Capítulo Seis

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  Cuando se despertó, por alguna razón, supo que estaba sólo en esa inmensa casa. Se duchó con lo que quedaba del gel de frutos rojos haciendo que su pelo adquiriese ese olor dulzón.

  Se refugió en el salón con una taza de café y la tranquilidad que le suponía el no tener prisas para nada. El timbre rompió esa paz unos minutos después.

  Bella aguardaba tras la puerta armada con varios productos de la tienda y una sonrisa.

  —¿Trabajas también los domingos? —ella negó, alegre.

  —No, los cogí ayer. Creo que encajan bastante bien contigo.

  La siguió hasta la cocina donde la chica procedió a mostrar los productos. Gel de afeitar, colonia, desodorante, gel de ducha. Jacob asintió complacido.

  —¿Qué te debo?

  —El señor Cullen nos pide que hagamos una cuenta con todo lo que pidan sus trabajadores para pagarlo a final de mes.

  —Él no tiene por qué pagar por esto.

  —Pero ya lo he añadido.

  —Táchalo mañana. ¿Cuánto te debo? —repitió. Ella frunció los labios.

  —Está bien, pero si me busco un problema con tu jefe no pienso cubrirte —Jacob sonrió a su broma, asintiendo.

  —No los habrá. Hablaré con él.

  La invitó a un café que ella no rechazó, se sentía muy cómoda en su compañía.

  —¿Conoces los rumores de la familia Cullen?

  —Son una familia de renombre. Todos conocen, o dicen conocer, a los Cullen.

  —¿Y tú?

  —Crecí oyendo leyendas, pero sinceramente no creo que sean reales.

  —¿Qué tipo de leyendas?

  —De las que están llenas de sangre, lágrimas, misterios y maldiciones.

  —¿Podrías contarme alguna?

  —No creo que sea lo más conveniente. Que yo no las crea no significa que no vayan a condicionarte a ti. El señor Cullen debe de estar cansado de que todos le abandonen, no quiero ser la responsable de que hagas lo mismo que ellas.

  —¿Por qué piensas que un par de historias iban a hacerme huir? Él también hace alusión a esa idea.

  —Puede que tenga miedo de quedarse solo.

  —El señor Cullen no es ese tipo de hombre —Bella le observó con una mezcla de recelo y envidia porque fuese él quien conociera esa parte del señor Cullen—. Y yo no soy de los que abandonan a quien le tiende la mano por unos cuentos de personas mal intencionadas.

  —Me tranquiliza oír eso.

  Dio un largo trago al café confiando de que la conversación se moviera por otros temas, sin embargo, la mirada de Jacob seguía posada en ella con intensidad. Ella resopló, resignada.

  —No me presto a esto, pero si no vas a darte por vencido te diré que la última empleada estaba llevando a cabo una investigación.

  —¿Una investigación?

  —Me contaba que en esta casa había algo que no le gustaba. Había comenzado a escuchar rumores y desde entonces inició una serie de averiguaciones que guardaba en su cuarto. No sé lo que supo, pero días después dejó el trabajo. Encuentra esos papeles y sabrás las mentiras que se cuentan de él —escupió indignada.

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE CERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora