Capítulo 4

5 0 0
                                    

Yo me ponía mis All Stars, la castaña cantaba una canción que había puesto en su celular para que todas la escucháramos y Avery se maquillaba.

Emma y yo nos quedamos sorprendidas cuando ella se limpiaba frenéticamente la cara por quinta vez.

—Pero ¿qué tienes? —Dirigí mi vista hacia mi amiga.

—¡Es que no me sale el delineado!

Chasqueé la lengua y la otra se acercó para ayudarle. En un movimiento rápido delineó un ojo y luego el otro.

—¿Ese era todo el drama? —inquirió extrañada alejándose para verla.

—¡Lo haces parecer tan fácil! —bufó exasperada.

—Porque lo es.

—Claro que no —continuó—. No todas tenemos el pulso de un puto francotirador.

Reí para mí misma.

—Solo es cuestión de práctica —le aseguré mientras ella seguía riñendo.

En fin, nos dimos un vistazo rápido en el espejo de cuerpo completo que había en la habitación.

Avery era rubia y había decidido llevar un vestido de lentejuelas, con espalda descubierta y de mangas largas, todo su maquillaje era perfecto pero lo que más se destacaba era el labial rojo.

Emma se veía despampanante con su pequeño vestido color morado, se ceñía desde su pecho hasta su cintura para quedar suelto en capas y caer a los lados.

Por mi parte, no iba a desperdiciar todos mis meses de ejercicio en algo holgado. Me puse un vestido negro de tirantes delgados pero muy básico, así que lo acompañé con una chaqueta de mezclilla y una cola alta.

—¿Black y Blake nos ayudarán? —preguntó Emma, sacando a relucir lo del plan.

—Claro —aseguró Avery mientras se aplicaba máscara para pestañas

—¿Incluyendo confidencialidad? —enfaticé la última palabra.

Las únicas personas en las que confiaba eran mis amigas y aunque lo que queríamos que ellos hicieran no necesitaba mayor información, era por esto y solo esto me estaba arriesgando así.

—Digamos que ellos también requieren ayuda en un asunto de confidencialidad —Avery sonrió maliciosamente.

Asentí. Usar a los hermanos gemelos de Avery no era algo bueno pero mis opciones se acabaron, además, ellos eran los que necesitábamos esta vez.

Alguien llamó a la puerta y la dueña de la habitación gritó que pasaran. Era Lucía, su madre.

—¿Ya se van?

—Si —contestó su hija.

—Pueden irse por la puerta principal, tu padre llegará tarde —nos informó—. Yo me ocuparé de distraerlo.

Nos guiñó un ojo de forma divertida. El señor del Cid era muy sobreprotector cuando de sus hijos se trataba así que todo lo que implicaba salir de noche o alguna parte después de las diez era potencialmente peligroso. Por otro lado, su madre era un amor y una gran confidente.

—Excelente —contestó Avery.

Salimos de la casa, pedimos un taxi y en poco tiempo nos recogió y nos llevó a la dirección que le dimos. La noche estaba despejada y eso era raro en Lewistown. El aire siempre se mantenía fresco y el olor a tierra mojada y lluvia se sentía a pesar de que no había goteado ese día.

Después de unos veinte minutos el auto aparcó fuera de la enorme casa, era muy bonita, tenía algunas partes con ventanales que iban desde el techo hasta el piso y nos brindaban una vista muy buena de lo que estaba ocurriendo dentro.

EL JUEGO: INICIANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora