LA MUJER QUE AMO (PARTE 2)

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Había conseguido cambiar un poco mi humor gracias a Jerry, quien en los camerinos y cuando Shaun no se percataba de ello por estar distraído con Eddy, casi me suplicó no saliera al escenario con ese sentimiento de dolor y frustración que se me reflejaba en el rostro acongojado y que solo un tonto no hubiese notado.

Era patente; sin embargo, por no sé qué jugarretas del destino, para mi novio no. Porque incluso el menor de los Billes me hubo hecho tal observación cuando a Diane le dio por anteponer mi nombre al de él en el nombramiento de la banda y a mí por explotar indignada, ante tal ofensa hacia el fundador de esta.

Mi pronto iracundo no tardó en aparecer, pero hice el esfuerzo de recuperar el balance porque esa noche era nuestra y no quería echarla a perder, mas cuando creí que saldría ilesa de tantas emociones que se amotinaban en mi pecho y mi cerebro, a Chase Messer se le ocurrió sacarme a bailar con ayuda de Sofía, quien montó un acto que parecía ensayado y en el cual caí redondita volviendo a tomar la pose de la desilusión que con tanto esfuerzo había conseguido ocultar.

Advertí claramente a sus ojazos grises, taladrándome la espalda con esa mirada penetrante que tantísimas veces había logrado desestabilizarme, al punto de sucumbir a mis más bajos deseos. No obstante, no me frené. Ni siquiera miré hacia atrás porque entonces, estaba completamente segura de que no sería capaz de proseguir en mi huida. Porque lo hacía, estaba huyendo de él. Estaba huyendo de mi perdición.

Caminé lo más rápido que pude con la vista nublada por las lágrimas que peleaba por ahogar y que no me concedieron tregua, atravesé la pista de baile con la cabeza gacha y un nudo en la garganta que apenas si me dejaba respirar.

No distinguía rostros.

Tropecé con varias personas durante mi trayecto, pero a ninguna me di la oportunidad de observar a los ojos pidiéndoles una disculpa por mi inminente torpeza, al contrario, miedo me daba hablar porque si lo hacía, las palabras se me hubiesen quedado atascadas soltando solamente frases incoherentes o balbuceos sin sentido.

De pronto el más duro de los golpes me aporreo el hombro izquierdo, haciéndome tambalear.

— ¡¿Por qué no te fijas por dónde caminas?! —exclamaron con molestia y entonces sí levanté la vista del suelo.

Fueron unos cuantos segundos de diferencia entre la lexía cargada de desdén y el instante en que reaccioné. No fue la vergüenza el detonante, sino el que la voz me haya resultado tan familiar, así que sobándome el área adolorida busqué encarar al emisor pero para entonces ya se deslizaba con prisas hacia la salida del Country Line.

"Quizás alguien al que como tú, le han roto el corazón". Me dije, hallándole explicación al asunto.

— ¿En dónde dejaste a Chase? —preguntó Sofía, nada más verme llegar.

"El poder de la pasión" (E. I. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora