AL DIABLO CON SOFÍA

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Siempre había sabido que contaba con dos pies izquierdos; sin embargo, en lo que llevaba de vida jamás me hubo sucedido nada igual a lo que me acontecía.

Una pierna que no me respondía como debiera a causa de una infortunada luxación de tobillo, no venía precisamente como caída del cielo para Shaun y mucho menos lo hacía para mí. Con un compromiso tan grande como lo era la presentación del producto de Sofía a los inversionistas, un accidente como el que había tenido llegaba a modificar muchas cosas, entre las cuales estaban los planes que ya habían sido trazados por los Messer en su mayoría.

En lo dicho, en ese instante la imagen que poseía de mí misma no pasaba de inoportuna y aguafiestas.

¿Y todo por qué?

Por la falta de concentración. Por la falta de coordinación que siempre me tomaba presa cuando mi mente albergaba sentimientos encontrados. Cuando mi psique masoquista se torturaba a sí mismo con emociones que por más que buscara o deseara, no estaba en mis manos modificar.

En resumen: la conducta de Chase de aquella tarde me resultaba confusa en demasía, tanto, que el resto del día lo pasé cuestionándome una y otra vez, qué era lo que yo había hecho mal como para que me dejara de lado. Lo extraño del asunto es, que la respuesta que obtenía siempre aportaba a mis pesquisas el mismo resultado: Nada. No había hecho nada malo, simplemente anhelarlo, precisarlo como al mismo aire.

Lo echaba tanto de menos...

Pero aún y con que mi cuerpo se excitaba con tan si quiera pensarlo, no podía obviar el hecho de que una boda me estaba esperando a un tiempo tan corto que me parecía inverosímil. Y aunque mi pecho escocía con esa asimilación, también comprendía que de alguna u otra forma, lo más sano conllevaba a aceptar que si la fascinación por su parte había mermado, entonces tendría que resignarme y seguir con mi camino. Por desgracia, era uno que me llevaba muy, muy lejos del cowboy que trastornara por completo mi existencia.

— ¿Te duele mucho? —cuestionó mi novio sentándose a escasos centímetros de mi posición, encarándome y frotando el área entablillada.

En sus ojos reinaba la preocupación pura y sincera, pero más que eso, un atisbo de algo ilegible se mezclaba con su zozobra.

—Solamente ha sido el susto, ya verás que mañana estaré como nueva —respondí, mintiendo.

Por supuesto que me dolía, pero guardaba la esperanza de que las suposiciones del Doctor Scott, médico que se estaba haciendo cargo de mi caso, estuviesen sobrevaloradas.

Luego de conseguir localizarlo posteriormente de casi una decena de llamadas a su domicilio y a su número celular, se presentó en el rancho a penas saber que se trataba de una emergencia suscitada dentro de la familia a la que por tantos años, hubo atendido como pacientes. Según él, hacía casi veintiocho años que había sido testigo del nacimiento del mayor de los hermanos, pues estuvo a cargo del alumbramiento siendo el primero en darle la bienvenida a Chase incluso antes que la propia Karen Messer.

"El poder de la pasión" (E. I. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora