Capítulo 31

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Sin dar crédito, Johanna se puso de pie a duras penas.

—El proyecto de Sebastian tiene que continuar...

A la doctora se le habían escapado varios mechones de color rubio pajizo del recogido bajo que había llevado durante tanto tiempo en la nuca. Parecía fuera de sí. Los tics nerviosos que le aparecían en medio rostro provocaron que no se llegase a fijar del todo en el resto de miembros, solo en Jonatan y Johanna, como si esperase que se le echasen encima en cualquier momento.

—¿La Operación Metamorfosis?

—Qué equivocados estáis —se mofó—. Eso solo es el comienzo de todo su proyecto...

—¿Y qué...?

Jonatan quiso dar un paso hacia ella, pero lo interceptó y se giró de plano.

—¡Soltad las armas! ¡Vamos!

Entre ellos se miraron confusos, como si hubiera hablado en otro idioma, como si no entendieran del todo cuál sería el paso a seguir.

—He dicho que soltéis las armas o le vuelo la cabeza aquí mismo. —La impiedad que destilaba entre las palabras, potenciada por las arrugas hostiles de su faz mortecina, los obligó a levantar las manos y a lanzar las armas al suelo—. Acercarlas. ¡Vamos!

Dudaron, por segunda vez, vacilantes, indecisos. Eran cinco contra uno, pero si el plan se torcía podrían perder a Daniel como habían perdido a Fabi arriba. Y ni Hailee ni Johanna estaban dispuestas a permitirlo.

Apartándose de la cara los mechones dorados que le molestaban, se acercó y pateó la pistola de Flint hacia la doctora. Incómodo, Peter imitó el movimiento de la chica, a paso torpe y con el cuerpo torcido, todavía sin controlar las grandes plumas de metal que le colgaban de la espalda.

—Venga, guapita, acércame tu arma.

Johanna frunció los labios en una fina e irritada línea. Se le notaba el músculo de la mandíbula tenso por la presión que hacía diente a diente, y miraba como si de un momento para otro fuera a lanzarse contra Wood a arrancarle de un mordisco la carótida.

Se extendió un silencio de tensión palpable en el que estuvieron tentados a gritarle a Johanna que obedeciera, pero no hizo falta. La chica le lanzó la pistola con rabia a la cabeza y la doctora Wood solo la tuvo que esquivar con suma agilidad.

—Buen intento, preciosa; atrévete a hacerlo otra vez y despídete del desquiciado de tu hermano —se pasó la lengua por los labios agrietados—. ¡Moveos!

—Wood..., él no tiene la culpa. Lo has tratado durante años... Todos los esfuerzos por ayudarlo se quedarán en nada si le vuelas los sesos.

Johanna le lanzó una mirada irritada e increpó en silencio su estúpido intento de calmar la tensión de la doctora. Si no se tomaba bien la actitud del equipo, podía seguir al pie de la letra las palabras de Jonatan.

Dio un paso adelante, en un burdo intento de parecer indefensa, pero la doctora se achantó y apretó más el cañón de la pistola a la sien de Daniel.

—Has dicho que nos movamos...

—Sí, pero no hacia dónde...

—Bien, bien —Peter mantenía las manos levantadas—. Tú nos dirás.

—Torced. A mi derecha. Quiero que vayáis de uno en uno, sin trucos, o le mato aquí mismo.

La voz de la doctora tenía un timbre agudo de histeria que rayó el histrionismo. En su rostro se reflejaba el pánico sembrado tras tener que haber presenciado toda aquella masacre, y aún así parecía controlar a la perfección cada uno de sus movimientos, calculados con suma predisposición. Estaba claro que no iba a dejar que su motricidad fina le jugase en contra mientras amenazaba al resto de miembros.

La Torre Alpha #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora