-¿Qué quieres de mí?
-Quiero que tus malditos labios se posen sobre mis malditos labios, y que nuestras malditas bocas encajen como un maldito rompecabezas.
-¿Qué se supone qué...?
-Bésame. ¿O es que acaso un nerd como tú o entiende el vocabulario d...
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«Somos eternos.»
―Daniel
Me encantaba.
En serio, me encantaba.
Jihyo era hermosa siempre, pero hoy particularmente sobresalía. Supuse que tenía que ver con el vestido que llevaba puesto y como este, sublime y delicado, tan blanco como la pureza misma, contrastaba con la venda negra que yo le había puesto minutos atrás en los ojos.
Aunque, la verdad, también podría estar maravillado por su sonrisa. Esos labios tirantes, aunque luciese ansiosa, eran una de las pocas cosas que podían alegrarme tanto.
Más allá de su cabello rubio recogido con cierta soltura, y de los pequeños mechones que escapaban adrede, podía apreciar su cuello y el camino de lunares que descendía por sus desnudos hombros hasta ser cubiertos por el escote en forma de corazón.
Ella realmente era perfecta. Y el anillo en su dedo anular, puesto allí por mí hacía apenas unas horas, era el broche de oro.
Jihyo era mi esposa.
―¿Podrías dejar el suspenso de una vez, Niel? Ya me di cuenta de que detuviste el coche ―susurró todavía sin borrar la sonrisa, sentada en el asiento de copiloto, con su vista obstaculizada por la tela.
―Estaba... estaba mirándote ―confesé.
Su sonrisa se curvó.
―En ese caso, déjame sacarme la venda. También quiero mirarte.
―Podrás verme luego. Primero la sorpresa ―musité.
Había planeado este día por diez meses, precisamente desde que Ji y yo nos habíamos comprometido, el 27 de diciembre del año anterior. Y ya estábamos casados.
Hacía tan solo una hora, y frente a un diminuto grupo de personas, habíamos dado el gran sí. La ceremonia la habíamos organizado al aire libre y habíamos invitado solo a las personas más cercanas, entre ellos nuestros escasos familiares y un par de amigos.
Todavía podía recordar la expresión orgullosa de mi papá. Tanto él como mi mamá se habían mostrado felices desde que supieron que me casaría con Jihyo. Seulgi no se había mostrado en contra ni nada, pero ella había estado más pendiente de su propia boda con Vernon, con quien se había casado un mes antes.
Ji tampoco había invitado a muchos. A ella solo la habían acompañado sus abuelos, siendo su abuelo quien la llevó al altar, y unas compañeras que había tenido en la universidad y ahora eran sus colegas, entre ellas Jeongyeon.
Por parte de ambos, habíamos invitado a Dahyun y Christopher, los únicos amigos que seguíamos manteniendo a pesar del tiempo y la distancia. A ellos no los había vuelto a ver en un mismo lugar desde... ¿la preparatoria? Fue entonces durante la boda, cuando los vi conversar animadamente entre ambos, que toda teoría que hubiese creados sobre ellos se derrumbó. Al parecer, solo habían tomado caminos distintos. Nada más.