Capítulo Dieciocho

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  -- Dos semanas después --

  Removía el café sin prestarle atención, estaba tan cansado que apenas se daba cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Edward, consciente de ello, rodeó su cintura dándole un beso en la cabeza donde respiró el olor de su pelo.

  —Me gustaba más cuando olía a frutos rojos.

  —Acabé con ese gel.

  —¿La señorita Swan no puede traer más? —Jacob le dedicó una mirada inquietante—. Está bien. Por cierto hoy no vamos a trabajar.

  —¿Ha pasado algo?

  —Quiero pasar todo el día contigo, y creo que no te vendrá mal dormir un poco más.

  —¿Qué tiene de especial el día de hoy?

  —Jacob —replicó queriendo sonar molesto sin lograrlo—. Es nuestro primer mes juntos.

  El chico dejó caer la cabeza entre las manos.

  —Lo siento, lo había olvidado.

  —Te lo perdono porque sé lo cansado que estás. Los pedidos han aumentado en poco tiempo, incluso el padre de la señorita Swan pidió un maniquí para su tienda. Jamás lo había hecho.

  —Dormiré una hora y después pasaremos el día juntos, lo prometo.

  —¿Puedo verte dormir?

  —¿Qué?

  —Nunca he visto dormir a nadie excepto en las películas ¿puedo?

  —Claro, pero te advierto que no es para nada divertido.

  Jacob se acomodó en su cama con la almohada en el regazo de Edward quien le acariciaba la espalda con suavidad. Poco a poco cerró los ojos envuelto en el aroma de Edward, este jugaba con su pelo distraído en las facciones del chico dormido en sus piernas.

  —Eres la luz en mis sombras, Jacob. Gracias por quedarte a mi lado.

  En mitad del sueño el chico se abrazó a las piernas del vampiro y durmió profundamente.

  Al abrir los ojos se sintió recargado de energía, se estiró con una sonrisa plasmada en la cara. El reloj marcaba las diez de la mañana. Buscó a Edward con la mirada quien le sonrió embelesado observándolo desde arriba.

  —He dormido más de dos horas. Quedamos en que me despertaría.

  —No he podido, estabas tan mono durmiendo —pellizcó su nariz ligeramente—. Es muy gratificante verte dormir.

  —Si lo dicen con ese tono es vergonzoso.

  Edward acercó su cara a la de Jacob rozando su nariz con la contraria y dejando sus labios en la frente del chico.

  —Me volveré adicto a estos momentos.

  —Sí claro, vendrás cada noche a verme dormir y abandonarás tu lujoso aposento —murmuró con ironía aunque sus pensamientos fueron otros.

  —Puedes hacerlo.

  —¿El qué?

  —Dormir en mi cama.

  —No pretendían insinuar eso.

  —Has pensado que sería más cómodo para los dos si fuera en mi habitación.

  —No me meteré en tu cama. Además no duermes ¿por qué tienes una cama?

  —La compró mi padre hace años para decorar la estancia. Pero no la he usado, es tuya.

LA LEYENDA DEL VAMPIRO DE CERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora