XLI

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El frío del auto era intenso, pero por alguna razón en vez de bajarle el nivel, nos refugiamos en nosotras. Que mejor que el fuego corporal de quien amas para matar el frío de maneras tan tentadoras y exquisitas. Como el juego de nuestros labios, esa guerra llena de ímpetu con el fin de determinar quien ganaba. Mi competitividad y poca habilidad de aceptar derrotas no me permitía de ninguna manera permitir que me ganaras en esta vuelta, por eso con la furia de un tornado acariciaba tus dulces labios con los míos de las maneras mas intensas posibles para una simple mortal. Incluso ignorando mi falta de habilidad a la hora de besar no fueron improvistos para ganar aquella batalla tan candente, de quien podría aguantar la respiración más tiempo con el fin de no abandonar nuestros labios. Porque amor, eso era un pecado que no estaba dispuesta a perdonar.

El corazón me ardía con euforia y mis sentidos estaban colapsando tanto, que por momentos perdía la conciencia entrando en el limbo. Cuando estoy contigo, de alguna manera termino entre la vida y la muerte o, la cordura y la demencia.  Me pierdo tanto en ti que trasciendo a diferentes dimensiones,  y eso era algo que solo tus labios en lo más profundo de mi podían provocar.

Que encantadora forma de morir, con el calor de nuestros cuerpos recostados en un lugar prohibido, y esa luz azul que te daba directa a la cara, permitiéndome ver la mejor de las obras que mis ojos alguna vez pudieron haber contemplado, tus labios llenos de placer.

Desde entonces la luz azul y los festivales de música se volvieron constantes en mi vida, porque eran el recuerdo de que tuve la dicha de tenerte en mi vida.



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Soltando mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora