Un viaje en motocicleta

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Gogo lo observo solo un minuto más antes de irse sin decir nada, Hiro golpeó su cabeza en su escritorio “Eres un genio Hiro, ahora ella cree que eres un chico raro y además que se estresa con la facilidad de un adicto a la cafeína” mientras se repetía esto  golpeaba su rostro contra el escritorio cuando de repente  la adicta a la adrenalina entro de nuevo  para encontrarse con esa escenita que al principio la confundió pero luego la hizo reírse discretamente.

-¡Oye nerd! –Gritó Gogo llamando la atención de Hiro que ya tenía la frente roja por los golpes contra el escritorio-, necesitas distraerte

-¿Qué? –fue lo único que pudo decir el pelinegro antes de que Gogo le lanzará un casco de motocicleta purpura

-Vámonos –le dijo la chica de mejillas rosadas inflando una bomba de chicle y tronándola con los dientes, Hiro la siguió hasta afuera del “Laboratorio Nerd” donde se dirigieron a una motocicleta negra estacionada en la cual Gogo se subió-, Sube –le ordenó a Hiro mientras ella se ponía otro casco negro.

-¿A dónde vamos? –pregunto el chico subiendo a la moto detrás de ella y tratando de decidir dónde poner sus manos para sostenerse.

-¿Acaso importa? –Le contestó Gogo -, tus manos en mi cintura

-¿Q-que? –Contesto Hiro sintiendo como la temperatura subía a su cara, gracias al cielo traía puesto el casco y este no dejaba ver sus mejillas con ese toque rosado.

-Tus manos en mi cintura –Repitió Gogo tomando las manos de Hiro y colocándolas alrededor de su cintura-, daremos un paseo, sujétate fuerte me gusta ir rápido.

Gogo encendió la motocicleta y acelero, en menos de diez minutos ya iban a 100 km/hr.  Hiro se había aferrado a la chica como si fuera un gato, claro que antes ya había viajado en una motocicleta, con Tadashi, pero nunca a esa rapidez, poco a poco empezó a disfrutar de la velocidad como si el golpear del viento contra su cuerpo se llevara todo el estrés de las últimas 2 semanas. Hiro empezó a reír ahora sabia porque a Gogo le fascinaba la velocidad, por otra parte Gogo disfrutaba al escuchar los pequeños ecos de la risa de su amigo que el viento arrastraba, para ella eran como una melodía que podría escuchar toda la vida sin cansarse.

Una distracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora