto por si me muero de aburrimiento.

—Has vivido contigo mismo muchos años, sobrevivirás.

Pocos minutos después salieron hacia el pasillo mientras dejaban atrás el eco de dos que parecían muy diferentes entre sí con los que se agarraban para subir unas escaleras rectas y espaciosas, oscuras y prácticas para unos chiquillos que iban a crecer allí dentro, a luchar por ser los mejores y a vivir de por vida entre esas cuatro tétricas y permanentes paredes.

Ahora, con las luces apagadas mientras el resto dormía un piso más arriba, tropezaron y casi cayeron al suelo juntos. Olaia soltó una risotada.

—¿Ya querías enredarte conmigo por el suelo?

—¿Es eso lo que tus sucios pensamientos quieren de mi?

—Venga ya, Carter...

La primera parada del recorrido fue la cocina. No habían transcurrido ni cinco minutos y ya estaban casi todos los cajones y estantes patas arriba.

—Cuando vea esto Hailee por la mañana, te va a matar... Por curiosidad, ¿qué buscas?

—Quiero algo dulce y blandito.

—¿Como una magdalena? Hay una cesta llena justo en esa mesa —dijo, y señaló tras su espalda. Parecía muy entretenido al ver cómo se desquiciaba por sacar comida de varios armarios.

La Torre Alpha #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora