Capítulo Veinticuatro

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  Hacía unos minutos que aguardaban una aparición que no sucedía. Jacob se encontraba apoyado en la baranda de la escalera mirando como Edward estudiaba con tensión la puerta. Seth estaba sentado en el suelo, junto a la puerta a un lado de las escaleras, donde Emmett yacía sentado en el primer escalón. Al desviar la vista de su novio el chico descubrió a Emmett mirando hacia su amigo. Se deslizó hasta quedar sentado a su costado.

  —Deberías decirle lo que piensas ¿qué pasa si las cosas no salen como pensamos y no tienes más oportunidades? Sé lo que sientes, créeme que lo sé. Seth está pasando por lo mismo.

  —¿Seth sabe pelear? ¿Tiene experiencia en eso? —inquirió preocupado.

  —No lo sé, estuve fuera mucho tiempo y nunca fui parte de la manada, pero no te preocupes estaré a su lado no dejaré que nadie le toque —el vampiro asintió mirando de reojo a Seth —. ¿Vas a seguir mi consejo?

  —No estoy enamorado de él.

  —Pero está claro que sientes algo.

  —No estoy seguro, Jacob. A ver quiero que esté a salvo, quiero protegerle pero de ahí a verle como algo más.

  —Entonces no le hagas daño. Me da igual que seas el hermano de Edward, si le haces daño te arrancaré un brazo. Tú ni lo puedes imaginar, pero yo sé lo que duele estar alejado de tu imprimación y es horrible.

  —Me atrae ¿vale? —levantó un poco la voz, Seth les miró atento por si debía interceder por Jacob, cuando Emmett le observó el chico apartó la vista.

  —Al menos lo reconoces. No pretendo que vayas y le jures amor eterno, quiero que tengas en cuenta sus sentimientos.

  —No soy un desalmado —colocó una mano en su hombro con una sonrisa torcida adornando su cara—. Ya que nos hemos sincerado aprovecho para decirte que mi hermano lo pasó mal por tu culpa y aún conservas los dos brazos, lobito. No te permitas el lujo de amenazarme otra vez.

  —Las veces que haga falta, Cullen —dijo echándose hacia atrás recostándose en la escalera, Emmett emitió un bufido y en esa ocasión fue Edward quien miró.

  —Parece que tus invitados se retrasan —comentó poniéndose en pie yendo hacia su hermana.

  —Están aquí —dijo con la mirada ausente en dirección a la puerta—, pero han olido a los licántropos y están rastreando los alrededores.

  —¿Están? —preguntó Edward impaciente—. ¿Cuántos han venido?

  —Veo a cuatro. Admon está entrando por el despacho.

  —Justo a tiempo —suspiró aliviado—. Jacob ve arriba con tu padre y Seth, nuestra habitación es la estancia que más huele a mí así se camuflará vuestro olor.

  —¿Tienen miedo por nuestra presencia? —pero Edward no fue el que respondió, Admon que bajaba por las escaleras con elegancia y dramatismo habló.

  —Presentan una ligera conmoción por el olor de vuestros pelajes —se detuvo frente a Jacob e hizo una breve reverencia—. Encantado de verte viejo amigo.

  —Siéntete como en casa —le palmeó el brazo y añadió—. Estaremos arriba, llámame si sucede algo.

  —Por supuesto —cuando Seth pasó a su lado movió la mano enérgicamente a la altura de su cara—. Hola.

  —Hola —contestó elevando una ceja y siguió a su amigo.

  —Es un encanto —dijo alegremente hacia Edward.

  Jacob dejó a su padre en el sillón junto a la cama y fue hacia el balcón para echar un vistazo. Seth tomó asiento en el suelo apoyando la espalda en el lateral de la enorme cama.

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE CERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora