Capítulo Veintitrés

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  Jacob sacó algo de ropa para que el chico se la pusiera lejos de las miradas ajenas, al volver a su forma humana miró avergonzado a su amigo.

  —¿Qué ha sido eso?

  —¿El qué? ¿La defensa a tu amigo o el momento de la imprimación? —Seth se sonrojó levemente.

  —No puede ser, no con él. ¿Cuándo te pasó con Edward supiste en seguida que era la imprimación?

  —Claro, tan bien como lo sabes tú. Cada lobo lo experimenta de una manera diferente, sino fuera así ¿por qué le has dejado vivir?

  —Peso de conciencia —improvisó, Jacob le dio un manotazo en el hombro.

  —Vamos, Seth, estás hablando conmigo.

  —¡Jacob! —gritó Billy desde la escalinata de la entrada.

  —Habrá que decirle lo que ha pasado.

  —¿Todo? —inquirió nervioso, Jacob se encogió de hombros.

  —Eso te corresponde a ti decidirlo.

  Se reunieron en el salón para hablar con Billy quien no aprobaba que fueran peleando con los vampiros ya que eran los invitados de Edward y debían mostrar respeto, sobre todo ahora que también era la casa de Jacob. En ese momento se oyeron las pisadas de los vampiros, Edward se encaró hacia Billy pidiéndole disculpas por los altercados, después tomó asiento en el brazo del sofá junto a Jacob mientras Seth barria la estancia con la mirada buscando a Emmett, pero solo dio con la mirada helada de Alice.

  —Está terminando de construir la tumba de Noir —señaló Edward al pensamiento de Seth.

  —¿Cómo lo lleva conmigo? —preguntó Jacob—. Dudo que se haya disipado su enfado respecto a mí.

  —Nos lo ha explicado todo —informó la chica—. Lo entiende, pero necesita tiempo para asimilarlo, Noir era un hermano para nosotros.

  —¿Habrá problemas entre vosotros? —Jacob tomó la mano de el vampiro evidenciando el temor en aquel gesto, su novio la apretó de vuelta.

  —No, todo está bien.

  Tras unos minutos de conversación, Jacob se disculpó y bajó al estudio. La bombilla parpadeó cuando presionó el interruptor por segunda vez y se mantuvo encendida. El polvo estaba presente en cada rincón, el cuaderno de los pedidos yacía en el borde de la mesa donde recordaba haberlo dejado, Edward no había vuelto a poner un pie allí desde que él se fue. Se sintió miserable al saberse el culpable de que hubiera abandonado el trabajo que tanto adoraba.

  —No tienes que culparte de nada —oyó su voz a la altura de la puerta.

  —Tienes esto descuidado por mi culpa.

  —Les dije que iría un tiempo a Londres y en cuanto volviese me pondría con los encargos.

  —Lo siento —Edward se sentó en la mesa balanceando sus pies con la vista clavada en el chico que repasaba las hojas del cuaderno.

  —Si vuelves a disculparte me lo cobraré —Jacob elevó una ceja como si el vampiro no pudiera contra él, Edward sonrió—. Admon va a casarse.

  —¿Cómo?

  —En realidad no es una boda, quiere estar libre del matrimonio. Se trata más bien de una fiesta para celebrar los veinte años de relación —el chico abrió los ojos por la noticia.

  —¿Veinte años y no quiere casarse?

  —Dice que es muy joven —señaló con burla hacia su propio amigo—. El caso es que me llamó para invitarme, pero como supo que tú y yo no estábamos juntos no quiso hacerme sentir mal. Lo retrasó al saber lo de Noir.

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE CERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora