EXTRA 2

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«Siempre hay una primera vez

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«Siempre hay una primera vez.»


Daniel

Nunca había tenido problemas para estudiar, mucho menos para concentrarme en lecturas obligatorias. Platón había sido la razón por la cual, a los quince años, había comenzado a interesarme por la filosofía. ¿Por qué, entonces, de repente no podía asociar los conceptos que había aprendido años atrás?

Sacándome los lentes, me fregué los ojos e intenté espabilarme.

―¿Estás bien, elfito?

Oír a mi hermana me hizo suspirar. Ella estaba sentada en el amplio y único sofá que teníamos dentro de nuestro pequeño departamento. Al mirarla, me di cuenta de que había pausado la película que estaba viendo.

―Me cuesta concentrarme ―admití―. Debe ser falta de café.

Seulgi soltó una risa que me hizo arquear las cejas.

―¿Café? Tienes falta de Jihyo, elfo. ¿Hace cuánto que no la ves? ―preguntó divertida.

Jihyo.

¡Por Dios!

¿Hacía cuánto que no la veía? Alzando los dedos de mi mano, conté cuatro. Sólo cuatro días. ¿Por qué parecía que había pasado mucho más tiempo?

―Deberías ir a verla, ¿no crees? ―reanudó.

Sacudí la cabeza.

―Está ocupada. Es la primera semana y necesita dedicársela por completo a la universidad ―expliqué.

―¿Ella te pidió que le dieras ese tiempo?

Fruncí el ceño.

―N-no, pero supuse que es lo que ella querría. Es decir ―me encogí de hombros―, estuvo de acuerdo con que nos viéramos mañana y...

El movimiento de cabeza de Seulgi, repetitivo, me detuvo.

―¿Qué? ―urgí.

―Que no entiendes nada, elfito. No es necesario que ella te pida que vayas para que tú decidas ir. Si la extrañas, lo haces y ya. Después de todo es tu novia, ¿no?

Me quedé mirándola, tratando de llegar a la misma conclusión que ella había llegado.

―Olvídalo. Con el tiempo aprenderás esas cosas ―añadió volviendo a reproducir la película.

Sólo que, independientemente del tiempo que pasara, yo seguiría necesitando a Jihyo. Había pensado todos los días en ella y gracias a que ahora se prometió usar verdaderamente su móvil, habíamos estado mandándonos un par de mensajes. Sabía que estaba bien, que tenía una compañera de cuarto llamada Jeongyeon y que muchos de sus profesores eran, según sus propias palabras, unos genios. Sabía todo eso, pero de todos modos ansiaba verla. Y abrazarla.

𝐄𝐒𝐓Ú𝐏𝐈𝐃𝐎 𝐃𝐀𝐍𝐈𝐄𝐋 | 𝐉𝐈𝐍𝐈𝐄𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora