Capítulo 2

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Las presentaciones siempre son difíciles. Sobre todo cuando tienes demasiados ojos sobre ti, y la mitad de ellos prejuzgan cada pequeño gesto para intentar desprestigiar toda palabra que salga de tu boca.

Enfocó, después de dos parpadeos, y la lentilla le facilitó una imagen más cercana de todos ellos. Sintió un leve mareo y se dijo a sí misma que, si tenía los informes en físico, se quitaría aquellas lentillas de inmediato.

Jonatan y Carter seguían enzarzados en una discusión verbal carente de rabia. Era como ver el sondeo entre dos animales a los que les falta poco para atacarse.

Quizás no vas a despedazar lo que tienen, se dijo, ausente. Puede que ellos mismos lo hagan tarde o temprano. Tú solo vas a ser el botón que lo reduzca todo a cenizas.

Inspiró y, antes de que Jonatan —el único que ahora mismo parecía apoyar su bando en ese barco a la deriva— la invitase a contar su historia, hizo un repaso mental de cada uno de ellos. Si los desmontaba por piezas antes de que ellos lo hicieran con ella, tendría la ventaja de no deshacerse en espuma y hielo derretido allí mismo, encerrada, para siempre. Sus puntos débiles, su oscuridad, lo que Sebastian Wright haría con ellos.

Flint Collins, el payaso del grupo, parecía estar demasiado acostumbrado a aquel tipo de discusiones. Se apoyaba sobre el hombro contra la pared, y se miraba las uñas. Cada vez que sonreía con malicia tras haber realizado alguna jugarreta, se le movían la punta de las orejas como un duendecillo. Era guapo, no cabía duda alguna, pero su hermano Peter destacaba por la forma más robusta de su espalda. Diferentes entrenamientos, se dijo a sí misma. Ambos compartían el mismo color de ojos, azul verdoso, y aunque eran parecidos, los rizos sobre la frente de Flint destacaban frente al pelo lacio y echado hacia atrás de Peter. La ambición del segundo le convertía en alguien un poco frío, calculador y distante, pero sin duda muy importante dentro del Equipo Alpha. No supo si era la costumbre o el poder imperioso que le rodeaba lo que le hacía pasarse de contínuo la mano por el cuero cabelludo.

Hailee Miller, la chica redactora que descubriría hasta sus más oscuros secretos, ahora procuraba ser invisible y se aferraba a Flint como a un clavo ardiendo. Sus ojos melosos conectaban con suma rapidez todo lo que le rodeaba. De vez en cuando, quizá por instinto, deslizaba el dedo pulgar sobre el labio inferior. Se llevaba muy bien con los mellizos, solo que con Flint tenía una relación amistosa, mientras que con Peter había algo más idealizado. Solo tuvo que escuchar lo que Flint dijo que le llamó la atención.

—No hay excusas. Háblale, venga, pídele una cita, y si no te responde, dalo por zanjado —se encogió de hombros—: le pillas en la cocina y le amenazas con un cuchillo por jugar con tus sentimientos. A eso le llamo yo un buen final de thriller.

—No seas tonto —se rio—. Es solo que... Entiendo que ayude a Alexandra en sus entrenamientos, pero me gustaría pasar más tiempo con él. Ya sabes, nos hemos distanciado...

Hailee lanzó una mirada afligida en dirección a Peter.

Era peligrosa aunque pareciera achuchable como un osito de peluche. Estaba avisada de que Hailee obtenía toda la información que necesitaba para desmantelar cualquier cosa que Sebastian le comandara. Anotó en la mente que no se acercaría mucho a ella.

—Si sabes jugar tus cartas —le levantó el rostro con dos dedos en la barbilla y la obligó a mirarle— abandonará por completo a esa arpía.

—No es una arpía... —puso los ojos en blanco.

—Peor: es el mismísimo demonio salido de entre las llamas.

—No hagas referencias a su accidente —hizo un puchero—; es humor negro.

La Torre Alpha #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora