Si, todavia es el dia uno

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Juliana Pov.

Me apresuré a salir del avión una vez que la azafata abrió la puerta y me puse unas gafas de sol.
La última cosa que quería era que la prensa viera cuán molesta lucía ahora mismo.
Entré en el servicio más cercano y salpiqué agua fría en mi rostro. Respiré hondo varias veces e intenté calmarme después de horas de discutir con Valentina.

Literalmente discutimos todo el vuelo…

Si este era el día uno, no había manera de que llegara al día treinta. Diablos, tendría suerte si lograba llegar al día diez a este ritmo. Cuando estuve segura que estaba lo bastante calmada para enfrentar al mundo de nuevo, colgué la bolsa de Luna sobre mi brazo y salí del servicio. Valentina estaba en el pasillo esperándome. Se veía tan molesta como yo, pero gentilmente me quitó mi maleta de mano y la rodó a su lado mientras nos dirigíamos a la zona de recogida de equipaje.

Durante todos los viajes previos que habíamos hecho juntas por negocios, siempre había habido tensión entre nosotras, pero no así.

Nunca así.

Ante la cinta de equipajes, Brenton se apresuró hacia nosotras y juntó sus manos.

—¡Ah! ¡Están aquí! —dijo—. Watson llegará un poco más tarde de lo planeado ya que quería pasar un par de días más con su sobrina, así que tenemos un poco de tiempo extra para prepararnos.

—¿Dónde está la prensa de bienvenida? —pregunté.

—Estarán aquí en un día o así. Mientras tanto, tengo a la reportera de Town & Country esperándoles en el auto. Quiere hacer una breve entrevista antes de una más en profundidad más adelante esta semana. ¿Están listas para eso?

No nos dio la oportunidad de responder. En su lugar, se lanzó a otro conjunto de cosas que necesitábamos hacer… eventos locales, entrevistas, montaje de fotos. Desconecté su voz mientras nos acercábamos la camioneta polarizada. Le ofrecí mi asiento a la reportera de Town & Country para no tener que sentarme junto a Valentina, pero deslizó su mano alrededor de mi cintura y me posicionó a su lado de todos modos. —El Four Seasons, ¿correcto? —preguntó el conductor.

—Correcto —dijo Brenton—. Mya, puedes hacer tantas preguntas como puedas en este viaje de cuatro minutos.

—Gracias. —Hizo clic con su bolígrafo y le sonrió a Valentina—. Bueno, supongo que iré al grano y empezaré con usted, señorita Carvajal. Dada su reputación previa en Página Seis, nos sorprendió bastante oír sobre su compromiso. ¿Cuándo supo que su prometida era la indicada?

—Pregúnteme otra cosa. —Su voz fue cortante.

—Mmm. —Sus mejillas se enrojecieron—. Claro. ¿Hay planes para una boda ya?

—Tampoco me gusta esa pregunta. Ella miró nerviosamente a Brenton, que parecía estar a punto de tener un ataque al corazón.

—Bien, mmm… ¿Puede darnos un pequeño detalle de cómo le propuso matrimonio a Juliana?

—Me puse sobre una rodilla y le pedí que se casara conmigo. Dijo que sí.

Silencio.

Brenton dejó escapar una risa forzada y sujetó la mano de la reportera.

—Han tenido un vuelo realmente largo y hubo un montón de turbulencias. ¿Podemos reanudarlo desde aquí durante su tiempo asignado de entrevista? Puedo garantizarle que ella estará más animada para entonces.

—Absolutamente. —Cerró su cuaderno y miró sus manos mientras Brenton fulminaba con la mirada a Valentina. Cuando el auto estacionó en el Four Seasons, la reportera se apresuró a salir sin decir una palabra. Empecé a levantarme, pero Brenton negó. Luego le pidió al conductor que saliera para poder hablarnos en privado.

—De acuerdo, miren. —Su tono era firme—. No estoy seguro qué diablos ha sucedido entre ustedes en los pasados días, pero tienen que superarlo y rápido. Sólo tienen que tolerar a la otra durante veintinueve días más, y pensaría que después de trabajar tan de cerca la una a la otra durante dos años esto sería jodidamente fácil. —Chasqueó sus dedos—. Hay cinco mil millones de dólares con una nueva imagen de CEO, una resolución de contrato y mí jodido bono de un millón de dólares esperando. ¿Que tan difícil podría ser pretender que se gustan?

Arréglenlo. Ahora.

Abrió las puertas y Valentina me ayudó a salir del auto. Aún sin hablarnos, seguimos al botones al ascensor y fuimos directo a la suite. Cuando el botones nos dejó a solas, Valentina suspiró.

—Hay cuatro dormitorios en esta suite. Puedes elegir el que te guste Luna puede tener su propia habitación si a él le gustaría también.

—Luna es una ella.

—Luna es un gato. —Puso sus ojos en blanco y se quitó su blusa , revelando su conjunto perfecto de pechos bajo un sostén negro y unos peefectos abdominales.

—Hay un pequeño parque fuera si quieres llevarla allí antes de ir a casa de mi familia esta semana.

—¿Tendremos nuestros propios dormitorios también allí?

—Lo dudo. —Entró al baño de la suite—. Probablemente compartiremos mi vieja habitación.

—No voy a compartir una cama contigo.

—Veremos.

Negué y la seguí.

—Necesito que me prometas que dormirás en el sofá o… —Vacilé cuando entré al baño, notando que sólo llevaba una toalla alrededor.

—Confía en mí —dijo, mirándome de arriba abajo—. Dormiré en mi maldito balcón si eso significa que no tendré que discutir contigo. Si hubiera sabido que cambiarías tan rápidamente después de una propuesta, habría continuado haciendo audiciones.

—Nunca te propusiste. —Puse los ojos en blanco—. Escribiste un contrato. Y has cambiado también.

—Mi nivel de paciencia no lo ha hecho.

—¿Sabes qué? —Alcé mis manos en muestra de rendición—. Voy a esforzarme por representar el rol de dulce y cariñosa prometida durante el resto de nuestro acuerdo. Voy a continuar siendo la adulta.

—¿Eso es lo que realmente piensas que eres? —Sonrió con suficiencia—. ¿La adulta? ¿Por qué siempre es tan tentadora cuando sonríe así?

—Sí. —Me crucé de brazos—. Creo que siempre he sido la…

El resto de mi frase se detuvo en mi lengua cuando dejó caer su toalla al suelo, cuando capté un vistazo de su cuerpo desnudo por primera vez. Sentí mi mandíbula caer mientras mi mente intentaba dar sentido a lo que estaba viendo.

OH. DIOS. MÍO.

Carraspeé e intenté alejar la mirada de ella, para reanudarlo justo donde lo dejé, pero no pude.

—¿Estabas diciendo? —preguntó—. ¿Algo sobre ser la adulta en esta relación?

No podría lograr que saliera una palabra de mi boca si lo intentara. Sólo pude sonrojarme y mirar. Notando mi falta de palabras, sonrió y lentamente levantó su toalla.

—Para que conste —dijo—. Siempre estoy abierta a añadir una cláusula de intimidad, contigo…

Me recorrió con la mirada una última vez y entró en la ducha.

Veintinueve días más. Veintinueve días más…

Con Limite de TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora