Nada más retirarse mi hermano y su novia a la recámara, fui directamente a la cocina por algo que llenara el vacío que mi estómago hambriento padecía sin poder aguantar la hilaridad que me produjo el desatino de la pelirroja, temerosa por que le revelara a Shaun la sesión de besos que tuvimos en mitad del bosque.
A diferencia de ella, yo sí requería de ser alimentado. Las emociones fuertes no me quitaban el apetito.
Corine había preparado hot cakes con miel de maple y mantequilla que engullí en un tiempo récord y en una de las mejores compañías: la de la pequeña Aurora. Me recordaba muchísimo a Esther cuando tenía su edad, quizás por eso le tenía tanto cariño y disfrutaba mucho en su presencia pese a no tener la madurez para mantener una charla de adultos conmigo. Sus temas de conversación se reducían a las melodías que había aprendido a tocar con su armónica y a inocentes comentarios sobre la boda de sus sueños con un novio que casi le triplicaba la edad.
¿Pero cómo le explicas a una niñita que alguien como yo, no es precisamente el mejor partido?
Romperle la burbuja de ensueño no figuraba en mi lista de cabronadas a corto plazo. No sería el causante de que su pequeño, cándido y sincero corazón sufriera, por eso aguardaba a que algún día no muy lejano, cuando creciera, la misma Aurora se diera cuenta de lo equivocada que estaba.
En seguida recordé la promesa que le había hecho a mi viejo camarada, le di las gracias a su hija por el almuerzo y acudí a la cita antes de que fuera él mismo quien me buscara, tirando de mi oreja y obligándome a cumplir.
—Y entonces, ¿qué es eso tan importante de lo que querías hablarme? —Le pregunté a Anoki entrando a las caballerizas sin que me notara, con Demon dejando sus alimentos de lado y yendo a mi encuentro a penas verme.
Estaba acuclillado acariciando al potrillo echado a lado de la madre, susurrando cosas en su dialecto como si se quejara contándole a Niebla, algo que alguien había hecho mal.
Se giró incorporándose, parando con el monólogo y sacudiéndose las manos en la tela de los vaqueros.
Me miró con esos iris penetrantes, que siempre me escrutaban duramente si tenían algo que echarme en cara.
Resopló, avanzando hacia mí.
—Te conozco desde que eras un niño, Chase —comenzó con el ceño fruncido, tanto, que temí se le formaran más arrugas de las que ya tenía.
Entorné los ojos dándole una leve palmada a mi caballo con el fin de que volviera al comedero.
Era verdad, Anoki me conocía como a la palma de su mano. Incluso aún mejor. Podía saber lo que me traía entre manos mucho antes de que lo llevara a cabo, pero en esa ocasión no entendí del todo de lo que me hablaba.
—Sí, ¿y qué con eso?
Suspiró.
—Eres un muchacho testarudo. Alguien voluntarioso hasta decir basta.
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"El poder de la pasión" (E. I. 1)
عاطفية"Se habla sin cesar contra las pasiones. Se les considera la fuente de todo mal humano, pero se olvida que también lo son de todo placer". Desde que tuvo uso de razón, Audrey Nollan tuvo un lema: "Seguridad es igual a felicidad", lema que se afianzó...