Capítulo 12 - Cuando el placer habla más alto

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Pasé gran parte de la tarde sentada en la cama a intentar escribir alguna cosa. Había dejado de escribir hace tiempo. De todas formas, las palabras no me salían. Desde el accidente, Max me tenía casi secuestrada en casa. No me dejaba salir de la habitación, me trataba como si fuera de porcelana y estaba quedando aburrida. Tuve que pedir la baja en el trabajo. Él decía que el médico pidió que en estas primeras semanas, especialmente después de lo que había pasado, intentase reposar lo máximo que pudiese. Está claro que lo que Max interpretó de eso fue: cuidarme 24 horas por día como si estuviese enferma.

Pero, tras semana y media en aquella reclusión, me estaba quedando harta de no poder salir. Por esta fecha ya estaría con unas cinco semanas de embarazo, casi. Era muy poquito. Sabía que hasta las doce semanas íbamos a estar en aprensión. Podría pasar cualquier cosa. Yo también estaba preocupada, pero no iba a quedarme cerrada por más dos meses hasta que pasase esta fase tan compleja. Por otro lado, las náuseas y los mareos se han convertido en más intensos y lo estaba pasando francamente mal. Nada de esto me pasó con el embarazo de Ally. Pero el médico ya había advertido que cada uno era diferente. Y este lo estaba siendo en todos los aspectos. A empezar por Max.

Si es verdad que la otra vez, estuvo siempre pendiente de mí, pero de una forma muy formal y apartada, de esta era todo lo contrario. Era otra persona. Sé que se estaba esforzando, pero no habíamos hablado más desde lo sucedido y aun había mucha cosa que esclarecer.

—He ido a comprar comida y helado —entró en la habitación con un envase de helado en la mano—, tú hija puede ser muy convincente. Si nuestro próximo hijo salir con tu carácter, te lo juro que me vuelvo a ir de misión.

—Y yo que pensaba que no querías irte —le dije sin expresar ningún sentimiento con relación a eso.

Él se sentó en la cama. Abrió la tapa del helado y con una cuchara sacó un poco y lo lamió con descaro. Yo parecía los perros de Pávlov, salivando. En este embarazo sentía muchísimos antojos y helado era uno de ellos. Y él lo sabía. Lo estaba haciendo aposta.

—No es que quiera irme, es que no voy a irme a lado ningún —volvió a sacar otra cucharada y al ponérsela en la boca hizo un gemido sensual. ¡Dios mío! Otra cosa que este embarazo me trajo era un descontrole hormonal muy intenso. Estaba cachonda todo el tiempo y a pesar de que no volvió a tocarme y repetíamos un poco las malas costumbres, ahora se acostaba todas las noches a mi lado, casi desnudo. Era una tentación horrible. Alguna vez, a medio de la noche estuve a punto de despertarlo con las ganas que tenía. Pero no iba a ofrecerme a él, como ya me había acusado antes—, ¿se te ofrece algo? —me preguntó, relamiendo la espalda de la cuchara.

—Max... entiendo que ya haya pasado mucho tiempo desde que tuve a Ally, pero no vas a querer provocar una mujer embarazada —mis ojos se fijaban en el helado, como si fuera un depredador.

Él sacó un poco más y acercó la cuchara a mi boca, pero me lo dio tan torpemente que un trozo escurría por mi labio inferior. Creo que lo hice con ese propósito. Acercó su boca a la mía y era lo más cerca que había estado en todas estas semanas. Sacó la lengua y chupó parte del helado que se quedó allí. Ese movimiento me hizo cerrar los ojos y gemir. Cuando abrí los ojos, él me miraba con los ojos brillantes.

—Eres tan linda —murmuró en mis labios. Sentí sus manos abriendo mi batín de seda que llevaba vestido—, y creo que me deseas. ¿Cómo no me había dado cuenta de eso antes? O ¿será que deseas el helado que tengo en mis manos? 

 ¿Cómo no me había dado cuenta de eso antes? O ¿será que deseas el helado que tengo en mis manos? 

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Estoy de vuelta© - TERMINADA Y COMPLETA - Novela Corta Romance Erótico +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora